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Durante un tiempo se puso de moda instalar pantallas en los bares de Logroño. Ahí proyectaban desfiles de lencería de Victoria's Secret o videoclips de cadenas musicales y era muy raro todo porque no tenía sentido; como daban las imágenes sin sonido tú entrabas ... al bar, llegabas hasta la barra a pedir una cerveza y al levantar la mirada te encontrabas un concierto de los Guns N' Roses mientras lo que atronaba en los altavoces era 'Mariposa traicionera' de Maná. A mí esas cosas me despistaban irremediablemente y terminaba sin enterarme de lo que ocurría en el bar porque me quedaba absorto bebiendo cerveza en un bucle de músicas y pantallas, enredado en esa tela de araña de imágenes que flotaban sobre melodías imposibles. Esos entretenimientos tontos me han gustado siempre mucho para desesperación de mis amigos: «Esperad, que en la tele hay ahora un videoclip de Metallica... a ver qué pachangueo les ponen».
Hay pantallas en los bares, en las paradas de autobús, en el mostrador del comercio chino de abajo y en las salas del VAR de los estadios. No hay que ponerse el jersey de cuello alto para denunciar este fenómeno; es el tiempo en el que estamos y el proceso es imparable. Brotan por todos los sitios como setas después de un otoño lluvioso y han llegado a germinar también en algunos ascensores donde dan unos vídeos simples, perfectamente infantiles con la previsión del tiempo, el horóscopo y una sucesión de anuncios locales hechos con bellas fotitos y se produce esa magia que te pega los ojos ahí hasta que resuena un 'ding' y se abren las puertas del ascensor para entrar en el dentista. En un capítulo de Black Mirror la gente vive en habitaciones cuyos suelos, techos y paredes son grandes pantallas que proyectan escenas felices de playas y de sonrisas. Estamos ya un poco en ese mundo fantasmal que se aprecia cada día por la calle al observar cómo camina la gente, aunque para darse cuenta de eso haya que realizar el gesto revolucionario al que nos va a obligar Dylan en su concierto de junio: guardar el móvil en el bolsillo.
Ahora que ya es oficial la precampaña, el PP ha denunciado que la pantalla gigante del Palacete de Gobierno emite contenidos que incumplen la Ley de Publicidad Institucional de La Rioja y la Ley Electoral. Estaban muy indignados igual que María, una vecina que el martes se quejó en el periódico por la proliferación de pantallas electrónicas en las calles de Logroño: «¿No será mejor invertir ese dinero en arreglar las calles que tienen baches?», se preguntaba extrañada. Yo la imaginé como Elvis Presley aquella noche en la que no pudo más y para apagar su televisor de 25 pulgadas sacó la pistola y le pegó un tiro; esa pantalla reventada se muestra en el museo de Graceland con su agujero de bala como el ojo de un profeta.
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