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Imagen de archivo de los hermanos Fossores en Logroño. Jonathan Herreros

Tres fossores, últimos «testigos de la resurrección» en el cementerio de Logroño

Solo el camposanto logroñés y el de Guadix (Granada) mantienen a miembros de esta congregación a su cuidado

la rioja

Logroño

Jueves, 1 de noviembre 2018, 12:06

Un total de siete Hermanos Fossores de la Misericordia son los últimos miembros de esta orden que custodian dos cementerios españoles, Logroño y Guadix (Granada), donde son «testigos de la resurrección», un trabajo que «no tiene por qué se triste» porque lo hacen «con ... amor».

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Así lo ha asegurado a Efe el superior de esta orden en el cementerio de la capital riojana, Alberto Agustín, quien entró a los 22 años de edad en esta orden, de la que forma parte desde hace unos 50 años.

En 1967, ha relatado, el Ayuntamiento de Logroño encargó a esta congregación religiosa custodiar su cementerio, por lo que, desde entonces, las numerosas tumbas que permanecen enmarcadas y resguardadas por sus muros son su principal dedicación, a la que atienden desde una oficina localizada en el centro de este espacio de culto.

«En el sitio donde muchos dicen aquí se acabó todo, nosotros no creemos eso, creemos que este paso es el comienzo de la vida para la que hemos sido creados, y ese es el principal mensaje», ha expresado Agustín, quien ha añadido que, en su fundación en Logroño, esta orden tenía unos seis o siete hermanos, de los que quedan la mitad.

Este mensaje, ha apuntado, es tan sólo compartido en la actualidad por otro cementerio, localizado en Guadix (Granada), donde otros cuatro Hermanos Fossores lo difunden y ponen en práctica, y constituyen, junto a los de Logroño, con quienes mantienen contacto telefónico, los últimos vestigios de esta congregación.

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El origen de los Hermanos Fossores de la Misericordia se remonta a 1953, cuando Fray José María de Jesús Crucificado, nombre que adoptó tras fundar la orden, creyó necesario contar en el seno de la Iglesia con personas dedicadas a ayudar a otros en el duro momento de despedida de sus seres queridos, ha indicado.

Ha detallado que esta orden, que ahora solo sobrevive en dos localidades, llegó a estar presente en los cementerios de Jerez de la Frontera (Cádiz), donde inició su actividad en 1959; así como en Huelva, 1962; Vitoria, 1963; Pamplona, 1965; Felanitx (Islas Baleares), 1969; y Logroño, 1967.

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El paso del tiempo ha hecho aparecer nuevas tumbas en estos cementerios y desterrado otras antiguas, pero los Fossores han permanecido en ellos para dedicar su vida a enterrar a los muertos, rezar por ellos y por los vivos, y realizar tareas administrativas, además de ocuparse de la limpieza y la jardinería, ha destacado.

Ataviados con la tradicionales togas de fraile marrones, la jornada de los hermanos de esta orden arranca a las 6 de la mañana, hora desde la que rezan, acuden a misa, desayunan y empiezan a ejecutar el trabajo «que haya que hacer» ese día, que puede incluir atender a los entierros y a las familias de los difuntos..

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Vivir y trabajar en un espacio destinado a que las personas entierren y rindan culto a sus seres queridos podría considerarse un trabajo triste, pero Agustín no lo ve así, ya que «si lo tomas con esperanza y cumpliendo la vocación a la que el señor te llama no tiene por qué ser triste, es un trabajo que haces con amor y no hay pena», ha dicho.

Sin embargo, ha reconocido que es una vida «sacrificada» la de los hermanos de esta congregación, cuya media de edad en la capital riojana es de 50 años para arriba, debido a que «uno tiene que renunciar a cosas» y «cumplir las constituciones» con requisitos como residir en el camposanto.

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Día de más afluencia

El Día de Todos los Santos es el de «más afluencia» del año en el cementerio logroñés puesto que «todas las familias» acuden a visitar a sus queridos difuntos «y algunos, si no se acuerdan de dónde están, vienen a preguntar», ha resaltado.

Con motivo de esta festividad, ha recalcado, este espacio acoge entre sus calles, «si el tiempo acompaña», una misa especial oficiada por el obispo de la Diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño, Carlos Escribano. Agustín ha incidido en que una de las razones por las que esta orden ha visto reducido su número de hermanos es la falta de vocaciones, sobre todo, entre los jóvenes, quienes supone que «prefieren el botellón mejor que una vida sacrificada».

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El trabajo que ejecuta esta congregación en el cementerio de Logroño ahora es diferente al que realizaba Agustín a su ingreso, cuando realizaban las sepulturas con pico y pala, lo que era «más duro», ha expresado. Respecto a si cree que esta orden sobrevivirá a los hermanos que la conforman en la actualidad, este superior ha determinado que «que sea lo que Dios quiera», ya que están en sus «manos» y es él quien tiene que dirigirles.

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