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Días atrás, Andrés llegaba a la antigua estación de autobuses de Logroño para visitar a su hijo, Andros. El viernes pasado se despedía de él en la estación nueva, desde donde partió hacia Avilés. El cambio, abismal. «Esta estación es una pasada», reconoce, no sin antes relatarnos los inconvenientes por los que ha tenido que transitar hasta llegar al andén. «Los paneles informativos no funcionan y en la propias taquillas no están seguros de qué anden nos corresponde, así que hemos tenido que pasar por información y allí había una fila superlarga». Antes de entrar en la estación han dejado su vehículo en el parking provisional que les garantiza 15 minutos gratis de estacionamiento, pero «ahora mismo mi padre tiene un retraso en el autobús y no sé si tengo que mover el coche o no», se pregunta Andros. Para él, las nuevas instalaciones «han mejorado en todo», solo falta que abran la cafetería y funcionen los paneles de información. «Y faltan dispositivos para cargar el móvil», apunta Ana, otra viajera que escucha nuestra conversación.
Tras casi veinte días en funcionamiento, desde el 12 de septiembre, comprobamos a pie de taquilla y de andén la opinión de los usuarios y del personal. Las mejoras son evidentes frente a la obsoleta instalación de Avenida de España, aunque hay cosas mejorables y corregibles.
Paula y Aitana, dos estudiantes que semanalmente viajan a Vitoria, reconocen que «ahora se ven mejor los autobuses». Además, «en la antigua estación el bus paraba cada día y a cada hora en un andén diferente, y ahora siempre lo hace en el mismo». A medida que avanza la mañana, ante la taquilla de Jiménez (junto a la entrada de la estación) se forma una fila cada vez más larga que discurre ante la puerta principal e incluso llega doblarse formando una ese, de tal modo que quienes acceden a la estación –muchos con bolsos y maletas– se topan con una barrera (o dos) de gente esperando a comprar su billete. También en el vecino Punto de Información se forman filas, que se despachan con cierta agilidad. Muchos preguntan allí lo que deberían consultar en el panel led de información, que está apagado. El mostrador se ha diseñado a dos alturas para facilitar la consulta a personas en silla de ruedas o en carro, algo que agradece una usuaria en esta situación. Ella se desplaza en un scooter eléctrico y está recorriendo todas las instalaciones con vistas un próximo viaje. En principio no encuentra barreras arquitectónicas en el interior y 4 de las 22 dársenas son accesibles para las sillas de ruedas.
Carmen y Ramón se han pasado por allí para comprar los billetes de un próximo viaje a Madrid. Sugieren un parking más amplio para los usuarios de la estación. «Estaba prácticamente lleno, aunque hemos logrado aparcar en un hueco libre». ¿Sobre rayas blancas o amarillas (de 15 minutos)? «Ah! No sabíamos que hubiera de dos tipos», se sorprenden. Respecto a este parking, sobrevuelan las dudas sobre si se respeta su uso para usuarios y personal de la estación o aparca cualquiera.
Hablamos finalmente con dos conductores de autobús, Félix y Mercedes, quienes reconocen que, con relación a la anterior estación, «hemos cambiado mucho y hemos mejorado bastante», sobre todo en seguridad. «Ahora accedemos al patio sin tener que estar pitando o pendientes de que alguien se te cruce por delante o por detrás cuando estamos aparcando», dice Mercedes. Para su compañero, «las dársenas son bastante cómodas», aunque la entrada y la salida del recinto reviste dificultades. La ubicación de la barrera automática de acceso les obliga a realizar una complicada maniobra, sobre todo para aparcar en las primeras dársenas. «Y la salida es otro follón porque coincide con un paso peatonal. Y hay peatones que te dan paso pero otros van a su bola, y no hay nadie que lo regule». Y, aunque un rótulo a ras de suelo advierte 'Atención bus', «quienes van mirando el móvil no se enteran».
Lamentan, además, la falta de plazas para estacionar sus autobuses dentro de la estación. «Aquí podemos hacer 45 minutos de descanso, pero si hay que esperar una o dos horas entre servicio y servicio tenemos que buscar aparcamiento fuera». Suman otras carencias, como baños y zona descanso propios, y que «no hay un dichoso reloj dentro de la estación».
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Javier Campos y Justo Rodríguez | Logroño
Juan Cano, Sara I. Belled y Clara Privé
Alfonso Torices (texto) | Madrid y Clara Privé (gráficos) | Santander
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