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Martes, 19 de septiembre 2017
Explica Talavante que Logroño es «una plaza a la que también la he visto mutar, al igual que mi estilo. Mis primeras tardes en ella fueron muy duras. Yo era un niño que tenía mucha imaginación y quería envolver el escenario con una energía muy positiva para sacar todo lo que llevaban dentro. Al principio era bastante inmaduro a la hora de afrontar las tardes allí. No sé cuál era la razón; yo había leído mucho sobre Logroño, su afición, el toro que salía... Estoy convencido de que me creé una serie de fantasmas interiores que me perjudicaron. Es una de las plazas en las que siento que todavía no me han visto roto y eso es un motivo de ilusión tremendo».
Y ahonda en sus inicios en el toreo: «Iba a lo de Zalduendo cuando salía del colegio: un día estaba Joselito, al día siguiente José Tomás, o Paco Ojeda, e incluso Espartaco. Mi padre grababa aquellos tentaderos, pero no a mí, sino a los toreros. Por la noche veía los vídeos. Me asombraba muchísimo la facilidad con la que eran capaces de hacer el toreo a las becerras. La suficiencia de los maestros consagrados. Eso fue dándome confianza y la oportunidad de tener muy clara la manera con la que yo quería interpretar. Mi padre era un hombre que no se metía en nada, no tenía ni idea de toros pero siempre ha sido una persona muy exigente con valores que son muy parecidos a los que se buscan en la tauromaquia. Ahí fui aprendiendo».
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