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Arriba, visitantes en Franco Españolas y Bodegas Lecea; abajo, grupos en Tritium y La Bodega del Tesoro. J. RODRÍGUEZ / S. TERCERO
Cuatro historias de éxito en el enoturismo en La Rioja

Cuatro historias de éxito en el enoturismo en La Rioja

Más de 200 bodegas practican ya esta actividad de abrir sus puertas al público para enseñar todos sus encantos. Franco Españolas, Lecea, Tritium y La Bodega del Tesoro cuentan sus experiencias

Domingo, 16 de junio 2024

El enoturismo está al alza en la Denominación de Origen Calificada (DOCa) Rioja. Es ya una actividad plenamente integrada en el día a día de las bodegas y son ya cada vez más las que la desarrollan con éxito y con un volumen de negocio que contribuye de manera importante en su cuenta de resultados. Diario LA RIOJA ha pulsado la opinión de cuatro bodegas representativas: Franco Españolas en Logroño, Lecea en San Asensio, Tritium en Cenicero y La Bodega del Tesoro en Cuzcurrita de Río Tirón.

Bodegas Franco-Españolas Logroño

Hemingway, Alfonso XIII y Marcos Eguizábal, nombres propios de un modelo de éxito

Un grupo de visitantes recorre, entre barricas, la sala de la Virgen en las instalaciones de Bodegas Franco-Españolas. JUSTO RODRÍGUEZ

El año 2023 también fue de récord para el enoturismo en Franco-Españolas. Un total de 64.938 personas visitaron las instalaciones de esta bodega ubicada a cinco minutos a pie del centro de Logroño, «que para nosotros es una ventaja competitiva incomparable», destaca Elena Pilo, directora de enoturismo, un área propia de negocio dentro la empresa y que aporta el 10% a la cuenta de resultados. «Para 2024 está previsto que genere (esa actividad) 1,6 millones de euros y un tercio de los ingresos procederá de la venta de vino», añade con orgullo.

Desde 2009 el enoturismo se desarrolla de manera profesional, pero hay que remontarse mucho más tiempo atrás para «tener visitantes extranjeros» y además de renombre. Pilo se refiere a dos presencias ilustres en una bodega que acumula ya 134 años de historia, la más antigua de Logroño. El rey Alfonso XIII estuvo en ella en 1903 y 1925. Y tres décadas después la visitó Ernest Hemingway, aprovechando su viaje a la ciudad para ver torear a Antonio Ordóñez. Diamante, Royal y Rioja Bordón fueron los vinos que, se dice, cató el escritor y periodista norteamericano.

«Fueron nuestros primeros enoturistas», refrenda Pilo, que introduce un tercer nombre propio en la apertura de la bodega al público: Marcos Eguizábal. «Cuando compró la bodega –en el año 1984– siempre apostó por comunicar el vino de forma más cercana». Y ese sigue siendo el principal objetivo de la compañía y, en concreto, del departamento de enoturismo ya que son anfitriones de eventos multitudinarios en el plano cultural como los festivales MUWI o Actual.

60.000 metros bajo tierra

El visitante que recorre Franco-Españolas completa el viaje natural que hace la uva al llegar a la bodega. Conoce el pisado, puede tocar los tinos centenarios originales y que es donde antaño fermentaba el vino. La ruta enoturística sigue por las salas de la Virgen, Trasiega o Diamante, en la que están dos de los vinos legendarios como son Bordón y Diamante. El botellero es otra joya histórica aunque lo que verdaderamente llama la atención está en el subsuelo. «Cuando vienes a la bodega por el Puente de Hierro, no esperas que te vas a encontrar con 60.000 metros bajo tierra» que recorren desde ese puente al de Piedra, explica la responsable de enoturismo.

Pilo reclama a las direcciones generales de las bodegas una apuesta «decidida, de verdad y con recursos económicos» para una actividad que «aún no tiene techo». Pero también reconoce que el crecimiento puede tener un límite «cuando un destino toca techo». Todavía no es el caso de la Denominación Rioja porque también se adentró en el enoturismo «más tarde que otras regiones». Una vez llegado ese momento, «tendremos que ser capaces de reinventarnos para seguir captando la atención de un público» cada vez más exigente.

Bodegas Lecea San Asensio

El 50% de sus ventas, de forma directa en bodega

Tres jóvenes madrileñas brindan durante su paseo por los viñedos de Lecea. SONIA TERCERO

Quince años se cumplirán en este 2024 del primer pisado de la uva para elaborar el Corazón de Lago, el vino de maceración carbónica que se ha convertido en un icono en Lecea. Entonces, en 2009, comenzó a desarrollarse el enoturismo en esta bodega familiar cuya quinta generación sigue con la filosofía de preservar la tradición, pero con nuevos proyectos como un 'wine bar' con terraza o con un sexto calado que, como los otros que han ido adquiriendo, también van a restaurar. Porque la recuperación de este patrimonio subterráneo –catorce metros bajo el suelo– del siglo XVI «es una de nuestras señas de identidad», destaca Estela Lecea, responsable de enoturismo.

