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«El clima y los nuevos patrones de calidad y consumo obligan a revisar el cultivo de la vid»

«El clima y los nuevos patrones de calidad y consumo obligan a revisar el cultivo de la vid»

Mar Vilanova ·

Directora del Instituto de las Ciencias de la Vid y el Vino (ICVV)

Alberto Gil

Logroño

Domingo, 3 de noviembre 2024, 19:34

Veinte años de trayectoria de investigación vitivinícola en el CSIC, los tres últimos en el propio Instituto de las Ciencias de la Vid y el Vino (ICVV) de La Grajera, especializada en calidad aromática de uvas y vinos y análisis sensorial, formadora de profesionales, autora de trabajos sobre variedades minoritarias gallegas y directora de proyectos nacionales e internacionales de investigación, especialmente en los últimos años sobre el manejo del riego para la calidad en el viñedo ante la evidencia del cambio climático. Es la tarjeta de presentación de la doctora en Biología y máster en Viticultura y Enología Mar Vilanova, investigadora gallega que acaba de asumir el timón del ICVV tras la jubilación de su anterior director, José Miguel Rodríguez Zapater. Lo hace con el convencimiento de que la institución puede ser un centro de asesoramiento práctico para viticultores y bodegas y con la idea de intensificar la transferencia de conocimiento: «El consumidor de vinos es más exigente, el patrón de calidad y de consumo ha cambiado y lo que antes era más, ahora es menos. Rioja, como muchas otras regiones del mundo, va a tener que adaptarse para intentar sacar partido de todo esto».

– Una mujer al frente del ICVV, el centro más potente del país de investigación vitivinícola. ¿Es importante?

– Afortunadamente, esto ya es de lo más común. Cuando completé mi formación en la Universidad de Burdeos, becada por la Xunta de Galicia hace 30 años, sí que me hicieron una entrevista porque era noticia que una mujer se fuera a Francia a estudiar sobre cata de vinos (risas), pero hoy las mujeres ocupamos puestos de liderazgo en toda la industria del vino: en la enología, en la viticultura, en los departamentos comerciales, en la dirección de empresas y, también, en la investigación.

El cambio climático es una de las grandes áreas de trabajo del ICVV. ¿Tenemos alternativas en Rioja, con las variedades y con la propia geografía de la región, para afrontar el calentamiento?

– El cambio climático es una amenaza actual y futura para un cultivo, además, completamente ligado al territorio. Antes de pensar en desplazar viñedos, hay que ver qué recursos tenemos. En este sentido, podemos adaptar los sistemas de producción, utilizar nuevos clones e incluso un cierto recambio varietal. El incremento de la temperatura y la falta de disponibilidad de agua afecta ya al ciclo de la vid y, por tanto, a la calidad. La maduración se adelanta, hay más azúcares, baja la acidez..., así que debemos buscar prácticas de cultivo para conseguir un equilibrio y lograr viñedos más sanos de forma sostenible. Necesitamos esas variedades minoritarias autóctonas que Rioja afortunadamente tiene, mientras que las bodegas ya están adoptando tecnologías para ofrecer vinos acordes a la demanda de los consumidores, con mayor frescura para compensar el alto grado alcohólico y la sobremaduración que el cambio climático provoca en las viñas. En ello también estamos con varios grupos de investigación del ICVV. El consumidor está un poco cansado de lo mismo. Necesitamos menos grado y menos kilos y esa opción está en gran medida en algunas de las variedades minoritarias.

Presente y futuro

«Las variedades minoritarias son una opción por menor rendimiento, grado y diferenciación»

Nuevo escenario

«No hablo de cambios drásticos, pero sí de cambios y el ICVV, un ente público, está para dar soluciones»

¿Hay que revisar las técnicas de cultivo actual? Me refiero por ejemplo al riego que hasta hace no mucho, en el Estatuto de la Viña de 1970, estaba prohibido salvo excepciones.

– La prohibición de riego fue derogada en 1996 debido a una gran sequía y la actual Ley del Vino, de 2003, lo permite, pero es cierto que emplaza a las comunidades autónomas a ser más restrictivas. La realidad es que el cambio climático ha provocado situaciones de demanda hídrica en épocas en las que antes no era necesaria el agua. En el ICVV existen grupos de trabajo estudiando estos temas y yo misma llevo una investigación, con grupos de todo el país, sobre el uso eficiente del agua controlando la producción para mejorar la calidad de la uva mediante riego deficitario controlado combinando con prácticas de cultivo para regular rendimientos. Pero, sí, el agua va a escasear y hay que racionalizar mucho su uso. Lo que no puede ser es seguir regando para producir más cantidad de uva. Tenemos importantes excedentes y una caída el consumo de vino, por lo que hay que replantearse el riego, pero un riego bien hecho mejora la calidad y va a ser cada vez más necesario. A mí me gusta hablar de riego deficitario, manejando el estrés de la plantas, y estamos obteniendo muy buenos resultados.

