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Vivir a veces es complicado, pero sobrevivir puede ser una odisea. Birane dejó su Senegal natal hace 13 años y desde entonces ha atravesado varios desiertos físicos y vitales. Llegó a España pero su viaje no ha terminado. Desde entonces se ha pateado, literalmente, ... toda la Península Ibérica en busca de trabajo. En el último mes ha estado en Albacete, Lérida, Villafranca del Penedés y Huelva, donde ha pasado los últimos cuatro días antes de recalar en Logroño. «Es la segunda vez que estoy aquí; estuve en la vendimia en 2014». Por la mañana estuvo en la oficina de contratación para temporeros que tiene Cáritas en los bajos de la estación de autobuses. «Vine sin trabajo, a buscarme la vida, pero cada vez es más difícil». Lo dice guardando la fila, antes de entrar por la noche a dormir en el albergue habilitado por el Ayuntamiento en el polideportivo Espartero. Mientras treinta personas esperan a entrar -son casi las diez de la noche- en su interior todavía se oyen las voces de los chavales que entrenan a baloncesto pensando en el oro de China. El yin y el yang. Unos piensan en los tres escalones del podio; otros en comer tres veces al día.
A pesar de los pesares, Birane se muestra afable y agradecido por el apoyo que le ofrece Logroño y sus gentes.
Unos pasos más atrás está Miguel, quien con tan sólo 20 años también tiene su propio mapa interior desde que dejó su Portugal natal. En el país vecino tiene su residencia habitual pero se mueve allí donde comienza la vendimia. Es la primera vez que viene a Logroño y se encuentra, como todos, a la espera de que comience a recogerse la uva. Por la mañana, también fue uno de los que se acercaron a la oficina de contratación de Cáritas, donde le ayudaron a tramitar el INE (número de identidad del extranjero que desea trabajar en España), paso previo para firmar un contrato de trabajo. «Yo sólo vengo como temporero en la vendimia; tengo mi propio corral en el Alentejo», dice con el orgullo propio del que se sabe vendecido entre el infortunio.
Los chavales que sueñan con el oro dejan la cancha para que se acomoden los temporeros que sueñan con la 'plata'. Los voluntarios reparten los números para coordinar la acogida, supervisada por el propio concejal de Servicios Sociales, Iván Reinares. Los voluntarios trajinan por el interior del polideportivo para preparar los colchones, los utensilios de higiene personal o las bolsas de desayuno (comidas y cenas en la Cocina Económica). El dispositivo preparado desde el Ayuntamiento cada año es más amplio -contenedores para dejar las pertenencias, baños móviles, mayor presencia policial- para atender hasta 209 personas repartidas entre el centro municipal de acogida y el polideportivo situado junto a la estación de autobuses, centro neurálgico de la llegada de temporeros.
El polideportivo acaba de abrir y todavía la presencia de temporeros es escasa. «El pico se espera para San Mateo, cuando comience propiamente la vendimia», dice el concejal. Mientras los primeros treinta usuarios se acomodan, en el pasaje de Vara de Rey tres inmigrantes se preparan para pasar la noche con sacos de dormir. «Siempre hay alguno que no quiere venir a los centros porque hay que cumplir unas normas de horarios, de consumo de alcohol...». Son los que luchan por el bronce.
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