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Javier Peciña, asomado al paisaje de San Vicente. Justo Rodríguez
Del anonimato a estrella emergente
Hijos de la crisis

Del anonimato a estrella emergente

Javier Peciña da voz propia a unos valiosos viñedos antes destinados al granel, trasladando con pureza el fruto de la tierra a sus vinos

Sergio Martínez

Logroño

Miércoles, 27 de noviembre 2024

Como un caro perfume que diluye su aroma al aire libre, durante demasiado tiempo, Rioja ha tenido a grandes viñedos produciendo para vinos genéricos que enmascaraban una riqueza que habla por sí sola. Y con lo suyo, Javier Peciña quiso enmendar esa pérdida, sacar del anonimato del granel las fincas que le habían visto crecer, ofrecerles un altavoz para reinvidicarse.

No es poca cosa aventurarse en estos días inciertos, pese a que Javier Peciña se considera «afortunado» por el legado familiar y vegetal que asumía. Raíces sólidas. Concluyó sus estudios de Enología y en 2021, con solo 23 años, empezó su pequeña revolución. En la bodega de San Vicente, bajo tierra, dominan a lo alto los grandes depósitos heredados del proyecto familiar enfocado al granel, pero en la práctica ahora mandan los microdepósitos encajados donde queda un hueco y unas pocas barricas a pie de escalera. La magia y el contraste de la transición.

Javier Peciña Hornillo 2023

Javier Peciña Hornillo 2023
  • Tempranillo de sesenta años a las faldas de la Sierra Cantabia.Redondo, voluminoso y de retrogusto floral 28,50 €.

  • La Bodega

  • Dirección Calle Prado, 2

  • Teléfono 651 103 444

  • Web javierpecina.com

  • Instagram @javierpecinawine

Javier Peciña se reconoce más viticultor que enólogo y esa 'nueva' bodega responde a una llamada de la tierra, es un reflejo de la identidad de un proyecto con dos sellos destinados a sus mejores uvas: Bodegas Feco es el ensamblaje, la evolución suave desde lo que hacían su padre y su tío, mientras que su marca homónima, Javier Peciña, es la singularidad de sus parcelas fetiche con un enfoque más personal y diferenciador.

«Siempre cuesta un poco cambiar las mentalidades, pero a mi nunca me han parado los pies. El primer año, recién salido de la universidad, le dije a mi padre que iba a comprar un depósito de 1.000 litros, coger el tempranillo blanco y hacerlo maceración carbónica. En vez de mandarme por ahí, me dijo: 'Vale'», relata con orgullo. Precisamente, ese blanco primigenio, 'San Juan', nace en «una viña joven pero muy bien regulada, ni vigorosa ni explosiva, con una producción contenida y de altísima calidad».

'Hornillos' es otra cosa, un tempranillo de una finca de más de sesenta años, plantada a la antigua usanza, escoltada por viuras y que convive con parcelas de Riojas 'premium'. «Son dos fanegas que han dado solo mil kilos, producciones bajísimas a las que hay que dar un valor añadido», comenta Peciña sobre esta joya generacional.

Y uno de los secretos, otro de sus golpes de «fortuna» le traslada a Cordovín, una finca familiar –esta vez por parte de madre– de mediados del pasado siglo que le permite elaborar 'Camino Villar' con garnachas del Najerilla: «Es un entorno diferente, con suelos arcillo-ferrosos más pobres donde trabajamos más con cubierta vegetal. Son clones antiguos, con racimos pequeñitos y con pocos granos, de uva concentrada».

Justo Rodríguez

Reivindica una zona donde los tintos ya ganan carácter propio, como él mismo demuestra: «Tienen grandes viñedos pero como no son rentables ni se les da valor, se pierde ese patrimonio».

Sus tres vinos parcelarios están marcados por una filosofía de mínima intervención. «Para que la viña se exprese hay que dejarle hablar. Queremos reflejar lo que nos da de una forma fiel y pura», señala desde la vertiente enológica, aspirando a vinos que te lleven de la mano por parajes de las faldas de la sierra Cantabria o el bajo Najerilla, «que sientas el cambio de clima, de suelo, de entorno...». Un enfoque que se traslada también al aporte de la madera: «Utilizo la barrica para redondear el vino pero no para que lo marque ni quite esos aromas de la fruta, de la viña, del 'terroir'». Todos, sin filtrar, sin aditivos, tienen 8 meses en barrica. El viñedo es el elemento diferencial, allí donde el Javier viticultor manda.

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