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No es la capital de La Rioja ciudad de grandes alturas, pero sí que dispone de una serie de torres que sobresalen y dan forma a un perfil único que la diferencia de las demás. Las citadas atalayas, que se elevan al cielo desde el mismo corazón del Casco Antiguo de Logroño, son de sobra conocidas y llaman la atención de quienes vienen de fuera, pero solo se pueden contemplar desde el suelo. Tanto por unos como por otros.
Logroño sigue dándole vueltas a las opciones de hacer visitables las cuatro torres de sus iglesias históricas que se alzan sin que de momento se pueda subir a ninguna. Los intentos se vienen sucediendo desde hace años, al menos sobre el papel, pero la realidad es que se mantiene como una de las pocas ciudades que no permite el disfrute de tan espectaculares panorámicas, capaz de sorprender a propios y extraños.
De las de Santiago, Palacio, San Bartolomé y La Redonda, a día de hoy, solo son accesibles como tal las dos últimas –siendo la de la concatedral la que más fácilmente podría ser abierta al público–, si bien sobre la mesa solo hay planes firmes para recuperar la subida a la torre de la primera, lo que no se hace oficialmente desde 2016. Diario LA RIOJA, al respecto, ha podido comprobarlo en primera persona.
Así, de entrada, Ayuntamiento y Diócesis, de cara al presente mandato, ya trabajan en recuperar el convenio de colaboración interrumpido por la pandemia –y algún otro contratiempo surgido con anterioridad que hizo que, en la práctica, quedase en suspenso por falta de ejecución–. El mismo, relativo a obras de rehabilitación en las iglesias del centro histórico, supondrá que el Consistorio capitalino destine de nuevo 60.000 euros anuales para tan emblemáticos templos, retomando el mismo este 2024 con un acuerdo específico para la de Santiago, y en concreto para su campanario.
La iglesia de origen más antiguo de la ciudad busca la forma de restaurar el acceso a su parte alta, afectado por una serie de deficiencias que, ahora sí, parece que serán arregladas –el proyecto llegó a estar adjudicado, pero por distintas causas no se acometió–. Así lo confirma el concejal delegado de Arquitectura y Patrimonio Histórico, Íñigo López-Araquistáin, quien enmarca tal actuación en los planes y compromisos del gobierno local.
Desde el PP, en este sentido y ya en campaña electoral, se habló de la puesta en marcha de una red de miradores que compaginaría espacios naturales (montes Cantabria, El Corvo y la denominada 'torre fuerte' de El Cortijo) y «algunas torres del Casco Antiguo» (en alusión a las cuatro iglesias históricas).
Sabiendo, además, que las alternativas más factibles son la de Santiago, una vez acometidas las obras, que se centrarían en un tramo en concreto de las escaleras; y las de La Redonda, concretamente la norte –de nombre San Pedro–, donde ya la propia Iglesia, con sus medios y por su cuenta, ha realizado algunas labores pensando precisamente en ello –aunque sabedores de que necesitan a las Administraciones Públicas, como pasa en otras catedrales–.
«Nosotros estamos interesados en mostrar y difundir todo el patrimonio que atesora La Redonda, tanto entre los de casa como para los de fuera», reconoce Víctor Jiménez, párroco de la misma y vicario de Pastoral de la Diócesis, quien nos acompaña en la subida a la misma a través de sus 138 escalones para contemplar desde arriba el resto de torres y unas vistas inigualables de la capital.
Jiménez, en esa línea, sentencia que hacer visitable al menos la torre norte del templo de referencia es «una demanda turística de primer orden», de ahí que, aunque a su ritmo, se haya llevado una puesta a punto despejando la subida, limpiando y poniendo iluminación, si bien siendo conscientes de que para abrir al público requeriría de una inversión con la que no se cuenta para su acondicionamiento, sobre todo, con todo lo que tiene que ver con medidas de seguridad y personal. A la misma no se sube, de hecho, desde la celebración de 'La Rioja Tierra Abierta' en 2007.
Desde La Redonda, en cualquier caso, no se quieren lanzar las campanas al vuelo –nunca mejor dicho–, pues entienden que para acelerarlo todo deberían colaborar tanto el Ayuntamiento de Logroño como el Gobierno de La Rioja, pues bien vale la pena. «Las posibilidades son innumerables, pero se requiere presupuesto; mi interés, eso sí, es máximo sabiendo que esta es la torre más accesible y que mejor lo tiene para ser visitable», sostiene.
Nada que ver, por ejemplo, con San Bartolomé, actualmente exenta, donde subir a la torre y al campanario es posible, si bien no es apto para todos los públicos pues, aunque rehabilitada, requiere de cierta agilidad y condición física. Fotógrafo y redactor pudieron comprobarlo, pero la misma nunca ha tenido visitas guiadas oficiales.
Por último, se eleva la torre de Palacio, junto a su aguja, donde tampoco se recuerda visita alguna como tal, dadas sus características, aquí sí que necesitadas de importantes –y cuantiosas– mejoras. «Hay una parte de la escalera que la hace poco recomendable, hace falta dinero, aunque claro que podría hacerse, pero hay otras prioridades, como la calefacción», sentencia su párroco, Manuel Íñiguez. Voluntad, visto lo visto y oído lo oído, habría, pero hace falta financiación, y esa parece ser la pendiente más acusada para ascender y coronar.
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Alfonso Torices (texto) | Madrid y Clara Privé (gráficos) | Santander
Sergio Martínez | Logroño
Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
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