La hoguerita de las vanidades

Hay logroñeses que por estas fechas se hacen un crucero por el Caribe, todo incluido. Las fechas animan y los precios obligan. Los precios de las barracas, digo. Con un par de herederos en edad de tren chuchú, de coche de choque, de noria y ... churros antes de volver a casa sale más a cuenta lo del trasatlántico que una tarde en la feria si se calcula a cuatro euros euros el arreón (cuando no el billete de cinco por viaje). Dónde va a parar. Mas hay logroñeses de bien, gente de costumbres, ciudadanos ejemplares que, así sea por vocación o por obligación, asumen con resignación episcopaliana el papel de figurante en los sanmateos. Imprescindibles actores secundarios que lo mismo sirven para rellenar la fila de una degustación de confit de pato que para asomarse desde el vallado al espacio del Pisado de la Uva y de la Ofrenda del Primer Mosto –así, todo con mayúsculas–, que inopinadamente sobrevive como acto nuclear de las fiestas. Lo cual, bien mirado, no deja de tener su aquel, porque las fiestas de la Vendimia andan bien justitas de esencia religiosa por más que en su día grande se quieran venir arriba con todo este ceremonial de misa mayor, procesión con obispo mitrado y ofrenda del mosto a la patrona.