Menos es más

Ni es la primera ni será la última, pero esta crisis tiene dimensiones mundiales. La caída del consumo de vino desde 2017, con cada vez mayores presiones de las autoridades sanitarias por su contenido alcohólico, el desvío de la demanda de tinto hacia el vino blanco, la tendencia hacia vinos con menor grado y extracción, en un momento en que el cambio climático presiona además para todo lo contrario, apuntan a una reestructuración del sector a nivel mundial.

Menos producción, menos extracción, menos graduación alcohólica, menos agua, menos abonados, menos madera... Son algunas de las pautas hacia las que se dirige el mundo del vino de calidad que significan más identidad de origen, más compromiso ambiental, más sostenibilidad y responsabilidad social, más diversidad varietal... En definitiva, menos vino pero más diverso y con más valor añadido, lo que implica cambios sustanciales en el modelo industrializado de las últimas décadas: «El mundo del vino debe revisar esa euforia de plantar en lugares donde no se debe», advertía LuigiMoio, presidente de la OIV en estas mismas páginas hace un año.

A Rioja, y a otras denominaciones tradicionales especializadas en tintos como Burdeos, el nuevo escenario les pilla con el pie cambiado. A la espera del balance de 'víctimas' en Rioja, especialmente entre los viticultores a quienes la crisis les pilla demasiado mayores, esta tendencia de menos es más tendrá consecuencias sobre el modelo.

Mientras el Consejo Regulador ha optado hasta ahora por fiarlo todo a la coyuntura sin tomar medidas estructurales más allá de aprovechar las ayudas públicas para destruir uvas y vinos, bodegas y viticultores riojanos ya están moviendo ficha y en estas páginas intentamos apuntar hacia donde van los tiros.

La clasificación tradicional de Rioja de vinos por tiempos de estancia en bodega (crianza, reservas y gran reserva) ha sido un éxito durante décadas pero hoy en día se queda escasa, aunque, lógicamente, seguirá siendo una referencia. Pero zonas, pueblos y viñedos empiezan a aparecer en los etiquetados. Aunque aún no de forma generalizada, la reciente flexibilización de la normativa de los vinos de pueblo impulsará el desarrollo de las identidades municipales como desarrollamos en estas páginas.

La creatividad y la innovación no tienen límites y, especialmente, Rioja está ahora mismo 'creando' nuevos blancos y rosados, de estilo libre y, al tiempo, recuperando antiguos clásicos de larga crianza, que han despertado el interés de crítica y consumidores.

Rioja es puntera en investigación y cuenta con un amplio catálogo de variedades autóctonas. La recuperación de uvas minoritarias como la maturana tinta y blanca han sido un regalo para completar 'cupajes' e incluso para elaborar nuevos varietales de impacto que ya se pueden encontrar en el mercado. Hoy en día ya no interesan los clones uniformes y superproductivos, pero tanto el Instituto de las Ciencias de la Vid y el Vino (ICVV) como bodegas particulares (Roda) trabajan desde hace décadas con clones variados menos productivos y que se adaptan mejor a la sequía y ciclos más cortos.

No nos olvidamos del centenario de marcas punteras como Ramón Bilbao, que trabajan desde hace tiempo en la adaptación al nuevo entorno, ni tampoco que de las crisis siempre salen oportunidades. Rioja elabora hoy mejores vinos que nunca y la generación mejor formada de la historia puede contribuir a devolver el prestigio perdido a una de las grandes zonas vitivinícolas del mundo. Son los 'hijos de la crisis', con nuevos proyectos o con el cambio de dirección de los negocios familiares que son los que pueden salvar los pueblos del fantasma de la despoblación

Pasen y lean porque los vinos ya no quieren ser marqueses y el propio diseño de las etiquetas apunta hacia toda esta diversidad y creatividad que puede encontrarse bajo el paraguas común: RIOJA.

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