En esta bodega «hemos entendido la necesidad y la importancia de dar a conocer nuestro producto» y ofrecen diversas actividades como paseos entre viñedos con bicicletas eléctricas a bordo de coches clásicos 4x4 descapotables. «Tratamos de generar experiencias divertidas y novedosas entre nuestros clientes, es una buena forma para fidelizarlos y darnos a conocer hacia ellos», añade una de las hijas de Luis Alberto Lecea y que, junto a sus hermanos Pablo y Lidia, está al frente de la empresa.

En torno a 12.000 visitas recibieron el último año en esta bodega de San Asensio, que «es la primera que aparece recomendada en Tripadvisor», una web estadounidense especializada en viajes. Por este motivo, el mercado de habla inglesa es el principal emisor de visitantes a Bodegas Lecea «y cada vez estamos recibiendo más norteamericanos y británicos pero también más sudafricanos y australianos».

Es tal el impacto del enoturismo para esta familia que «el 50% de nuestras ventas la hacemos de forma directa en bodega». Pero quieren seguir creciendo, pero para ello «se necesita unidad de acción entre todos los agentes de Rioja», concluye Estela Lecea.

Bodegas Tritium Cenicero

De recibir turistas en el garaje a vender vino en ánforas de barro

La guía Itziar Calleja ilustra sobre la cata a unos norteamericanos en el 'wine bar' de Tritium. J. RODRÍGUEZ

Una bodega del siglo XV con un calado de 200 metros y viñedos de más de 90 años son «algunos de nuestros principales encantos» en Bodegas Tritium, destaca Francis Rubio, que junto a su socio Javier Fernández lideran este proyecto «muy vinculado al enoturismo». Desarrollan esta actividad de manera profesional hace unos ocho años «pero llevamos mucho más tiempo practicándola», recuerda, «cuando recibíamos a clientes, proveedores y distribuidores extranjeros». Entonces, la atención era en un garaje «pero ya abríamos nuestras puertas al público».

Ahora estas visitas ya se han profesionalizado «y entendemos el enoturismo como una parte importante de nuestro negocio», que genera en Tritium aproximadamente la mitad de las ventas. «Y eso que estamos en una calle de apenas 2,5 metros de ancho y además Cenicero, turísticamente hablando, no es Laguardia o Haro», confiesa Rubio. Pero su bodega ha ido creciendo con atractivos como la elaboración de parte de sus vinos en ánforas de barro, cerrando así el círculo dado que las uvas proceden de una zona (Tricio, cuyo topónimo romano era Tritium) donde la cerámica era un material habitual.

Algunas de esas ánforas reposan en la bodega y otras se depositan en el mar Mediterráneo para que hagan su crianza de once meses en el fondo de la costa tarraconense. «Vendemos el vino en pequeñas anforitas, son botellas de barro de tres cuartos de litro pero vidriadas por dentro», explica Francis Rubio.

La diferenciación tiene que ser «nuestra seña de identidad, hay que apostar por cosas exclusivas», añade. Y en este sentido ya trabajan en nuevos proyectos como otro calado contiguo a la bodega y cuya restauración se la han encargado al reputado interiorista y diseñador catalán Francesc Rifé. «Queremos ampliar instalaciones para ofrecer la mejor atención posible a los visitantes», concluye.

La Bodega del Tesoro Cuzcurrita del Río Tirón

Comer en lagares de madera y con vinos de distintos enólogos

Cámara explica las características de un vino a unos turistas británicos. SONIA TERCERO

«Yo vendo turismo, no vendo vino». La frase corresponde a José Ramón Cámara, que está al frente, junto a su mujer Yosune de Francisco, de La Bodega del Tesoro, en Cuzcurrita, donde tampoco se elabora vino pero sí tienen referencias de algunos distinguidos enólogos «que nos hacen botellas exclusivas», como Juan Carlos Sancha, Abel Mendoza o Pilar Fernández Eguíluz.

Por este singular concepto de turismo y vino apostó Cámara hace siete años y «desde el primer momento he querido diferenciarme y ofrecer cosas distintas, porque a quien le gusta este mundo de las bodegas y viene a Rioja seguro que antes ha pasado por Francia o Italia o por Chile, Argentina o Napa Valley».

Se refiere, principalmente, al turista extranjero, su cliente casi en exclusiva. Su trayectoria profesional organizando viajes con extranjeros le avala «y desde que hace siete años decidimos poner en marcha La Bodega del Tesoro hemos tenido claro qué queríamos ofrecer y a quién nos queríamos dirigir».

La tradición es el elemento diferenciador de su propuesta «y para ello qué mejor que ofertar al cliente unas patatas con chorizo y unas chuletillas y la posibilidad de comer en unos lagares de madera». Es uno de los 'tesoros' que tiene esta bodega que data de 1881 pero que fue en 2017 cuando la adquirió Cámara. «Llevaba cerrada treinta años pero seguía teniendo su encanto», recuerda. Un calado histórico, las grandes tinas de madera originales donde se elaboraban los vinos... Tradición vitivinícola en estado puro.

José Ramón Cámara quiere que su bodega, con vinoteca y 'wine bar' que abre fines de semana y verano, sirva también para que pequeños productores puedan darse a conocer. «Porque en Rioja hay sitio para todos, pero algunos necesitan más ayuda que otros», asegura. La apuesta por la calidad «tiene que ser una prioridad de todos los que estamos dentro de esta Denominación de Origen».

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