Roberto Vicente y Alfonso Arciniega en El Estudiante, un viñedo recuperado por Bodegas Orben. :: Fernando Bóbeda

El Estudiante | Laguardia

No hay dos viñas iguales

El Estudiante era un «un viñedo perdido» que ha recuperado Bodegas Orben en Laguardia. Junto a un precioso chozo conversamos con Roberto Vicente y Alfonso Arciniega

Fernando Bóbeda

Domingo, 19 de noviembre 2023, 20:15

Vamos a centrarnos. Izadi y Orben pertenecen al Grupo Artevino. La primera bodega está situada en Villabuena y se nutre de uvas del triángulo que forman Villabuena, Samaniego y Ábalos, mientras que Orben centra su labor en el viñedo viejo de Laguardia. «Desde el primer año que elaboramos vino en Orben, en 2004, intentamos darle un nuevo enfoque, basándonos en el viñedo viejo y en la altura de la zona de Laguardia».

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Me propone Roberto Vicente, enólogo del grupo, visitar dos viñedos: «Malpuesto es un conjunto del año 1931, son varias viñas en diferentes alturas y en un marco de los de antes, de calles muy estrechas con la viura y la malvasía en las cabezadas y el resto con tempranillo», añade Alfonso Garciniega, encargado de viticultura. El nombre, Malpuesto, le viene porque el agricultor que la plantó carecía de cartabón, así que las calles se retuercen aprovechando el terreno y sus diferentes alturas.

Orben 2020

  • Selección de ocho microparcelas de tempranillo entre 600 y 725 metros. 12 meses en roble francés de grano fino de primer y segundo uso. 25€.

  • LA BODEGA :

  • Dirección Travesía Herrería II, nº 5, Villabuena de Álava

  • Año de fundación 2005

  • Contacto 945 609 261 - izadi@izadi.com

Pregunto con ingenuidad si la calidad es lo único que se busca: «Este tipo de viñedos lo que ofrecen es singularidad, algo que sea único. Más allá de su edad, en la viña ves cepas que ni sabes qué son. Esa mezcla, esa riqueza varietal, es lo más importante. No debe ser un vino a la moda, no, debemos conseguir que sea la mejor expresión del propio Malpuesto. Nadie más tiene esta mezcla de variedades o las diferentes exposiciones y alturas, eso es lo que hace al vino único».

Ni mejor ni peor, la excelencia la encuentra Roberto Vicente en la personalidad: «La grandeza de estos viñedos viejos es que no hay dos iguales. En su momento nuestros mayores cogían palos de la viña del abuelo, del amigo de arriba, del tío Rufino... y después lo injertaban en campo. Y no hay viñedos como estos en ningún sitio del mundo». Entra con ganas Alfonso en la conversación: «Los colores en noviembre delatan al viñedo. Ves normalmente uniformidad, pero cuando te cruzas con uno de estos parece un arcoíris por la multitud de colores que tiene: rojos, verdes y amarillos intercalados con ocres. Es esa variabilidad genética la que debemos preservar».

Abandonado

El Estudiante, segundo viñedo. «Nosotros pasábamos, lo veíamos y lo hablábamos. Llevaba tres años sin podar y dolía verlo. Fue como un reto. Vamos a labrarlo, a cultivarlo bien y a ver qué pasa. El primer año brotó por donde pudo pero no dio producción, el segundo año vimos una poda más clara y ya dio cerca de 3.000 kilos con uvas gordas, pero al tercero trajo una calidad excelente y ahí sigue».

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Fernando Bóbeda

Surge la pregunta con naturalidad, ¿cuáles son las diferencias entre Izadi y Orben?. «Bueno», contesta el enólogo, «Laguardia es más salvaje, la cercanía a la montaña hace que el viento sea más intenso, las lluvias más fuertes y el salto térmico más radical. En Villabuena tenemos mayor madurez, taninos más redondos, mientras que en Laguardia es todo como más llevado al extremo. Pero, incluso dentro de nuestro triángulo de Izadi, las variaciones entre pueblos y viñedos son tremendas. En esta misma cosecha, la primera uva que entró fue de Ábalos y, curiosamente, la última fue de otra viña de Ábalos». Quizás, reflexiono oyéndolo, sea ésa la grandeza de Rioja.

Acaban de plantar una finca entre 700 y 750 metros para elaborar blancos y tintos de Laguardia. Porque Rioja también se escribe en blanco. «Fue un acierto abrir el abanico a las variedades autóctonas y, si a eso le sumamos que hemos aprendido a cuidar sus viuras y a manejar los continentes –huevos, depósitos, barricas, cemento, ánforas...– tenemos todos los ingredientes para hacer blancos de talla mundial».

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En la despedida llega el reconocimiento a los mayores. «Mérito lo tenían todo, cuidaban la viña más que nosotros», concluye Alfonso, «trabajaban superficies más pequeñas y lo hacían todo tirando de azada. Ahora estudiamos suelos y tenemos más tecnología, pero debemos mirar atrás y aprender del equilibrio que tenían hombre y naturaleza».

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