Urbes que nacen y crecen a la orilla del Ebro

Medio centenar de municipios como Miranda, Zaragoza, Tudela o Tortosa viven ligados a un río que condiciona y enriquece

Domingo, 13 de abril 2025

El Ebro es vida desde su discreto nacimiento a su majestuosa desembocadura, un río que ha sido oportunidad fundacional y de expansión para medio centenar ... de municipios asentados a su orilla. Esta riqueza permite también contemplar cómo viven otras localidades su relación con el río, esa inevitable simbiosis que tanto condiciona y aporta en los desarrollos urbanos.

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El gran espejo en el que mirarse es el de Zaragoza, la gran capital del Ebro, pero en su recorrido son variados los ejemplos de intervenciones de convivencia con el cauce fluvial, desde cientos de puentes que lo salvan a ricas huertas, espacios de exposiciones, cascos históricos, paseos verdes o embarcaderos.

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Durante 930 kilómetros el Ebro recorre diez provincias: Cantabria, Palencia, Burgos, La Rioja, Álava, Navarra, Zaragoza, Huesca, Lérida y Tarragona. Su cuenca va mucho más allá, regada de afluentes que también son a su vez protagonistas en capitales como Vitoria (Zadorra), Pamplona (Arga) y Lérida (Segre). Cauces que marcan el urbanismo y que acogen hasta dos centrales nucleares, las de Garoña y Ascó.

En su entrada por La Rioja, el río escolta el casco urbano de Briñas, Haro, Briones, San Vicente de la Sonsierra y Cenicero antes de cruzar Logroño. Pero sin cruzar aún nuestra frontera, Miranda de Ebro se convierte en la primera gran parada de este recorrido por los pueblos y ciudades de nuestro río. Un caso curioso, en el que el centro histórico, el origen de la localidad, queda a una orilla, pero el grueso, su crecimiento de la mano del ferrocarril y cruzando por el puente de Carlos III, a la otra. De tierras castellanas, entre riojanas y alavesas, el caudal continúa hasta Tudela, que debe al Ebro su reconocido prestigio. Tierra verde y fértil. La pequeña isla fluvial de La Mejana es la tierra que da valor a su huerta y catapulta su nombre por todo el planeta.

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Pero de entre todos los municipios que riega el Ebro, Zaragoza es la joya de la corona, protagonista del 'skyline' más reconocible con la basílica del Pilar a su vera. La ciudad ha dado el salto definitivo en las últimas décadas a la orilla norte, en población y urbanismo, con la Expo 2008, ubicada en el meandro de Ranillas, como gran símbolo de la relación de la capital aragonesa con el río. Sus quince puentes atestiguan igualmente esa necesidad de conexión creciente, como infraestructura y como símbolos urbanos.

Y en territorio catalán, a pleno caudal, se encamina a su despliegue hacia el mar. El delta del Ebro es uno de los entornos de mayor riqueza natural de todo el país, un refugio de la biodiversidad. Espacio, además, de interés turístico que encuentra en Tortosa su última parada urbana, desde donde cualquiera puede surcar el río que se abre al Mediterráneo.

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La 'X' marca el lugar en Miranda. De norte a sur, la línea de ferrocarril que une Hendaya y Madrid, de oeste a este, el Ebro, también con un tren que llega desde el tramo riojano en paralelo a su orilla. Y es que en Miranda, los puentes ferroviarios han sido casi tan protagonistas como los del tráfico motorizado o peatonal. Primero, el de hierro, diseñado por el célebre ingeniero Charles Vignoles, que perdió su uso cuando la antigua línea dejó de partir Miranda por la mitad. Después, el puente del Francés, de piedra, y que mantiene su uso primitivo.

Estas características han condicionado el trazado de Miranda, una ciudad que bien pronto dio el salto a la otra orilla en buena medida empujada por su importancia ferroviaria. En los últimos años, al igual que ha ocurrido en otras ciudades fluviales, Miranda ha adecuado sus riberas y mejorado sus paseos junto al Ebro, especialmente al este de la ciudad en ambas orillas. Su entorno se ha convertido además en un escenario cultural. El anfiteatro del parque Riberas del Ebro lleva tiempo acogiendo conciertos al aire libre como los del festival Ebrovisión, referente desde comienzos de siglo de la música independiente nacional.

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El puente más reconocible de Miranda, el de Carlos III –obra del arquitecto riojano Francisco Alejo de Aranguren–, ha tenido que ser renovado en numerosas ocasiones. De hecho, el actual se levantó sobre los restos del que se llevó la riada en 1775. Hace un par de décadas, el viaducto pasó a ser semipeatonal, en una reforma no exenta de polémica por la incorporación de unas barandillas de acero 'oxidado' que cambiaron su imagen.

