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Un peregrino coreano inmortalizaba con su cámara a un acordeonista callejero a quien nadie más prestaba atención mientras este pedía unas monedas por su breve actuación a un hombre que tomaba el vermú ensimismado en la lectura del periódico en una terraza de ... la plaza del mercado y ajeno a todo. A poca distancia, cinco veinteañeros, agazapados tras las vallas de las obras de La Redonda, celebraban su propio prechupinazo uniformados con una camiseta con la leyenda 'Riojanos de corazón; el vino es nuestra pasión' y que a estas horas estará echa jirones.
La calma era total este viernes a la una y media de la tarde en el epicentro de las fiestas y, sino hubiera sido por la cantidad de turistas del Imserso que descargaron los autobuses en Logroño, la mañana hubiera pasado por una animada mañana más de un fin de semana estival. A esa misma hora, hace un año, Portales, La Laurel y todo el entorno bullía y cruzar de un lado a otro de la calle resultaba una proeza. Adolfo Sáez, de Bar Muro, lo resumía así: «Hemos perdido muchos almuerzos, antes llegaban las cuadrillas a las 10, se comían un par de huevos fritos con picadillo..., y luego después del cohete la calle se llenaba», señalaba para señalar con el dedo un Portales semivacío, con la mitad de los bares cerrados en horario de vinos.
Tere, de La Taberna de Baco, hacía su propio pronóstico: «Hoy nos van a dar la una de la madrugada. Hasta ahora abríamos a las diez de la mañana, cerrábamos a las seis para descansar y a la ocho volvíamos a abrir. Hoy no lo quiero ni pensar y a saber cómo llega la gente...», comentaba desde el otro lado de la barra, vacía pasada la una de la tarde, aunque, eso sí, con una mesa ocupada por un almuerzo. «El vermú mateo, el mejor del año, nos lo hemos cargado», sentenciaba Carlos, de Pata Negra. «Yo no tengo previsto abrir hasta las dos de la tarde...». Alejandro, del Bar Ángel, compartía la preocupación, aunque con otra lectura: «En realidad hemos ganado una tarde, el año pasado fue en sábado, hay que esperar para hacer balance. A mí me preocupa más la amenaza de lluvia, la coincidencia de la vendimia, que va a restar gente de los pueblos, y que haya clases escolares».
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