Vidas paralelas

Amigos y viticultores en Briones, Óscar Pérez (Zaruga Wines) y Jaime Ruiz Díaz (Troqueao), sí se consideran 'hijos de la crisis': «Lo que está claro es que no hay rentabilidad ahora mismo, ya desde hace unos cuantos años, en la viticultura, por lo que dar el paso hacia la elaboración de vinos es prácticamente la única salida y, aunque no es fácil, porque casi todo lo que entra sale, es la única forma», explica Jaime Ruiz.

El viticultor comenzó a elaborar sus propios vinos en 2019, bajo la marca Troqueao –que hace referencia a los palos que llevan en sus bailes los danzadores de Briones–, mientras que una añada después, en la 2020, empezó Óscar Pérez (Vinos Zaruga): «Somos una saga de viticultores y a mi bisabuelo, abuelo y padre les llamaban los Zaruga, por lo que decidí adoptar el nombre para los vinos, ya que sin ellos nada de esto sería posible».

Mientras que a Jaime Ruiz quien le animó a elaborar vino con las uvas que cultivaba en la localidad fue Francisco Ibaibarriaga (Bodegas Betolaza) a Óscar Pérez fue Miguel Merino, ambos bodegueros de Briones: «Quizás aquí nos ha faltado una generación respecto a San Vicente o Labastida, otros pueblos cercanos y similares, donde sí que hay más jóvenes que llevan ya años elaborando, pero lo importante es que este pueblo tiene viña vieja, una tradición de cultivo que se hunde en el tiempo durante muchas generaciones y también ha venido gente de fuera, como Bárbara Palacios o Alejandro el 'Temerario' que están elaborando aquí y contribuyen a dar visibilidad al pueblo», apunta Jaime Ruiz. «Nos estamos poniendo las pilas en Briones y creo que eso va a ser muy positivo para el pueblo, porque este es un municipio vitícola que no tiene nada que envidiar a ningún otro de Rioja, con un terroir además propio, que puede ser similar pero al tiempo diferente a la Sonsierra, y creo que ahora estamos empezando a hacer las cosas bien», apostilla Óscar Pérez.

Pese a comenzar una cosecha más tarde que Jaime, el viticultor está a punto de inaugurar una bodega propia en el pueblo. No hacen falta grandes instalaciones para elaborar cantidades limitadas de vino (Zaruga comercializa en la actualidad alrededor de 3.300 botellas), pero sí requiere una importante inversión: «Es una antigua bodega-casa del pueblo, el 'bulevar' de los Zaruga lo llamaban los más mayores porque mi abuelo, en la parte de arriba, sacaba un palo con una bandera blanca y eso era señal de que podían venir vecinos a tomarse unos vinos en unas mesas corridas y merendar con las viandas que traían de casa».

Lo que ha hecho Óscar es rehabilitar el edificio, adaptar la planta baja para vinificaciones a su medida en pequeños depósitos, limpiar y desinfectar las piedras y rehabilitar el piso de arriba para catas y visitas de clientes: «Fueron mi padre y mi suegro, que trabajó en la dirección comercial de CVNE hasta que se jubiló, los que más me animaron». «La inversión es fuerte, porque hemos respetado la madera original y la piedra, pero creo que va a merecer la pena».

Zaruga ha traspasado el mercado local y sus vinos se pueden encontrar en Madrid, Ávila, Segovia o Andalucía: «Mi suegro mantiene contactos y eso ha sido fundamental, pero sobre todo el vino, que está muy bueno, aunque parezca que no tengo abuela; y la gente repite».

«Yo no tengo suegro –interviene entre risas Jaime Ruiz–, bueno sí lo tengo pero no ha trabajado en CVNE...». En cualquier caso, Jaime también aprovecha sinergias familiares: «Mi familia gestionaba la antigua posada de Briones, ahora la casa rural que lleva mi madre, y el Troqueao es uno de los vinos que ofrece, pero lo que más anima, como decía Óscar, es que da la talla y la gente repite y lo pide». «También tengo el ojo puesto en un calado para rehabilitarlo porque en este pueblo hubo cerca de 300 calados activos. Lo que estamos intentando hacer no es más que lo hacían antes nuestros abuelos y bisabuelos, elaborar los vinos que entonces, aprovechando el ferrocarril, se vendían con mucha demanda».

Los paralelismos no terminan ahí. Óscar y Jaime cultivan viejos viñedos, el primero, unas 13 hectáreas en propiedad más dos que lleva a su amigo Miguel Merino, mientras que el segundo trabaja en ocho hectáreas, cuatro de ellas en propiedad y otras tantas arrendadas. Son viñedos viejos en su mayoría, con personalidad y de los que ambos viticultores seleccionan las mejores uvas. Ambos forman parte de la nueva asociación 'Menudas Bodegas', reservada a viticultores que venden menos de 5.000 botellas, por lo que sus vidas profesional son muy paralelas.

Troqueao mezcla tempranillo y garnacha, con una crianza en barrica que lo redondea, aunque lo más destacable del vino es la frescura y su carga frutal. Su segundo vino, que no elabora en todas las añadas, es Troqueao Maceración Carbónica: «Quiero tener una referencia de esta elaboración tradicional, que no hago todos los años, sólo aquellos de mayor intensidad frutal, y del que no habrá tampoco en 2024 porque la cosecha ha sido excepcionalmente corta».

Zaruga, por su parte, es un vino de tempranillo (75%), garnacha (20%) y mazuelo (5%), variedades estas dos últimas de una pequeña parcela da apenas dos fanegas que el 'Zarugilla' elabora junto con las uvas de tempranillo de otro viejo viñedo. Un vino muy redondo, amable y de trago largo y buen recorrido al que el viticultor sumará en breve otro hermano blanco: «Tenemos viejas viuras y algo de garnacha blanca, así que tenía ilusión por probar con un blanco y, aunque la idea es no volvernos muy locos con una producción tan pequeña como la nuestra, en breve tendremos un Zaruga blanco en el mercado».

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