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El Ebro regala a Tudela unas condiciones que le han dado fama mundial. El islote de La Mejana anticipa el tramo urbano en forma de lágrima, creada gracias a los sedimentos que fue dejando el río y escoltada a un lado por el propio Ebro y al otro por una acequia a modo de desvío fluvial. Un espacio lleno de huertas representativas del carácter de un municipio que presume de verdes frutos.

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Pero más allá de su carácter hortelano, Tudela es la capital de la Ribera navarra, el segundo municipio más poblado de su comunidad, un núcleo urbano de importancia económica y social. Una ciudad que, a diferencia de otras, no ha cruzado el río para extenderse en su orilla norte, dibujando su expansión desde su casco histórico, a la orilla, hacia el sur. Pese a ello, Tudela también mira al Ebro como un espacio integrado en el municipio. Una de las últimas actuaciones de calado ha sido la creación de un corredor verde, inaugurado justo hace un año, renovando el paseo del Prado. Zonas de juego infantil, un embarcadero, baños, un bar, caminos reformados, carril bici, zonas verdes, aparcamiento, mejoras de accesibilidad e iluminación... Una nueva mirada desde la capital de la Ribera, que se acercaba así un poco más a su río.

Tudela cuenta solamente con un puente, pero con solera, el medieval construido entre los siglos XII y XIII. Aunque ampliamente reconstruido y renovado, ha resistido el paso de las riadas que se llevaron otros puentes de piedra abajo, como el de Logroño. La última de las reformas se llevó a cabo en 2022, reforzando su estructura y sus 17 bóvedas para contener los riesgos de las habituales avenidas.

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Hablar del Ebro en Zaragoza son palabras mayores. Es un espejo en el que cualquier ciudad que vive a la orilla de un río debe fijarse, aunque su magnitud hace que sus experiencias y actuaciones deban dimensionarse. El caso de la Expo 2008, envuelta por un meandro del Ebro, es el definitorio.

La imagen y la vida de Zaragoza está íntimamente ligada a un río junto al que creció desde tiempos de Caesaraugusta, cuando ya saltaba el Ebro por un viaducto de madera, germen del icónico puente medieval estrenado en 1440, símbolo de la ciudad y ruta hacia el Pilar. Desde el siglo XIX, Zaragoza fue levantando nuevos pasos a la orilla norte del río, en principio con pausa (el de hierro, el de Santiago, el de la Almozara...), pero en los últimos años, de forma exponencial. A comienzos de siglo la ciudad tenía seis puentes, hoy son quince.

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Precisamente la Expo llegó de la mano de nuevos enfoques de modernidad. El puente del Tercer Milenio –el mayor de arco en hormigón suspendido del mundo–, la pasarela del Voluntariado o el Pabellón Puente –obra de la reconocida arquitecta iraní Zaha Hadid–, han llevado la conexión sur-norte de Zaragoza un paso más allá.

El elemento de avance fue la Exposición Universal de 2008, que precisamente tuvo el agua como elemento protagonista y vertebrador. El recinto se levantó en el meandro de Ranillas, una zona tradicionalmente utilizada como huerta y con un rico bosque de ribera. La Expo fue el gran acontecimiento, acogió más de cinco millones de visitantes durante tres meses. La gran duda, como ocurre en estos casos, llegó después, qué hacer con todo aquello. El acuario fluvial es el principal legado del evento, así como los espacios verdes que se han abierto a la ciudadanía, entre edificios en desuso y otros a los que se trata de dar cometido, acogiendo, por ejemplo, la Ciudad de la Justicia. Ligado también a la Expo surgió el Ebrobús, un proyecto de transporte público con embarcaciones que pretendía convertir el río en una vía de comunicación más. No cuajó.

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El cambio de siglo y el 'boom' inmobiliario llevó también a Zaragoza a expandirse decididamente al otro lado del Ebro, eso que tanto está costando en Logroño. La ciudad ya vive también en su zona norte, con barrios 'jóvenes' como Actur, donde viven más de cincuenta mil zaragozanos.

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La última de las paradas del Ebro también tiene mucha historia, punto estratégico durante siglos como frontera y como enlace a las puertas del Delta. Tortosa acoge al río en su plenitud, calmado, paciente en el desenlace del recorrido. Supone una oportunidad para subirse en una embarcación y dejarse llevar, y por eso la localidad catalana ha convertido en uno de sus principales valores turísticos la navegación por el Ebro. Sea en un tradicional laúd, en piragua, crucero o embarcación a motor.

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Tortosa cruza el Ebro en tres puntos, el más céntrico y representativo, el puente del Estado, que reemplazó al histórico, destruido durante la Guerra Civil. El municipio vive su relación con el río desde ambos lados, combinando trama urbana y paseos de ribera. Recientemente se reformó el entorno de la catedral de Santa María para que mirase sin interrupción al río.

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