José Ramón Cámara, en el acceso a la bodega que ha rehabilitado, conservando la esencia del lugar, en Cuzcurrita del Río Tirón. :: albo

Un 'descubrimiento' en Cuzcurrita

'La Bodega del Tesoro' es un ejemplo de puesta en valor del patrimonio enológico | La construcción data de 1881 y estuvo 30 años cerrada, hasta que un emprendedor, José Ramón Cámara, vio que se ajustaba a su proyecto como un guante

Javier Albo

Santo Domingo

Jueves, 10 de octubre 2019, 07:25

José Ramón Cámara buscaba una bodega y se encontró un tesoro. Lo halló en Cuzcurrita del Río Tirón, hace dos años, en una vieja bodega construida en 1881. Cuando entró en ella, después de recorrer otras muchas localidades tras ese «algo especial» con el que quería dar un paso más allá, diferente, a lo que es su agencia de Enoturismo, se la encontró tal y como alguien la dejó hace treinta años, el tiempo que había permanecido cerrada; tres décadas en las que se apoderó de ella el mismo silencio que reinaba en el imponente calado -este, de varios siglos- al que se trasegaban los caldos del lugar. Y todo aquello le cautivó, tanto que su entusiasmo prontó superó los 'peros' derivados de la reforma necesaria para adaptar a su proyecto el desvencijado estado del lugar, algo a lo que este ayudó mucho. «A medida que íbamos reformando y viendo el resultado, nos dábamos cuenta de que esto era mejor de lo que pensábamos inicialmente», explica. Y así, durante tres meses, su concepto de bodega fue tomando forma y ganándose un nombre: 'La Bodega del Tesoro'. El tesoro, está claro, es la bodega en sí, donde pasado y presente se funden entre luces y sombras para conducir al visitante desde el 'ayer' al 'hoy'.

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«Tesoro», palabra que repitieron algunos de sus antiguos propietarios y trabajadores, cuando, una vez rehabilitado, volvieron a entrar al lugar, tan cambiado y a la vez, con tantos recuerdos conservados. En aquella bodega se elaboró el vino mediante maceración carbónica, es decir, sin añadir levaduras para la fermentación alcohólica. Allí se pisaba la uva en grandes tinas abiertas, una de las cuales ha sido reconvertida en un singular espacio que enmarca los almuerzos que se sirven en el lugar. «Mi idea era darle otro concepto, que no fuera una bodega tipo museo, sino darle vida», explica. Así, la experiencia se forja en cada visita por la bodega y su recuperado calado, en el que se llegaron a elaborar hasta 100.000 litros de vino, porque distribuía a diversas provincias. De él cuenta que para llevar la manguera de un lado a otro la ataban a un perrito, al que llamaban desde la salida del pequeño túnel que comunicaba ambos lugares, sobre el que discurre hoy la carretera. Un sistema básico, pero efectivo.

Aquel trabajo cesó y las barricas se secaron. Pero cuando José Ramón cogió las riendas del proyecto pensó en tener su propio vino. Era consciente de que «ni somos enólogos ni somos agricultores», y, por eso, buscó a los que sí lo son y produjo un vino exclusivo en dos variedades -Garnacha y Maturana Tinta-, del mismo nombre que la bodega. Su etiqueta es la antigua llave que aún abre el lugar, en el que, previa reserva (labodegadeltesoro@gmail.com y teléfono 607 21 49 89), se realizan visitas, degustaciones -también de aceite-, junto a un picoteo y almuerzos.

La reforma duró tres meses y ha mantenido el sabor añejo del lugar para ofertar historia viva

«Muchas veces no somos muy conscientes de lo que tenemos; los extranjeros lo valoran mucho más»

Su proyecto se completará, en el futuro, con otros dos edificios contiguos que ha comprado, uno de los cuales piensa convertir en vinoteca. «Estamos recuperando un patrimonio que de otra forma se iba a perder», subraya. «Los extranjeros lo valoran mucho más; los de aquí, muchas veces no somos conscientes de lo que tenemos», añade. Lo ha hecho, además, manteniendo la esencia de los edificios y para lo que sirvieron; ese espíritu añejo que, de alguna forma, revaloriza un tesoro que aguardó 30 años a que alguien lo descubriera.

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