– Nadie va a poner en tela de juicio la uva tempranillo, pero tenemos demasiado tempranillo en Rioja. ¿Habría que volver a pensar en variedades más rústicas, como garnacha o graciano?

– El tempranillo marca la identidad de los vinos de Rioja y no tiene por qué dejar de ser así, pero soy defensora de las variedades autóctonas y creo que la riqueza varietal de una zona hay que protegerla, y eso significa cultivar las minoritarias. Las hay en Rioja muy buenas, que se abandonaron por ser poco productivas o porque no maduraban bien, pero ahora sí lo hacen. Por ejemplo, garnacha y graciano, como dice, funcionan muy bien en estas nuevas condiciones del cambio climático. Además, el consumidor está buscando cosas nuevas y la maturana tinta y blanca, el tempranillo blanco, la benedicto, madre del tempranillo, o incluso la legiruela, una uva blanca que se halló en Valvanera y que se cultiva a mil metros del altitud, son muy buenas opciones. Es lo que se está haciendo en Galicia, por ejemplo, donde ya no todo es albariño. El concepto de calidad también ha cambiado: antes valía con la uva sana y madura, pero el consumidor quiere además otras percepciones sensoriales. Es más exigente.

¿Quiere decir que hay que reinventarse y salir de la zona de confort?

– Hay que pensar más en el largo plazo. Si vas a plantar hay que analizar otras variedades, así como la propia diversidad intravarietal. Tenemos en muchos casos clones casi únicos, con lo que un problema de enfermedades podría incluso arrasarlo casi todo. Hay una pequeña revolución en el mundo del vino, tanto por el consumo como por el cultivo y por la exigencia de sostenibilidad, así que hay que saber gestionar la situación para sacar partido. El mundo del vino se enfrenta a cambios de hábitos de consumo, a un menor consumo en general o al cambio climático entre otras cosas. Ahora menos es más: menos rendimientos, menos grado y menos intervención siempre en busca de la mejora de la calidad. Es necesario un equilibrio y una buena gestión en el viñedo para conseguir ese equilibrio.

Están trabajando en el ICVVtambién con material vegetal, no sólo variedades, sino clones y familias. ¿Qué posibilidades hay en ese sentido? ¿Hemos empobrecido patrimonio vegetal que podría ser útil para el futuro?

– Sin duda. El Gobierno de La Rioja hizo un magnífico trabajo de prospección y conservación de variedades y clones en una colección que ahora está estudiando el ICVV y que nos da un extraordinario potencial investigador. El uso predominante de algunos clones, por razones productivas aunque también sanitarias, ha empobrecido el acervo intravarietal, pero ahora existe una percepción diferente. Hay interés en recuperar variedades casi olvidadas, que ofrecen diferenciación, en una oferta de vinos demasiado globalizada. El gusto del consumo ha cambiado, lo mismo que el concepto de calidad y la competencia en el mercado global demanda tipicidad y diversidad, lo que exige un replanteamiento de nuestra viticultura para ser competitivos.

La situación del sector, no sólo en Rioja, es muy difícil. ¿Es posible una viticultura de calidad sin rentabilidad?

– Evidentemente, no. El concepto de calidad ha cambiado. La OIV define la viticultura sostenible como aquella que es respetuosa con el medio ambiente, rentable y social. Eso es una necesidad y debemos reflexionar sobre si nuestra forma de producir actual es sostenible. Nada va a ser como antes: la viticultura debe ser sostenible a largo plazo y rentable para que las personas puedan vivir de esto. Hay que hacer cambios. No hablo de cambios drásticos sino de adaptación y el ICVV, como centró público, está para dar soluciones. Trabajo mucho con empresas, en Galicia lo he hecho y aquí quiero hacerlo también. Recientemente hemos solicitado un proyecto de centro para el ICVV, el proyecto MaX-CSIC, que si lo conceden supondrá una mejora en muchos aspectos del Instituto y en el que hemos contemplado un acercamiento al sector mediante la creación de una oficina de asesoramiento que facilitará la divulgación y la transferencia.

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