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Ya solo queda una. Los jugadores lo van a echar de menos porque la cata es ese momento distendido de la jornada en el que los asistentes disfrutan de su mutua compañía, de conversar sobre cómo ha ido el juego, y como no, de unos ... buenos caldos de la bodega que patrocine el evento.
El del pasado sábado estuvo protagonizado por Finca Valpiedra, una bodega que es el principal exponente del espíritu emprendedor de la Familia Martínez Bujanda, que en 1994 iniciaron la construcción de una bodega en un viñedo privilegiado propiedad de la familia.
Una de las grandes fortalezas de Finca Valpiedra es un impresionante paisaje, que se distribuye en tres terrazas que bajan hasta el mismo río, el mismo que está dividido en catorce parcelas diferentes, con altitudes de entre 406 y 427 metros.
Así lo quiso destacar Leticia Villegas, responsable de Relaciones Públicas, enoturismo y venta directa de la bodega durante su exposición. Luego comenzó a introducir los vinos a los allí presentes en el salón de El Campo de Logroño, que eran alrededor de unas cuarenta personas. Primero comenzó con el blanco, el Finca Montepedroso 2020. Un monovarietal que apuesta todo al verdejo. Es un caldo que fermenta en depósitos de acero inoxidable con control de temperatura durante 36 días y que se deja envejecer durante cinco meses sobre lías con removido semanal. «Su color es un amarillo limón con destellos verdes esmerilados, limpio, brillante y de lágrima muy glicérica», comentó Villegas sobre este blanco que encantó entre los asistentes.
Pero luego hubo dudas de cuál era el mejor porque tras este probaron el reserva Finca Valpiedra 2014, que también fermenta en esos depósitos pero con la diferencia de que se deja macerar menos días, concretamente 25. Después reposa durante 24 meses en barrica de roble francés.
El reserva es un vino, según indicó Villegas, que aporta notas minerales y de frutos rojos y negros, e incluso recuerdos de incienso. En su tono también se nota esa alta intensidad por su color cereza profundo y ribete cardenalicio. «Tiene una lágrima abundante, densa y teñida», añadió la responsable de la bodega.
A continuación se sirvió el tentempié que maridaba con los vinos que los golfistas podían seguir disfrutando dispuestos en las diferentes mesas de la sala, en la que en un momento u en otro, se oía el sonido de los brindis que auguraban la mejor de las fortunas para la final.
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