Marqués de Cáceres | Cenicero

Desde la viña

Fundada en 1970, la familia Forner quiso trasladar con Marqués de Cáceres el concepto de château bordelés a España. Viajando, probando vinos e investigando diferentes terroirs, Enrique Forner decidió que Cenicero era el lugar

Fernando Bóbeda

Domingo, 19 de noviembre 2023, 20:09

Enrique Forner innovó, casi revolucionó Rioja, al adaptar la manera de trabajar del Alto Medoc: barrica nueva francesa y mayor intensidad, estructura y color en los vinos. Justamente lo contrario de lo que habitual en Rioja en los años '60-'70; un concepto muy disruptivo que chocó, en cierta manera, con lo «políticamente correcto» de entonces. La receta, barrica nueva, uva de calidad y estructura en boca caló con sorprendente rapidez en prescriptores y aficionados.

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David Losantos, hoy director general de Marqués de Cáceres, habla con convencimiento. No es una moneda lanzada al aire, es un envite a valor seguro viendo alguno de los viñedos que trabajan. «Tenemos proveedores que siempre han estado con nosotros e intentamos comprarles esas viñas históricas cuando llega su jubilación. Seguimos manteniendo viticultores de tercera generación, pero ampliamos nuestra propiedad con viñedos como los que ahora estamos visitando. Joyas como Majadales o El Monte son patrimonio de Marqués de Cáceres y de La Rioja, nuestra apuesta y nuestra responsabilidad».

M. de Cáceres

  • Gran Reserva 2015 Ensamblaje de tempranillo, garnacha y graciano. 24 a 26 meses en barrica de roble francés y cuatro años de afinamiento en botella dan lugar a un gran clásico. 22 euros.

  • Dirección Avenida de Fuenmayor, número 11. 26350

  • Año de fundación 1970

  • Contacto reservas@marquesdecaceres.com/(+34) 941 454 000

Sostenibilidad, un concepto quizás demasiado ajado en nuestros días por gente que se vale de un lugar común, que no sabe ni siquiera lo que significa. La gente de Cenicero sí: «Es una idea de 360 grados, con una responsabilidad que va desde el punto verde hasta el cuidado del mundo social y sus gentes, los pueblos y la región».

Mete baza José Antonio García, hombre que pateando estos majuelos se siente en su territorio. «Majadales está plantado en los años 50 plantada en una ladera muy pronunciada donde hemos recuperado hasta los olivos viejos, mientras que el Monte es una finca de tempranillo de los años 60 con alguna garnacha. A un viticultor mayor que trabaja solo estas laderas se les van erosionando por las correntías y nosotros hemos intentado recuperarlas manteniendo la cubierta vegetal y, planta por planta, haciendo unas hoyas para que retenga el agua y así conseguir que vaya recuperando su fuerza vital. Las producciones son casi simbólicas, 3.000 kilos si hay suerte».

Losantos explica que «tenemos ahora mismo dos frentes abiertos con proyectos de investigación vitícola: el primero, con la maturana tinta en la zona de Laguardia, donde sobre pie viejo hemos reinjertado y el año que viene sacaremos un monovarietal dentro de la Generación MC». «El segundo –continúa– es la recuperación del viñedo viejo, tanto de viura como de tempranillo o de otras variedades mientras sean las autóctonas. Ahí estamos trabajando en un meandro de San Vicente, en una finca de 27 hectáreas donde hemos también reinjertado con proyectos experimentales».

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El vino

Me ofrecen los hombres de Cáceres un pequeño piscolabis en uno de los viñedos reinjertados de maturana. Las vistas son impresionantes, con el León Dormido al fondo, aunque personalmente no quito ojo al gran reserva 2016 que David Losantos acaba de abrir. «Toda esta investigación repercute en nuestros vinos de volumen, ahí está el secreto. Resulta mucho más fácil hacer un vino top con mil botellas de producción que nuestro crianza de decenas de miles. Para mí, tiene más mérito no fallar nunca aquí y, a su vez, esta producción mayor se beneficia de todo lo aprendido en los vinos de nicho y en la investigación de variedades, suelos y comportamientos».

Volvemos la vista atrás mientras el gran reserva va menguando. Nunca está mal un poco de nostalgia. «Para los viticultores vendernos una viña es vendernos parte de su vida, el contrato une una parte económica y otra sentimental de compromiso con la tierra. Ellos bajan del pueblo y ven que las cuidamos con cariño y dicen que 'estos hombres vuelven a hacer viña'».

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También conviene recordar a Enrique y a su hija, Cristina Forner, y a Michel Rolland. «Cuando Enrique vino a Rioja se trajo de la mano a su amigo Emile Peynaud, uno de los gurús de la enología en Burdeos; pero pasados los años decidió que ya no tenía la energía para estar a caballo entre Burdeos y Rioja y señaló a su alumno más aventajado. El actual Michel Rolland, pero con 35 años menos. Sigue asesorándonos y tres veces al años se acerca a Cenicero para controlar que el legado de Peynaud evolucione convenientemente». Toda una historia.

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