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Paco Hurtado de Amézaga e Isaac Muga charlan, en la Sala Negra de Logroño, con un tema apasionante de coloquio: las grandes añadas de Rioja. MIGUEL HERREROS

Cosechas con historia

Palabra de Rioja ·

Dos bodegueros de raza, Francisco Hurtado de Amézaga e Isaac Muga, charlan de aquellas cosechas que colocaron a Rioja en lo más alto del panorama vinícola mundial. Y ambos brindan por las que todavía están por llegar

FERNANDO BÓBEDA

Miércoles, 9 de diciembre 2020

Conviene echar la vista atrás y enorgullecerse de un pasado como el nuestro, con un bagaje de cosechas históricas del que pocas zonas pueden presumir y, mucho menos, permitirse. Paco Hurtado de Amézaga e Isaac Muga piensan así. Rioja es, y ahí radica su grandeza, una de las regiones con mayor capacidad de guarda en sus vinos.

Marqués de Riscal y Muga son, una en Elciego y otra en Haro, dos clásicas que conocen la inaudita capacidad de envejecer de nuestros vinos. Son bodegas que ven pasar las añadas a su ritmo, ajenas al ruido fuera de sus calados. Toma la palabra, por respeto a la experiencia, el alavés: «Cuando algunos periodistas vienen a mi casa, se sorprenden de que incluso añadas como 1870 ó 1872 sigan en plena forma. Algunos no llegan a entender esa excelencia», afirma con la convicción de aquel que sabe bien de lo que habla.

«Y es por la uva que había en aquella época. Recorro cerros y, cuando los veo llenos de pinos, recuerdo que todo aquello eran viñas y que de allí salían grandes vinos, con plantas que se autorregulaban y producciones que raramente superaban los 4.000 kilos... En aquellos vinos todo se unía para calidad extrema».

«Si se siguen haciendo las cosas bien tenemos un futuro único en Rioja. Las últimas cosechas son espectaculares»

Isaac Muga | Bodegas Muga

«Nosotros solo llamamos viñas viejas a las de antes de 1970 porque están plantadas con todos los sacramentos»

Francisco Hurtado de Amézaga | Marqués de Riscal

Opinión que confirma Muga: «Nosotros estamos volviendo a terrenos donde nos dice la gente del pueblo, 'mira, ahí había una viña espectacular', intentando recuperar esa riqueza. Nos hemos convertido en comodones, pero hay que volver a ser exigentes y rescatar aquel patrimonio genético, aquellas terrazas en zonas pobres, aquellas vides...».

Lo dicho, en un mundo vitivinícola donde muchas bodegas parecen yonquis de la aprobación ajena, nuestros protagonistas son insensibles a la impaciencia, anticipan escenarios y ven el mundo pasar sin importarles la velocidad a la que otros circulan. Por eso son quienes son, instituciones con pensamiento propio.

Los años 70... ¿qué pasó en los años 70? Incide en la cuestión Hurtado de Amézaga: «Hasta 1970 Rioja era un bálsamo de paz y orden, con todo viñas vieja viejas y de calidad. Luego se inicia una etapa de plantaciones un poco loca, hasta que nos dimos cuenta de que no era el camino». «Rioja consiguió su fama y su posición de privilegio», recalca Muga, «en las décadas de los 40, 50 y 60 con producciones naturales de 3.000-4.000 kilos por hectárea y uvas de extraordinaria calidad». Mete baza su contertulio con un punto de ironía, «y 3.000 kilos ya eran muchos... Nosotros estamos reinjertando para volver a disfrutar de aquel tipo de viñas y los resultados son estupendos».

El roble como equilibrio

El equilibrio en la madera es fundamental. Ya no se ven aquellas barricas con multitud de usos, pero tampoco la utilización masiva de madera nueva de los 90 en los que se abusó del roble. «Los de ahora son vinos más equilibrados, un poco de francés, un poco de americano... El uso de las maderas está en un momento de cambio. El mercado, además, pide frescura, quiere disfrutar», afirma el de Riscal.

«Hay que buscar un justo equilibrio, dependiendo del vino que quieras hacer el uso adecuado de la madera resulta vital. En nuestro gran reserva huyo de la madera nueva, debe ser la mejor, pero no nueva; recuerdo nuestro primer Prado Enea de 1969, eran nuestras mejores barricas pero ya con un par de usos, y acertamos porque sigue estando pletórico. Son vinos de trago largo», opina Isaac Muga. Vinos sin edad, de esos a los que habrá que tomarles el pulso dentro de una o dos décadas y lo mantendrán intacto.

¿Y un nuevo 1964? «Puede ser, se están haciendo las cosas muy bien y podría pasar la cosecha que menos te lo esperas». Y recalca esta impresión Hurtado de Amézaga, «estos últimos años nos pueden dar muchas sorpresas, en Rioja se está viviendo un momento increíble; la cosecha del 17, lo que se salvó de la helada; la del 18, que está dando la cara; la del 19, que fue un auténtico cosechón de calidad, y la del 20, que es estupenda. La situación no puede ser mejor».

Vaya el brindis, a modo de colofón, por esas añadas históricas que nos llenan de orgullo a todos los riojanos. Pero sobre todo por las futuras que ya reposan en los calados y que pueden incluso superar a aquéllas que nos dieron fama y grandeza.

1964: la cosecha mítica de Rioja

Hay denominaciones que tienen fechas marcadas y subrayadas, cosechas que supusieron un antes y un después. Para Rioja, 1964 es «la cosecha». Una añada grandiosa porque unió cantidad con una enorme calidad. Paco Hurtado de Amézaga, que vivió en primera persona aquella cosecha, es claro hablando de los grandes vinos de 1964: «Ha sido la cosecha mítica del siglo XX, los mejores vinos que se han probado en Rioja, unos vinos que se distinguían por su color y por una misteriosa frescura que a día de hoy todavía la mantiene. Están en una etapa de meseta que puede ser larguísima, de 70, 80 ó 90 años. Todos los que prueban estos vinos nos comentan que no cambian, que están ahí estabilizados, gloriosos».

Como homenaje a la mítica añada de 1964, el Consejo Regulador organizó en 2014 una cata con once tintos de la cosecha de la mano de Pedro Ballesteros, Master of Wine, y Carlos Echapresto, quienes destacaron que, tras varios años lluviosos, 1964 fue seco y con un verano caluroso. Fueron elaborados 135 millones de litros, cuando lo habitual eran cosechas más cortas. «La añada fue memorable, y los vinos se presentan más de 50 años después vivos, brillantes y con una plenitud sorprendente». Vinos los del lejano 1964 que colocaron a Rioja en lo más alto, a la altura de los mejores Burdeos o Borgoña. Un año, en definitiva, en el que se dieron todas las circunstancias para que se produjera un verdadero milagro.

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