La última ronda se toma con tranquilidad y sin apurar
Logroño de noche ·
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Logroño de noche ·
Responsabilidad personal y control de camareros y policía ofrecen una imagen en los bares acorde a los tiempos de pandemiaSon las 21.45 horas del viernes. El móvil informa de que la temperatura es de 9 grados en Logroño. Una noche agradable de primeros de marzo. Agradable y tranquila en las terrazas de avenida de Portugal, escasamente ocupadas. Más movimiento se observa en las de Bretón de los Herreros, de camino a una calle Laurel en la que sobresalen dos circunstancias: la juventud de la mayoría de quienes apuran el tiempo para tomar un pincho y lo poco concurrida que está si se compara no sólo con aquellos tiempos de antes de la pandemia sino con fechas más cercanas como Navidad. E incluso, sin ir tan lejos, el pasado fin de semana.
Laurel o San Agustín no son una excepción. Lo mismo pasa en Portales, en la plaza del Mercado, en Bretón... Clientes y hosteleros coinciden en que el primer viernes y sábado después de un mes cerrados «fueron una pasada, es como si abres el supermercado tras un mes de cierre y la gente se echa a comprar», expone Ricardo García, de la Taberna de Correos. La impresión es generalizada. «La gente tenía muchas ganas de salir», añade Raquel Martínez, de La Fama.
El 'boom' inicial les obligó a actuar en muchos momentos «como camareros-policía. Son los menos los que no respetan las normas, y la mayoría cuando le recuerdas, por ejemplo, que se suba la mascarilla lo entiende», explica Oliver Hernández, de The Club, que ha visto reducido su aforo interior de 52 a 14 personas.
En 22 se han quedado las personas que pueden ocupar las mesas del Nuevo Dominó, donde agradecen que han vuelto «nuestros muy clientes» y que son «gente muy responsable», explica Judith Gil. Entre esos habituales del céntrico bar logroñés están Luis, Estíbaliz, Marisol y Santi, que aprovechan la pequeña barra del ventanal de la calle para encontrarse. «La zona está triste, no se ve alegría», indican tras advertir que en general ven «que la gente cumple las medidas». Aunque no saben qué influencia puede tener en ello, sí han notado que «hay mucha presencia policial. Pasan cada poco tiempo», dicen. «En El Cubo, el jueves hubo mucha vigilancia», añade Marisol, vecina de ese barrio logroñés.
La continua presencia de agentes, a pie o en coche, es otro de los aspectos que coinciden en resaltar hosteleros y clientes. Ni a unos ni a otros les molesta. «Lo vemos bien para que controlen», admiten cuatro jóvenes amigos de entre 16 y 18 años que comparten tertulia en la terraza del Pasarena. No les extraña que se hayan reforzado los servicios de vigilancia porque «sí se ven bastantes incumplimientos», aseguran. Ellos suelen moverse por el centro y el Casco Antiguo y les llama la atención que «hay gente que se quita la mascarilla para beber y ya no se la pone».
«Es normal que haya policía», reiteran otras cuatro amigas – en su caso ya «en edad de jubilación», bromean– que comparten velador en la calle Portales y que se han ido adaptando a las medidas impuestas en cada momento, pero siempre «huyendo de las aglomeraciones. Si vemos mucha gente por una zona, nos vamos», indican.
Ellas se han amoldado a la normativa de cada momento al igual que se han visto obligados a hacerlo los hosteleros, que también encuentran lecturas positivas dentro de la etapa de dificultades que están afrontando. «A la zona de Laurel ha vuelto la chavalería. Se está reactivando esa clientela joven que se había perdido», comenta Ricardo García, que ya con las puertas cerradas (a partir de las 22 horas no pueden entrar nuevos clientes) observa a unos «ingleses estudiantes de Erasmus que han entendido que se tenían que colocar en mesas separadas» en la Taberna de Correos.
La normativa 'anti-COVID' ha generado un aluvión de cambios de hábitos en muchos aspectos de la vida cotidiana. En el ocio son evidentes. En los bares de la plaza del Mercado han comprobado que «la gente viene pronto para pillar mesa. Se sientan y ya van pidiendo una vez tras otra porque si no, saben que es difícil encontrar otra mesa», cuenta Alfonso Caballero, de La Negrita. «Nosotros siempre abríamos para el vermú si hacía bueno», añade Raquel Martínez, de La Fama, «pero hemos notado que ahora la gente viene antes».
Y se va por obligación, claro está. A las 23 horas es el toque de queda. La retirada comienza un buen rato antes. Para las 22.45 horas, mesas y sillas se apilan recogidas frente a los bares y los amigos se despiden, sin besos ni abrazos, como toca desde hace un año.
El reloj marca las 23.05 horas. El móvil informa de que hay 8 grados en Logroño. Ya apenas queda nadie por la calle; sólo el tráfico se ha incrementado ligeramente cuando pasan unos minutos del horario permitido para estar en la calle. La responsabilidad individual y la sombra de una multa parece que juegan a favor del respeto a las normas. Al menos durante el recorrido realizado por este periódico.
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Alfonso Torices (texto) | Madrid y Clara Privé (gráficos) | Santander
Sergio Martínez | Logroño
Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
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