Filoxera

El insecto que secó y vació La Rioja

Se cumplen 125 años de la aparición de los primeros casos en Sajazarra, una crisis que arrasó el viñedo, cambió la viticultura y provocó un éxodo masivo

Víctor Soto

Logroño

Domingo, 2 de junio 2024, 20:10

«Comprobada la existencia de la filoxera en el viñedo de Sajazarra». Un telegrama del director de la Estación Enológica de Haro, Víctor Cruz Manso de Zúñiga, al gobernador provincial daba oficialmente inicio a la plaga en La Rioja. Fue el 3 de junio de ... 1899 cuando con una precisión aterradora se da cuenta de la aparición de dos focos en los parajes denominados 'Tras la Venta' y 'Royo Lázaro' de la localidad riojalteña. El 6 de junio, con la confirmación microscópica de la infección, Diario LARIOJA publica una noticia tan esperada como desasosegante. Veinte años se llevaba hablando de la filoxera en La Rioja, zona que había visto hundirse prácticamente toda la viticultura europea y de buena parte de España antes del fatídico telegrama.

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Pero no fue suficiente observar cómo el mundo se destruía para tomar decisiones. Ya desde el primer día de esta 'pandemia', La Rioja culpabilizaba al Ministerio de inacción. Todas las medidas que se habían diseñado para prevenir la plaga, todo el dinero recaudado, los planes programados... no podían llevarse adelante por la inacción legislativa. Y las consecuencias, como era previsible, resultaron fulminantes y demoledoras.

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Meses después de los focos de Sajazarra, la plaga ya se había desarrollado en centenares de hectáreas de San Asensio, San Vicente, Anguciana, Ábalos, Nájera, Briones, Cuzcurrita... Pero también de Alfaro y Aldeanueva. En 1901 la situación resultaba desesperada y los municipios afectados llegaban a cuarenta.

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Los hasta entonces fértiles viñedos, que habían crecido desmesuradamente para llenar las bodegas francesas, atacadas veinte años antes por la filoxera, lucían ahora como cementerios de cepas muertas y siniestras.

El causante del estrago era un insecto milimétrico que había llegado a Europa, vía Londres, desde Estados Unidos. Devoraba las hojas, penetraba en el suelo y succionaba de las raíces para alimentarse, debilitando la planta hasta matarla o dejarla tan débil que moría por cualquier otra infección.

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Su demoledora expansión era bien conocida. Desde 1875 se cebaba con los viñedos franceses y pocos años después hacía su aparición en Málaga comenzando un lento pero inexorable avance que en 1896 ya se hacía sentir en la vecina Navarra.

Se prohibió la descarga en La Rioja de plantas procedentes de provincias filoxeradas, se vigilaban las plantaciones, se desarrolló una importante labor divulgativa y preventiva... Incluso José Bellido diseñó el denominado 'Plan Logroño' en 1883, que suponía crear una barrera de 30 kilómetros de ancho libre de viñedo para preservar el corazón vitícola del Ebro y el Duero. Pero ni la formación ni las utopías sirvieron.

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La filoxera llegó en La Rioja y en un cortísimo plazo de cinco años ya había arrasado más de 35.000 hectáreas, casi dos tercios de una superficie que se había multiplicado alocadamente desde que apareciese la filoxera en Francia (en menos de 20 años se ganaron más de 20.000 hectáreas). Se multiplicó el precio del vino, aparecieron intermediarios e inversores... pero en esa primera 'edad de oro' del Rioja no se llegaron a modernizar los cultivos ni a generalizar los métodos franceses de elaboración, salvo en casos muy puntuales.

Así que cuando Francia comenzó a recuperar sus viñedos, se incrementaron los aranceles desde 1892 y se desplomaron las ventas, hizo aparición una plaga que supuso un castigo insalvable para la región.

