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Uno aprende a vivir en el campo. Y el agricultor, más. Es su hábitat. No era nada extraño hace unos años ver los viñedos poblados de chozas en las que buscar cobijo y restos de hogueras, cenizas, con las que entrar calor en los fríos días de invierno, en labores de poda o de pastoreo. Donde hay cenizas, hay vida.
Monovarietal de tempranillo que vive en las terrazas al sur del Ebro y criado en roble americano y francés, nuevo y de un vino. 25 €.
Hermanos Hernáiz Baños de Rioja
Dirección Carretera Santo Domingo-Haro, Km. ,31,5
Teléfono 941 30 01 05
Y esta vida, la del viñedo y el vino, es la que eligieron Eduardo Hernáiz y sus hermanos. Podían haber seguido en el sector de la construcción, como su familia, pero ésta siempre estuvo ligada también a la uva y tiraron por ahí. Creció entre Logroño y Cenicero y por la orilla sur del Ebro suele encontrar ese silencio atractivo en sus paseos. Las Cenizas, su vino de pueblo, nace también al sur el río, en terrazas más altas en las que se asientan Puentarrón y Los Hundidos, ocho hectáreas de tempranillo, porque en Cenicero manda la tempranillo. «Puentarrón cuenta con un suelo más vigoroso que le ha venido bien en los dos últimos años, más secos. Suelos, los de las dos viñas, arcillocalcáreos con bastantes gravas. En Los Hundidos, en la zona en la que el viñedo se acerca a la desembocadura del Najerilla, hay más canto rodado. Son tierras de mucha niebla y bastantes rocíos. Unos años es un problema y otros, los calurosos, aporta frescura y ayuda a que la viña aguante», explica.
Los hermanos Hernáiz han dedicado los últimos años a reponer cepas en estas dos fincas. «Han agarrado», se congratula. Cepas, todas, cuyas uvas se vendimian en el momento óptimo de madurez, fundamental para elaborar un buen vino.
2.068 hectáreas
de viñedo. 12 bodegas
Se transportan hasta La Emperatriz en palots de 180 kilogramos. «No se estrujan las más bajas», advierte. Pasan por mesa de selección antes de entrar en bodega, fermentan en depósitos de hormigón de pequeñas capacidades –entre 60 y 160 hectolitros– en los que se realizan suaves remontados y hacen la fermentación maloláctica en barricas y bocoyes en los que manda el roble americano, nuevo y envinado con blancos en añadas anteriores. Y el resultado es Las Cenizas, un vino «voluptuoso, frutal, con un tanino más maduro y más redondo, elegante y bebible».
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