Setenta años de puente con los días contados
Vara de Rey ·
Las obras del nudo supondrán, ahora sí, la desaparición del paso sobre el ferrocarril, obra del ingeniero logroñés Carlos Fernández Casado en 1953 según su modelo de «altura estricta»Secciones
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Las obras del nudo supondrán, ahora sí, la desaparición del paso sobre el ferrocarril, obra del ingeniero logroñés Carlos Fernández Casado en 1953 según su modelo de «altura estricta»Un paso como otros de su misma serie con una luz de 20 metros y 24,4 metros de anchura. Un paso con los pies del pórtico articulados, lo que es conveniente cuando la relación entre la altura y la distancia existente entre los apoyos es pequeña, y cimentación directa. Un paso con unas características en las que no habrá reparado nadie pero que constan en el Centro de Estudios Históricos de Obras Públicas y Urbanismo y al que, obviando todo estos detalles, miran estos días quienes se acercan a las obras del nudo de Vara de Rey.
Mucho se ha hablado en los últimos tiempos de la necesidad de los correspondientes permisos de Adif para el desmontaje del tablero del puente sobre las vías del tren, paso sobre el ferrocarril en la calle Vara de Rey de Logroño según el proyecto original promovido por la entonces 2ª Jefatura de Estructuras de la Dirección General de Carreteras y Caminos Vecinales del Ministerio de Obras Públicas. Un puente que, tras 70 años de servicio, ahora sí, tiene los días contados.
El mismo se construyó en 1953 y lleva la firma del insigne ingeniero Carlos Fernández Casado, autor de ese 'ingenio' denominado «puente de altura estricta», tan presente en España y que en Logroño tiene como ejemplo el que ahora se va a desmontar y que durante décadas ha servido para 'cubrir' la trinchera ferroviaria (salvando la mayor distancia entre apoyos con el menor material, según su filosofía).
Fernández Casado (1905-1988), toda una referencia de la ingeniería civil española en las décadas centrales del siglo XX, proyectó y construyó muchas estructuras, en su mayoría de hormigón, y fue miembro electo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando pues, no en vano, era todo un humanista. En 1986, por ejemplo, se le otorgó la Medalla de Oro de la Comunidad Autónoma de La Rioja.
Se trata, en palabras de no pocos profesionales del sector que tratan de dar a conocer su legado, de uno de los ingenieros más destacados y singulares del pasado siglo «dotado de una admirable capacidad de trabajo y de una férrea voluntad de perfeccionamiento». Destacó ante todo, de hecho, en la proyección de puentes, su tipología más estimada, consiguiendo con el hormigón armado y pretensado nuevas posibilidades constructivas y estéticas.
«Carlos Fernández Casado no estudió Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos ni vio la luz en Logroño solo por casualidad. Solía recordar que, siendo un niño, el vértigo que sentía cuando miraba las aguas del río Ebro desde los puentes de su ciudad natal le impulsó, precisamente, a construir puentes. A lo largo de más de 50 años, este ilustre riojano proyectó y construyó innumerables obras de ingeniería, publicó una docena de libros sobre temas variopintos –resistencia de materiales, cálculo de puentes, historia de puentes y de ingeniería en general– y, sobre todo, fue uno de los grandes de la ingeniería española del siglo XX», escribió Marcelino Izquierdo en estas mismas páginas, donde en no pocas ocasiones se ha pedido una calle para él en su 'pueblo'.
Y es que Fernández Casado nació en un edificio que aún se conserva en Muro de Cervantes, esquina con avenida de Navarra, donde acaba de cerrar el bar 'El Gurugú' tras 114 años y hay una placa que así recuerda tal efeméride. Aquí creció y estudió durante los primeros años de su vida... y dicen que siempre se sintió –y dijo que era– de Logroño.
Desde 1958 ejerció como profesor de Puentes en la Escuela de Madrid, donde aprobó la cátedra en 1961. Trabajó de ingeniero de la firma Huarte y Compañía desde 1932 hasta su jubilación, aunque también lo hizo en la jefatura de Puentes y Estructuras del Ministerio de Obras Públicas desde 1949 hasta 1963.
A la temprana edad de 25 años, Casado desarrolló la conocida 'colección de puentes de altura estricta' con el objetivo de que pudieran salvar las luces prácticas más corrientes con la mínima pérdida de altura y con una profunda filosofía. «No aportar ninguna idea al paisaje, porque era éste el protagonista», aseguran los entendidos. Como en el de Logroño, donde se ejecutaron entre 1950 y 1952 seis pasos más, aunque de otros modelos y distinta serie.
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