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Las barracas están aquí. Tras casi dos años «dramáticos» como los describe el presidente de la Asociación de Feriantes de La Rioja, el sector empieza a retomar el pulso y revitalizar con su presencia un San Mateo que esta edición acoge cerca de 70 puestos ... donde la nostalgia compite con la adrenalina y el olor a algodón de azúcar.
– ¿Ha vuelto la normalidad al mundo de la feria?
– Ya nos gustaría, pero aún falta mucho para eso. Vamos moviéndonos e instalando las atracciones después de meses brutales, pero sujetos todavía a unos estrictos protocolos y restricciones que se prolongarán hasta que la pandemia ya sea historia.
– Es difícil entender y disfrutar de San Mateo sin el runrún de las barracas, sus sonidos, tanta animación.
– El año pasado, cuando estaba aún todo bloqueado, pasaba por el ferial vacío y se me caía el alma a los pies. Para nosotros ha sido un periodo durísimo con auténticos dramas personales por no poder trabajar, pero me consta que el público también ha sufrido la ausencia.
– ¿Qué tiene la feria para suscitar esa fascinación?
– A no ser que alguien viva cerca de un parque de atracciones, las barracas son algo que en ciudades como Logroño puede vivirse solo un par de veces al año. Acudir con los amigos o con tus padres, comprar unos churros o cenar una salchicha, el sonido y las luces de los aparatos que giran, el soniquete del puesto que rifa un jamón... Las sensaciones y el ritual que conllevan son algo único que se graba en la memoria y no hace distinción de edades.
– Sin embargo, otro clásico es quejarse de qué caras son las atracciones cada año.
– Nunca llueve a gusto de todos, aunque le puedo asegurar que son precios razonables y ajustados a todos los gastos que debemos afrontar. Gasoil, seguros, impuestos, nóminas, desplazamientos... Los feriantes siempre estamos de aquí para allá, renunciando a muchas cosas que para el resto de la gente son parte de su rutina. Y además, ¿quién es capaz de poner precio a la diversión?
– ¿Ha cambiado mucho la profesión en los últimos tiempos?
– Ya lo creo. En mi caso y otros tantos, se trata de negocios familiares que pasan de generación a generación. Gente como yo, con 40 años en el oficio, siempre hemos estado aquí y no entendemos la vida de otra manera. Los jóvenes tienen sus estudios, van a la universidad, manejan otras inquietudes... Está por ver si tomarán el testigo.
– ¿Disfruta un feriante de su propia atracción?
– Claro. Si a ti no te emociona y te hace sentir, tampoco el público la disfrutará.
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