Pilar Fernández Eguíluz en la pequeña viñita de San Prudencio Fernando Bóbeda
San Prudencio | Ábalos

Una loca fantasía

Anda metida en faena Pilar cuando me recibe en su bodega. «Échame una mano Fernando, que no puedo sola». Remontado manual en su máxima expresión, con cestillos y tirando de riñón

Fernando Bóbeda

Domingo, 19 de noviembre 2023, 20:16

Una vez finiquitada la labor, vamos con el abuelo Baldomero, principio de muchas cosas. «Era jardinero del Palacio de Ábalos y tenía viña muy chiquitina, era su pasión. Uno de esos corrillos que a mí me vuelven loca y que siempre he luchado por conservar. ... Me llevaba con él a San Prudencio, donde he reído con sus historias y he cogido higos y aceitunas. El vino que hemos hecho mi hermano y yo es nuestro pequeño homenaje a ese gran hombre que fue mi abuelo».

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Pilar sabe cómo llegarme dentro. El homenaje a nuestros mayores siempre me ablanda porque es una deuda que todos tenemos. Pero insiste: «Mis abuelos son parte de la historia de mi vida, cada uno a su manera, porque con uno rezábamos el rosario y con el otro merendábamos aceitunas y bacalao». Me tiene ganado.

La Cantarada | San Prudencio 2019

  • Elaboración borgoñona, mitad despalillado y mitad entero. 400 botellas, lo que da la viñita, criadas en roble francés viejo de 360 litros. 35 euros.

  • LA BODEGA :

  • Dirección C/ Los Morales, 7, 26339. Ábalos

  • Año de fundación 1989

  • Contacto 941 334 166 - infoernandezeguiluz.es

Por cambiar de tema, le pregunto por la edad del viñedo y Pilar hace como que echa cuentas y me mira como a un lunático: «A ver Fernando, ¿antigüedad? Pues imposible saberlo, aquí en el pueblo decimos que los viñedos viejos tienen tantos años como la gente que es capaz de recordarlo. Preguntas y te dicen eso de que 'la viña tal, o la viña cual, la planté yo con tu abuelo cuando teníamos 16 años'». Punto.

«A mí me hacía mucha ilusión elaborar San Prudencio por separado y después de un año de experimentos –el tinto se fue al grano a grano y el blanco a un supurao–, en 2018 salió el vino vestido y listo para disfrutarlo. La idea es hacer lo que da la viña trabajando todo lo que tiene: un 70% de tinto y un 30 de viura, calagraño y alguna otra cepa perdida».

Llegar a la viña para hacer las fotos es una pequeña odisea: «Es muy chiquitina y hay que subir andando pero, al menos este año, se ha conseguido preservar las uvas, porque entre conejos, corzos y perdices en el '21 y el '22 no dejaron ni para llenar un cesto. Bueno, como están tan buenas y les gustan». Es el consuelo de quien ama el campo y sabe que la naturaleza dicta sus leyes.

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«Le traje el vino a mi padre y se lo enseñé, asintió pero sólo dio su beneplácito cuando, a la pregunta de qué iba a hacer con el blanco le respondí que mezclarlo. 'Muy bien hija, como siempre se ha hecho', me dijo». Gente austera en sus reacciones, endurecida por el trabajo en la viña que calla más que habla, pero que agradece estos pequeños detalles.

El día a día del pequeño viticultor. Pilar remontando el San Prudencio 2023 Fernando Bóbeda

«Como era chica de joven no podía trabajar en el campo. Di muchas vueltas hasta que decidí que me volvía al pueblo para hacer cosas nuevas y enseñar toda nuestra riqueza. Estudié Enología y vi claro que no era lo mismo la 'gran huerta' de enormes viñedos con lo que teníamos nosotros. Yo he mamado estos minifundios porque mis padres nos llevaban a la viña. Hemos dado mucho el coñazo, nos hemos dado mil zapatillazos, hasta jugado al escondite, pero, sobre todo, hemos pisado la tierra desde que éramos pequeños. Y eso se queda dentro».

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En el año 2014 nacen los vinos de las Cantaradas: «Empezamos a darle vueltas a los tintos y bajé a Logroño a registrar Las Cantaradas de los Mozos y de las Mozas, porque no descartaba hacer un vino blanco. Y ahí surge luego el turruntés, con las Mozas, San Prudencio, un calagraño que está por ahí, los vinos oxidativos de ahora... Queremos hacer más vinos de parcelas como Romalache, Lasarte, El Herrón o El Cuadro, marcando nuestro territorio y disfrutando de estos vinos tan de Ábalos».

Vinos, y esto lo digo yo, que luchan contra otros que abonan sospechas. Vinos, los de Peña La Rosa, a los que miras a la cara y sonríes, seguro de la honestidad de la que presumen. «Sin romanticismo esto no existe, tierra y vino, relax, paisajes, sensaciones distintas...». Me voy contento pensando que esta aventura puede ser loca, pero el aventurero no.

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