Apego al territorio

La forma de entender la vida y el negocio dan un giro en Ostatu cuando el padre de la actual generación toma una decisión. Así lo recuerda hoy Mariasun Sáenz de Samaniego:«Mi padre, Teíto, decide comprarse un Renault 5 para vender el vino que se le acumulaba en bodega porque con lo que le pagaban no llegaba. Fue valiente con la idea de hacer valer la calidad de su vino de maceración carbónica que elaboraba en las cuevas del barrio de Matarredo».

Una historia que dura en Matarredo hasta el año 1986. «Mi padre siempre había tenido en mente recuperar este caserón que en su momento se tuvo que vender porque mi abuela nació aquí... Erre que erre, pasaba por la carretera y soñaba con salir del barrio de bodegas y crear la suya en el que fue su hogar y al final lo hizo». Así hasta hoy. «Pasan los años y con los '90 se compran las primeras barricas, llegan mis hermanos Ernesto y Gonzalo, en 2014 ampliamos y empezamos a trabajar con vinos de mayor valor añadido».

Entramos en materia con Eduardo que, presumiendo de la botella de Menditto que acabamos de descorchar, se suma al coloquio. «Con el tiempo vas conociendo las peculiaridades de cada parcela y los diferentes terrenos: hacia Ábalos-Baños, con suelos con predominio de arenas y cascajos y uvas delicadas; seguimos con una zona hacia Leza, que es donde tenemos gran parte de nuestro viñedo viejo con suelos con más roca, más arcilla, duros y pobres con maduraciones lentas. Aquí nacen vinos frescos, pero con más cuerpo y mayor profundidad, muy de Samaniego. Y por fin la tercera, la zona alta trepando al monte, con vinos frescos que, de momento, destinamos a los de maceración por su juventud, pero que en unos años va a dar grandes vinos».

Al tajo y sin medias tintas, ¿cómo son los vinos de tu Samaniego? «Los vinos de aquí los homogeneizamos en nuestro crianza uniendo zonas altas y bajas para dar un tinto directo, intenso, un punto balsámico… Pero sobre todo cuidamos la singularidad con los vinos de parcela con diferentes altitudes, orientaciones y suelos».

Vinos que te inspiran y te hacen pensar, apunto yo. Pero el círculo se cierra cuando llegan al mercado y otra pregunta surge de modo natural, ¿el consumidor entiende todo este esfuerzo? «Hay un segmento que sí», responde Mariasun. «A la gente le gusta entrar en esas diferencias y nos dan enormes satisfacciones porque aprecian estos vinos donde hemos puesto mucha conciencia. Tenemos 70 parcelas, con una superficie media de 2.000 metros. Imagínate qué riqueza».

Terminamos la botella y la conversación. «El modelo actual puede continuar siendo vigente siempre que no apostemos únicamente por los tiempos de crianza, tuvo su momento pero no es el actual. Ahora el valor hay que situarlo en el conocimiento de las parcelas, en la singularidad de cada pueblo, ahí creemos que está el futuro de Rioja». Apego al municipio, apego al territorio, lo que viene siendo, en definitiva, apego a los vinos honrados de siempre.

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