Toreo de Aguado y Roca Rey, en la arena

En muchos municipios cada día de fiestas va dedicado a un colectivo. Si esto se diera cada tarde de toros en La Ribera, la de este martes sería la de la juventud y es que, si a lo largo del serial mateo se ha visto en el coso logroñés el repunte del abono joven, esta noche fue el festejo de los aficionados del futuro.

Recibió por verónicas Juan Ortega al que fue primero que, sin ser de escándalo, tampoco tuvieron el eco esperado. Brindó al respetable y planteó una faena que en algún momento dejó pinceladas de su toreo. Tomó la mano izquierda y dando el medio pecho intentó naturales de trazo largo deslucidos por varios enganchones. Lo mejor, sin duda, fueron dos derechazos que llegaron al final. La estocada no fue suficiente, se ayudó del verduguillo y fue premiado con un dadivoso apéndice.

Pocas opciones de Roca Rey en el saludo capotero de un astado que fue pronto pero que no terminó de entregarse. Lo dejó crudito en el peto y Antonio Manuel Punta y Paquito Algaba destacaron con los palos. El principio de faena no sorprendió: el diestro se fue casi a los medios y dio comienzo al trasteo con cambiados por la espalda. La actuación no conseguía llegar al tendido y el peruano con la zurda procuró el toreo al natural. Llegó la voltereta y con ella el efectismo que consiguió despertar al público. Falló a espadas.

El tercero dio varias vueltas al ruedo y no permitió expresarse a Aguado con el capote. El de Fuente Ymbro no se empleó en el caballo. El espada cogió la pañosa y enseguida desplegó su tauromaquia de toreo vertical, ese con el que el sevillano baja la revoluciones. Llegaron naturales de ensueño, buscando la colocación entre cada muletazo. Los remates estuvieron llenos de sabor torero. Puso el corazón tras el mandoble y la suerte hizo el resto. Cortó una oreja con fuerte petición de la segunda.

Las probaturas no sirvieron para fijar al cuarto al que José Palomares aplicó un buen tercio de varas. El inicio de faena fue cadencioso. Ortega se puso bonito ante un ejemplar que no derrochó entrega en los trastos y que fue rajadizo. Rubricó algunos derechazos, de uno en uno, de riñones encajados; destellos de toreo caro.

Fue certero con la tizona. El toro fue pitado en el arrastre.

Andrés Roca Rey salió de la enfermería, donde le administraron analgésicos y le pusieron un vendaje en la rodilla derecha, para lidiar el quinto de la tarde que fue el que tuvo más romana del encierro. Con la mano izquierda, a base de ayudar al burel, acabó rematando una serie en la que hubo mucha reunión. Acto seguido los molinetes y desplantes enloquecieron a sus partidarios. Remató con tres ceñidísimas bernadinas y sonó un aviso. El animal dio la vuelta al redondel mientras que el torero buscaba los terrenos para la suerte suprema. Escuchó el segundo aviso y el estoque se fue abajo.

El último toro de estos sanmateos salió rebrincado y Aguado, que estuvo muy dispuesto, poco pudo hacer. El de Sevilla realizó lo más destacado al natural. Marró con el acero. El escaso juego de los Fuente Ymbro protagonizó el triste epílogo de la última de feria.

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