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Llegó en abril del 2006, y allí sigue. Arrumbada junto a una pared, sobre una vía que no lleva a ningún lado y unas traviesas semipodridas, con su azul y amarillo originales cada vez más desconchados. Durante una década presidió la vía más noble de ... la ciudad, pero hasta el momento nadie parecía acordarse de ella. Ahora, por fin, parece que ha llegado su momento: la locomotora que Pilar Salarrullana compró en Asturias por una peseta en 1993, y que fue retirada de la Gran Vía durante la reforma en abril del 2006, volverá a la «vida». O al menos a la vista pública. «Será en el entorno del PERI Ferrocarril», explica el nuevo concejal de Patrimonio del Ayuntamiento, Adrián Calonge. No está claro el sitio: es difícil que acabe en una glorieta («podría provocar problemas de visibilidad»), así que es más probable que finalmente termine en el propio parque nuevo. Eso sí, después de un repintado, un lavado de cara y la sustitución de algunos elementos, como cristales rotos, y de algunas de sus barandillas, «si es que queremos que siga siendo un elemento por el que se pueda seguir subiendo, como antes».
La locomotora se moverá, pues, pero no será la única. Calonge y el nuevo equipo de Gobierno socialista del Ayuntamiento parecen decididos a sacar, a lo largo de los próximos años, algunos de esos tesoros de Logroño que, por una u otra razón, han ido acabando en las aparentemente infinitas naves del Parque de Servicios, en Pradoviejo.
Algunas de ellas, como la propia locomotora, son el «sobrante» de reformas que se hicieron y que dejaron sin uso esculturas, fuentes y otros elementos, demasiado valiosos como para desecharlos pero no fáciles de ubicar en algún sitio.
Ahora, el Consistorio quiere rascar en este fondo de armario para aprovechar un patrimonio que no está perdido, pero sí oculto. Y más cuando se acerca una conmemoración importante, como el quinto centenario del sitio de Logroño, en 2021. A la actual corporación le tocará organizar el evento, que se va acercando sin que por ahora haya trascendido gran cosa de lo que hay preparado para dentro de año y medio escaso.
En el Parque, así, reposa una buena cantidad de escudos nobiliarios y de losas con fechas e inscripciones que guardan recuerdos de eventos importantes de la ciudad. Su estado de conservación es bastante bueno, y sin duda estarían mejor expuestos que tirados en la esquina de un almacén.
Pero ¿dónde? Calonge explica que la Corporación recién asumida está preparando la apertura de algunos espacios expositivos nuevos. El edil de Patrimonio habla de lugares ahora cerrados al público, como el Centro de la Cultura del Rioja o el calado de San Gregorio, o de alguno nuevo «relacionado con la historia de la ciudad».
Pero hay más. Siempre pensando en ese 2021, la idea es divulgar la historia de Logroño con esas y otras piezas, con los lugares de propiedad municipal y también llegando a acuerdos con otras instituciones (como el Colegio de Arquitectos o la UNED) que también tienen calados de mucho interés histórico. Todo con una señalética moderna, y terminando con una joya que sigue también escondida: el convento de Valbuena, para el que habrá, dice Calonge, «un proyecto de musealización efectivo».
Eso incluye también la reparación (hasta donde se pueda) de una de las mayores tropelías patrimoniales de las que fue responsable el Ayuntamiento logroñés: la destrucción de los restos de la torre defensiva del Puente de Piedra. Calonge explica que quieren ahora «intentar localizar la documentación original, e intentar hacer un proyecto para su reconstrucción si es que es posible». Y en todo caso, «si no es posible, explicar de una vez por todas por qué no lo es».
Entre las piezas que guardan las naves del Parque de Servicios Municipal, entre vallas, andamios, baldosas de todo tipo y repuestos de mobiliario urbano, hay una que destaca muy poderosamente: una calesa de caballos verde oscuro, con unos pequeños escudos de Logroño pintados a mano en sus puertas.
Por su antigüedad es ya un tesoro: el carruaje frisa el siglo, aunque habría que bucear en la documentación del archivo para ser más preciso.
Pero es que además la calesa guarda una memoria que la hace aún más curiosa. Y es que, según cuenta la historia, el Consistorio logroñés la adquirió exprofeso para una visita muy especial, la que hizo Alfonso XIII a la ciudad en octubre de 1925.
No fue una buena inversión, al menos para aquel uso, porque el monarca no llegó a probar los mullidos asientos de terciopelo rojo del carruaje. La calesa no se quedó en un garaje, o al menos eso parece, por el desgaste que muestran sus ruedas. Pero desde hace décadas duerme entre plásticos, esperando que Logroño se decida a hacer algo con ella.
«Está en muy buen estado», asegura el concejal Adrián Calonge, «pero evidentemente necesita una limpieza y una restauración». La calesa, de la que se conservan los correajes y aparejos de las caballerías, mantiene también su pintura original, hecha a mano, incluidos esos dos pequeños escudos municipales cuyo fondo blanco atestigua su antigüedad «de antes de la República», comenta Calonge.
¿Y dónde acabará? Eso está por definir. «Queremos llevarla a alguno de los espacios expositivos nuevos que queremos crear», explica el edil.
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