Que te pinten la cara o que te den la chapa no son cosas agradables. Estamos hablando, en el caso de la primera expresión, de sufrir una derrota o incluso una humillación; y en el segundo, de ser molestado de manera reiterada. Ayer en el ... patio de la sede de Cáritas La Rioja, en la Casa Farias –confluencia de las calles Herrerías y Juan Lobo–, nadie salió ni derrotado, ni humillado ni incomodado. Todo lo contrario. Sirva el siguiente dato para constatar que el taller infantil, la degustación y el concierto organizados por la entidad benéfica fueron todo un éxito. Asistieron alrededor de un millar de personas.
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Muchos fueron niños, por supuesto, porque para ellos era una de las actividades principales. La posibilidad de que les maquillaran como una princesa o, directamente, que les pintaran la cara de Spiderman o del personaje de El Zorro. Fue el caso de Conchita Segura, una jovial abuela que fue con sus nietos Naia y Unax y no dudó en ponerse en manos de los trabajadores y voluntarios de Cáritas para convertirse en ese personaje de ficción conocido por llevar una espada con la que rayonea a la gente con la letra 'Z'. «Me he animado también, como ellos», decía mirando a los pequeños que se divertían con la cara que llevaba la abuela.
Después de pasar por las cuatro sillas de maquillaje, los niños tenían la oportunidad de hacer una de las cosas que más les gusta. Coger lápices y rotuladores de muchos colores y empezar a pintarrajear en folios en blanco. Pero de lo que se trataba era de hacer un dibujito que luego había que recortar para hacer con él una chapa que colocarse en la camiseta. «¡Que guay!», celebraba el pequeño Aarón, encantado con la idea. «Voy a dibujar...», empezó a decir, cuando alguien por detrás le frenó su vena artística: «Algo sencillito para que luego sea vea bien en la chapa». El niño aceptó y decoró una A roja sobre fondo negro. «Mi nombre», soltó.
Esa opción de pintar la letra inicial fue una de las más recurrentes y así lo hicieron también los hermanos Marcos y Amelia, que acudieron al patio de Cáritas con su abuelo Alberto Nestares. «Es la primera vez que venimos, los niños se lo han pasado bien», decía él.
Sobre todo cuando vieron cómo después de colocar su dibujito en una máquina troqueladora salía una chapa. Pero no sólo los pequeños disfrutaron, también los adultos que acudieron porque pudieron degustar unos ricos champiñones. Se repartieron finalmente 700 raciones, 200 más de las inicialmente previstas.
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Con lo que la recaudación también fue mayor y ascendió a 1.750 euros –sin contar los donativos que depositaron los niños por participar en el taller infantil que era gratuito y el dinero obtenido por los boletos vendidos para una rifa– «que van a ir a un fondo común del que vamos sacando para muchas cosas y que necesitamos nutrir. Ese fondo lo destinamos, por ejemplo, a ayudar a pagar alquileres o a la compra de alimentos, medicinas o material escolar. Lo que llamamos necesidades elementales», señaló el nuevo director de Cáritas, José Andrés Pérez.
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