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La historia de Cruz Bujanda es la historia del Corregidor, a donde llegó «sin cumplir los 13 para ayudar en la carnicería familiar». Estos días vive emocionado el 60 aniversario del mercado, al que sigue acudiendo «cada jornada, aunque ahora «solo a comprar o a ... saludar».
– ¿Cómo fueron los primeros años?
– Se llenó enseguida de comerciantes, pero a los dos años la mitad fracasó. Muchos no eran profesionales.
– ¿Queda algún puesto de aquella primera hornada de valientes?
– Sí, Rituerto, Ubis y Navajas.
– ¿Y cómo se sacaba adelante un negocio en los 60?
– Trabajando y trabajando. Había días que no se comía. Hasta el 68 el mercado se estuvo abriendo también los domingos. Solo vendían las pescaderías, hubo hasta diez. El resto íbamos a limpiar y a preparar algo para la semana.
– ¿No era como ahora?
– ¡Que va! Los cerdos, los corderos y los terneros los traían del matadero, pero los pollos y los conejos los tenías que matar tú. Hasta el 65 no hubo una pollería en Logroño, la abrieron en la calle Mayor. En Navidades los encargos se duplicaban y te tenías que quedar en casa pelando aves hasta las tantas, con los vecinos que te ayudaban.
– ¿Cómo era su clientela?
– Muy fiel y de toda clase social. Ese era el secreto. Matabas el cerdo y vendías lo bueno y lo menos bueno. Se vendía mucho lomo para hacer chorizos, te compraban igual diez kilos. Esto duró mucho, era costumbre. Luego ya llegaron las fábricas.
– Y fruta y verdura ¿la mejor?
– La mejor. Venían cantidad de hortelanos en sus bicis y cochecitos. Aunque esto ha sido así hasta el 96. Desde Madre de Dios a los Salvatorianos y Varea todo era una enorme huerta. Hoy se sigue vendiendo buen género.
– ¿Se pasaba hambre hace seis décadas?
– No, pero vicios pocos. No había mucho dinero, la gente hacía milagros para poder pagar. Lo que a veces era costumbre era dejar a deber. Mis padres tuvieron la buena idea de decirme, con 15 años, que si conseguía cobrar lo debido me quedara con el dinero. No lo pensé. Iba a las casas y decía «oiga que ya está bien» y alguna mujer me hacía callar para que no oyera el marido. Cobré el 99%. Con alguna no pude.
– ¿Se arrepiente de haber trabajado tanto?
– No. Era lo que había.
– ¿Lo mejor?
– La camaradería entre todos y que sigue. Éramos gente humilde que fue de menos a más. Hubo matrimonios. Entre carniceros y polleros, con los pescader'os era otra cosa.
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