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Crisis y desconfianza

La crisis desatada sacudió los cimientos de un sector clave. Y, como siempre ocurre en los momentos de extrema depresión, fueron los estratos inferiores de la sociedad los que más lo sufrieron: braceros, pequeños viticultores... perdieron su medio de vida. La descomposición resultaba tan increíble que las únicas soluciones avaladas científicamente (y las más caras), como era el injerto sobre pies de vid americana, eran rechazadas. Incluso se convocaron manifestaciones violentas y hasta se robaron y quemaron esos injertos. El historiador Andreas Oestreicher llega a calificar este rechazo como un «conflicto de clases», puesto que la única solución posible para la viticultura solo resultaba viable para los más pudientes.

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Pero en 1903, después del sonoro fracaso del 'antifiloxérico Varela' (una curiosa mezcla de cal, orina, tabaco fuerte y sulfato de cobre 'inventada' por un gallego que logró embaucar a viticultores y pueblos riojanos) se comenzó una verdadera replantación. Poco a poco fueron arrancándose e hincándose las nuevas cepas. Lentamente hasta que en 1910 Francisco Martínez-Zaporta, presidente de la Diputación, lanza la idea de una Caja Vitícola Provincial que suma adhesiones y, a partir de 1911, sirve como gran dinamizador de la repoblación y los injertos, especialmente para los viticultores más modestos que podían acceder a los injertos a plazos.

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Para 1912 ya se habían reconstituido más de 10.540 hectáreas gracias a un mercado que no dejaba de crecer. Los viveros se publicitaban en las páginas del periódico a decenas, casi con la misma intensidad y variedad que las compañías mercantes que ofrecían viajes a Sudamérica.

Porque la filoxera mermó las viñas durante casi tres décadas, pero el mordisco demográfico se dejó notar mucho más tiempo. Es más, ambas crisis, la vinícola y la social convivieron durante años. La filoxera hizo estallar pero acabó también secando las reivindicaciones económicas y laborales de la mano de obra agraria. Si hasta 1905 se multiplicaron huelgas y movilizaciones, estas acabaron pasando a segundo plano en el momento en el que la angustia pasaba por llevar el pan a la mesa.

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Imagen de trabajadores de Felipe Lagunilla, uno de los promotores de la replantación con injertos de pie americano.

Y la falta de perspectivas se sintió en los pueblos, que quedaron esquilmados de jóvenes y no tan jóvenes que escucharon los cantos de sirena y las promesas (en demasiadas ocasiones interesadas o falsas) para huir de la pobreza.

Gallego Martínez cifra en 32.000 riojanos los que abandonaron su tierra entre 1888 y 1920. En los momentos más duros, entre 1901 y 1910, el saldo negativo superó las 20.900 personas. Pero, curiosamente, la población de la capital y de las localidades con atractivo industrial, como Calahorra o Cervera del Río Alhama, crecieron.

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La década de los años 20 ponía punto y final a la crisis de la filoxera. Aunque no se habían recuperado más que 23.555 hectáreas de viñedo (menos de la mitad que a finales del siglo XIX), según analiza Jesús Provedo, otro de los grandes investigadores sobre la filoxera en La Rioja, el sector volvía a exhibir músculo y se organizaba. Ese repunte, basado en nuevos métodos de elaboración y crianza, dando vida a un Rioja reconocible en esencia pero completamente distinto al de antes de la crisis, desembocó en la creación en junio de 1925 de la Denominación de Origen Rioja.

Un puñado de hectáreas prefiloxéricas

La filoxera acabó casi con la totalidad del viñedo tradicional de La Rioja. Plantado a pie franco y con una producción más limitada, esas viñas cayeron como piezas de un dominó a causa del insecto. Sin embargo, en nuestros días sobreviven un puñado de hectáreas diseminadas por toda La Rioja que suman más de 125 años de vida. Son reliquias conservadas bien por su ubicación, alejadas de cualquier otra viña, bien por sus condiciones extremas o por el tipo de suelo muy arenoso de determinadas parcelas. Algunas bodegas de Rioja elaboran sus vinos con uvas prefiloxéricas, un reclamo comercial, sí; pero sobre todo un guiño a otros tiempos y a otro Rioja del que solo quedan minúsculos vestigios.

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