La tradición taurina le viene a Logroño de antaño. El Voto de San Bernabé, sin ir más lejos, confirma que la fiesta de los toros ya era habitual en la Baja Edad Media. Escrito por primera vez por Francisco Ortiz de Zárate en 1538 -aunque ... hay constancia de su celebración desde 1522-, el Voto en recuerdo a la victoria contra el galo Asparrot manda que, después de comer, «se han de correr tres o cuatro toros, y que queden dos de ellos para San Juan, matando uno o dos de ellos».
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Sin embargo fue hace casi dos siglos, en el año 1819, cuando la feria taurina de septiembre -que posteriormente se trasladaría a las fechas de San Mateo- tomó cuerpo.
La investigación que lleva a cabo el abogado y doctorando Francisco Javier Díez Morrás ha sacado a la luz documentos que custodia el Archivo Histórico Provincial de La Rioja, entre ellos posiblemente el primer cartel taurino impreso en la capital riojana.
Y es que para los días 4, 5 y 6 de septiembre de 1819, el rey Fernando VII concedió permiso para celebrar ocho corridas de toros extraordinarias y otros festejos menores, para ese año y los tres siguientes. El fin era el de poder pagar las obras de rehabilitación de la Casa de Misericordia, que se hallaba junto al Convento de la Merced y el Revellín.
«La Casa de Misericordia de la ciudad se había fundado en 1778 por iniciativa del corregidor, de la Iglesia y de las gentes más pudientes, ante la urgencia de mitigar la pobreza del vecindario y reducir la cifra de indigentes que pululaban por la ciudad», explica el investigador calceatense Díez Morrás.
El cartel taurino en sí es una verdadera joya, no sólo por su antigüedad sino, también, por lo prolijo de la información que aporta. Los festejos iban a ser presididos por el corregidor José Pérez de Rozas y en cuanto a las reses a lidiar, concretaba que serían 16 de la vacada del tudelano Francisco Javier Guendulain, ocho de Fausto Joaquín Zalduendo, de Caparroso, y otros ocho de Antonio Ibar-Navarro, de Arnedo.
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En relación a los toreros, el programa incluía para el 3 de septiembre al afamado Francisco Herrera Guillén, Curro Guillén -«uno de los primeros espadas de la Corte»-, acompañado por los segundos Francisco Hernández 'el Bolero' y Juan León, los picadores Cristóbal Ortiz, Julián Díez y Juan Marchena Clavellino, y banderilleros.
Para el día 4 estaban previstas dos funciones con picadores, una matutina con la lidia a muerte de tres toros, y otra vespertina, con ocho morlacos. La novillada, señalada para el 5 de septiembre, incluía dos novillos banderilleados por la mañana y otros ocho por la tarde, ademas de celebrarse, y es textual, otros «obgetos de diversión».
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En cuanto al 6 de septiembre, jornada final de la feria, el programa contemplaba la segunda corrida, con idénticas características que las desarrolladas el día 4.
Como si de un completo programa de fiestas se tratara, el cartel taurino informaba también del lanzamiento de fuegos artificiales en la ciudad, formados por «voladores, fuentes, ruedas, primorosos árboles y una vistosa Palma».
Durante las tres noches feriadas, el paseo del Espolón -recientemente abierto por el Ayuntamiento afrancesado del regidor Ruiz de Pazuengos- quedaría iluminado «para recreo y desahogo de los concurrentes», celebrándose bailes públicos nocturnos dentro de un «gran salón dispuesto á el efecto». Todos los públicos estaban invitados al baile, siempre y cuando asistieran con «trage decente».
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El cartel también advertía al público de la prohibición de bajar a la plaza durante la lidia, al tiempo que aconsejaba a los espectadores permanecer tras las barreras, bajo pena que se publicaría mediante bando, excepto los empleados y operarios municipales. Igualmente se prohibía arrojar al ruedo cualquier objeto desde tendidos y balcones.
Pese a que la concesión real para financiar la Casa de Misericordia se extendía hasta 1822, los dos últimos años no se celebraron corridas en la plaza del Coso. «Parece que en 1820 los festejos no levantaron el mismo interés y, al tiempo, las circunstancias políticas no eran las mismas debido el triunfo de la revolución de Riego -argumenta el investigador Francisco Javier Díez Morrás-. Resulta imposible, por tanto, afirmar que la ausencia de festejos taurinos en 1821 y 1822 estuvo vinculada al nuevo régimen, que embarcó España en el denominado Trienio Liberal (1820-1823)».
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Sin embargo, tras la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis y el regreso del absolutismo y del periodo más ominoso de Fernando VII, el motejado «rey felón» volvió a autorizar una nueva etapa de festejos taurinos, también a beneficio de la citada Casa de Misericordia, que se celebraron entre los años 1827 y 1830, y que coincidieron con los días 4, 5 y 6 de septiembre.
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