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Hace nueve años Lola y Lucía, dos amigas apasionadas por la moda, se armaron de valor e inauguraron un negocio que hasta entonces no tenía precedentes en Logroño: una tienda de ropa 'vintage'. Estos establecimientos habían surgido en ciudades europeas como alivio de las profundas crisis económicas de los años 70 y 80. Y desde entonces se popularizaron en urbes como Londres, Berlín o Barcelona, aunque tardaron más en llegar a ciudades pequeñas. El modelo de negocio de Xotelo 34 (c/Presidente Leopoldo Calvo Sotelo, 34) tampoco es frecuente, dado su doble carácter: por un lado el convencional, las dos socias adquieren mercancía de estilo 'vintage' en establecimientos de toda Europa, centrando su atención en piezas especiales que hallan en mayoristas de Ámsterdam («de las que no se encuentran en cualquier sitio», precisa Lola); por el otro, ofrecen la venta en depósito, por la que las clientas dejan sus prendas en la tienda y reciben un porcentaje por su venta. Entre infinidad de atuendos, Lola señala camisas de leñador «auténticas de Canadá» o equipaciones de fútbol americano de los años ochenta, «oficiales de la NFL», como auténticas joyas. Pero en sus percheros se esconden mil perlas: una camisa de seda comparte escaparate con un bolso de Moschino, que compite en relevancia con una cazadora noventera de Levi's. Porque los clientes se pirran por los artículos de marca; y si tiene unos años, mejor. «No es lo mismo viejo o de segunda mano que 'vintage'», defiende Lola, que asegura que «a quien le gusta lo 'vintage' y conoce su calidad, lo busca y lo distingue bien».
Con ese afán por el hallazgo de lo peculiar también trabaja Miguel García, un joven emprendedor que vio negocio en la compraventa de ropa de segunda mano. Todo empezó casi como un juego, como un proyecto de final de carrera. Pero la historia cuajó y tras más de año largo vendiendo en Internet, el éxito cosechado en un evento puntual le convenció para abrir con otros dos socios un local, que se hizo realidad hace dos meses con La Fábrica Vintage (c/Fundición 6). Reconoce que sigue vendiendo más en la Red, especialmente a Francia y Bélgica, aunque paulatinamente la tendencia empieza a calar aquí. En los 'burros' de su establecimiento se ordena sobre todo ropa de marca, que tiene mejor salida. Cuenta Miguel que adquiere prendas a mayoristas de Valencia, Madrid y Barcelona, principalmente, y que ha detectado que los clientes del norte gustan de rebuscar entre montañas de prendas para localizar una pieza especial o un tesoro desapercibido. «Tenemos mucha ropa de chica porque generalmente ellas compran mucha más prendas que los hombres, aunque sea 'fast fashion' (de consumo rápido y peor calidad). Nosotros somos más de 'reventar' la ropa y tirarla, así que nos resulta complicado encontrar ropa masculina en buen estado», reflexiona Miguel, que presume de una de sus piezas más valoradas: un pantalón vaquero bordado de fabricación japonesa. «Es lo mejor que hay en el mercado», dicen antes de revelar el precio de 125 euros. «Es que nuevos no bajan de trescientos y pico», se defiende.
Los locales que comercian con prendas de semilujo y marca comparten auge con otros que buscan un cliente algo menos exigente con la calidad pero con más urgencias en lo económico. Muestra de ello es el éxito de las tiendas que gestiona Cáritas en Logroño (también hay una en Calahorra), que sacan al mercado ropa procedente de donaciones y de la recogida de los contenedores naranja diseminados por la ciudad. Si el modelo tradicional, el de la Tienda con Corazón, incorpora a la venta enseres, mobiliario y artículos de bazar, además de las preceptivas prendas de ropa higienizadas, Cáritas se lanza ahora a otro escenario, el de la tienda ModaRe (Avenida de la Paz, 49), con 170 espacios en toda España y creciendo, que replica un local a semejanza de cualquier otra tienda de moda corriente, solo que con ropa de segunda mano. El aspecto del recién estrenado en Logroño, la mercancía, las perchas, hasta las etiquetas, no difieren de las que el cliente localiza en cualquier tienda al uso. «Se busca justo eso», explica Ana Herce, responsable de las tiendas de Cáritas La Rioja, «que nadie sepa si la clientela tiene o no una situación económica vulnerable». Aupados por un público joven, más concienciado con el reciclaje y la reutilización, este tipo de locales persigue normalizar la ropa usada como un elemento más del comercio con la particularidad de que los ingresos se destinan a fines sociales y a la propia entidad, para las nóminas, los gastos corrientes de los locales...
También con el formato de tienda convencional nació hace casi cinco años, «justo después de la pandemia», Nora (c/La Cigüeña 39), una tienda que da salida a las dos pasiones de su propietaria, Nora Sanabria, la moda y la costura. Explica la dueña que empezó porque ella, como modista, arreglaba y ajustaba muchas prendas de ropa de clientas que la animaban a poner un negocio propio. En su local lleno de prendas de corte actual y también más antiguo, preside el mostrador de cobro su inseparable máquina de coser, que la distrae cuando se vacía el comercio. «Hay mucha gente que se pasa casi todos los días, a ver qué hay nuevo», precisa Nora, que señala que «también muchos hombres mayores, que necesitan asesoramiento para encontrar lo que necesitan y luego les arreglo el bajo».
El caso de Martha responde a otro afán, el de buscar un empleo que escape de lo único que le ofrecían por su condición de inmigrante: «Sólo me quieren para trabajar de limpiadora y a mi marido, en la construcción». «Tengo una carrera universitaria, pero aquí, en Europa, nadie la valora», se lamenta esta nigeriana que se sobrepuso a los prejuicios y ahora vende género de segunda mano, principalmente ropa y accesorios, en un local recién estrenado (apenas tiene tres semanas) en la calle Somosierra 21.
La más veterana de estas páginas en el negocio de la segunda mano es Dimka Tersieva que, con su marido Dimitri, regenta desde hace trece años el local Milagro (c/Lardero, 27). Abarrotado con todo tipo de prendas de vestir, pero también juguetes y cachivaches de mil colores, el local de esta matrimonio búlgaro va «viento en popa»: «Todo lo que ves está a la venta..., ¡menos yo!», se carcajea como despedida Dimka.
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Sergio Martínez | Logroño
Abel Verano, Lidia Carvajal y Lidia Carvajal
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
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