Logroño entroniza a Roca y disfruta con la épica de Urdiales

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El quinto embestía soltando la cara como sus hermanos y Urdiales se centró primero en dominarle para después hacerse con él en el toreo bello. Logró una faena chispeante en los inicios y apoteósica en el tramo final, sobre todo por una serie magistral por el pitón derecho. El toro se desplazaba y en alguno de los viajes metía la cara con mayor franqueza, y ahí es por donde Diego indagó hasta encontrarlo. Por el derecho permitía mayor ligazón, y fue por ese pitón por donde fluyó esa serie final de enorme transmisión, y con la que terminó de sellar una labor maciza, trabajada, y de una entrega enorme. Su primero fue molesto, y no tuvo más opción que tirar por la vía de la épica, la de exponer sin saber lo que se va a encontrar al cruzar esa línea que abrasa. El de Cuvillo se puso complicado y embistió con una cabeceo que lijaba la taleguilla en cada derrote. Sí que logró torear bonito en saludo por verónicas mientras sacaba el toro a los medios; y en el quite por chicuelinas de mano baja.

Morante abría la tarde y apenas pudo lucirse ante un primer astado que no se empleó y al que le faltó fondo desde el mismo instante en el que entró al caballo. Y con su segundo, un sobrero de Juan Pedro Domecq, tuvo opciones de mostrar su rica tauromaquia con el capote. Embaucó primero a la verónica, después con un galleo por chicuelinas al paso y seguido por delantales en el quite. El toro no le ofreció a Jose Antonio una embestida clara, y lo hizo siempre muy brusco. Por ambos pitones trató de buscarlo con ingenio, y le sacó algunos pasajes marcados por esa personalidad que le caracteriza. Sensacional fue una serie a dos manos por alto como antesala a pasear una oreja como recompensa. Todo ello antes de la euforia. Locura como cierre.