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Roberto Oliván pasea por el viñedo de El Abundillano. :: JUSTO RODRÍGUEZ
El viñedo de las dos cosechas pagadas

Tentenublo | Lanciego

El viñedo de las dos cosechas pagadas

El Abundillano sigue gobernando el Escondite del Ardacho, que da comida y cobijo a San José, un vino que surge de una parcela de 3.000 metros que se sumó al proyecto hace dos años

Domingo, 19 de noviembre 2023, 20:10

Pasión. Es la palabra que define el verbo acelerado de Roberto Oliván, el alma de Tentenublo. Inicia nuevas aventuras entrado en los cuarenta y consolidado como vitivinicultor. Sus doce años en los mercados le han llevado a acumular más viña, a pensar nuevos vinos y a trabajar el paisaje de Viñaspre recuperando chozas y refugios derruidos y devorados por las malas hierbas. Su última creación, San José, un parcelario del 2022 que ve la luz dentro de la serie del Escondite del Ardacho.

El camino del Soto te lleva desde Laguardia hasta Lanciego por una orografía extrema que esconde en sus profundidades los arroyos De la Vega y Lavar. Una montaña rusa natural. «Hay mucha gente de aquí que realmente no sabe lo que tenemos», dice Oliván, que dedica algunas tardes a recorrer la jurisdicción en busca de piezas que coleccionar, no solo viñas. Ahora bien, la última ha sido San José, que la compró en el año 2021. Un viña de fanega y media y 995 botellas en las que se fusiona tempranillo, mayoritaria, viura y malvasía.

El Escondite Del Ardacho

El Escondite Del Ardacho
  • El Abundillano 2022 Garnacha, tempranillo y malvasía. Viñedo desde los 95 años a los 8. Vendimia manual. 14.5 º. Vinificación en tinas abiertas. 1.601 botellas. 48€

  • La bodega

  • Dirección La Fuente, 62

  • Año de fundación 2012

  • Contacto info@tentenublo.com

San José es el cuarto integrante del Escondite del Ardacho. «Cuando tenía 16 años mi madre me dijo: 'Aquí tienes el Abundillano, a ver qué haces'. Me pagó los estudios y el Corsa. Y a mí abuelo ya se la pagaron en su día dos veces. Cuando le compraron la uva y, después, cuando ese mismo comprador ganó un premio y regresó para entregarle su parte del dinero que le habían dado», recuerda. El Abundillano es un viñedo de tres edades. Las cepas más viejas superan los 100 años; las de segunda edad han celebrado los diez años y las más jóvenes, 3 años. Las últimas están tutorizadas por estacas de madera en busca de un crecimiento adecuado del tronco. Vaso, siempre vaso.

Las mañanas de los sábados las emplea Oliván en reconstruir una de sus chozas y un refugio. Todo piedra seca. «Me apasiona la construcción en piedra seca», dice antes de explicar la diferencia entre choza y refugio. «La primera tiene techo, la segunda no. Esta de aquí se resguarda bajo la protección del árbol», señala con su mano.

Garnacha, tempranillo y malvasía. Vinos parcelarios, pero con mezcla de uvas en todos ellos. Es el ADN de sus terruños. Como cuando en cada viña convivían diferentes variedades. Y la garnacha manda. Oliván, como otros muchos viticultores jóvenes, da mucha importancia a la recuperación de viñedos viejos y, también, a variedades que han perdido protagonismo, caso de la garnacha. «Creo que tengo tres hectáreas», apunta. Le da primeros papeles.

El Veriquete amplió la alforja del Ardacho. Su primera vendimia fue la del 2012. Luego llegó Las Guillermas, etiqueta en la que manda la tempranillo sobre la garnacha y mantiene la viura. San José es el último. «No conocía la finca, aunque estaba cerca de otras que tengo. Cuando fui a ella vi su potencial. Es de esos sitios que sabes que son diferentes solo con verlos. Poco después la compré. Su propietario vino a ofrecérmela porque quería que me la quedase yo. Eso sí, acordamos que los melocotones de los árboles que hay allí son para él», bromea.

San José es lo último, pero no el último. La cabeza de Oliván fermenta como sus vinos. Su vida está en esas laderas, terrazas y barrancos que rodean Viñaspre. «Vivo aquí desde los 16 años. Mis hijos son los únicos que han nacido aquí en muchos años. Somos 25 habitantes, pero se vive bien. Aquí ser consecuente y no hablar tanto de vivir en los pueblos, sino vivir», remata mientras cierra su bodega. «Esto comenzó como un vino de garaje y así seguirá», advierte. El vino, en la viña.

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