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La mañana de la víspera dudaba uno por decidirse entre unas vaquillas saltarinas en la Ribera, otro festival de colesterol en la Plaza del Mercado y el concurso de lanzamiento de gavillas de la calle San Matías. Piedra, papel o tijera me señala la competición ... con los palitroques de la viña.
San Matías es una calle tan cortita como su nombre. Une de este a oeste las de Caballero de la Rosa y Padre Marín, ya muy cerca de Madre de Dios. Una calle aseada que parece sin demasiadas pretensiones más allá que la de conservar la tranquilidad que se le imagina 364 días al año. Tiene un bar, una iglesia de los Testigos de Jehová y, al lado, el local de la Peña La Rioja, que es la que patentó hace diez años lo de lanzar hatillos de sarmientos como actividad ludicodeportiva. Desde entonces, un día al año, este día, San Matías pierde su habitual sosiego.
En efecto, la calle está tomada por gente que viste el, a esa hora del mediodía, aún inmaculado uniforme en grana y blanco de la peña. Los más jóvenes, que no son demasiados –alarmante denominador común de todas las peñas– se escaquean; los veteranos se afanan detrás de un par de paellas XXL donde se cuecen humeantes guisos. El más avanzado es un arroz con sus calamares, sus mejillones y sus otras cositas de mar. El vecino parece una menestra, aunque un peñista porfía que es otro arroz (despistan unos ¡espárragos! dispuestos como los números de la esfera de un reloj analógico). Arroz y cosas, en cualquier caso, que deben de tener su aquel porque ya hay una ordenada fila (ya advertí de que los logroñeses hacemos fila como nadie) esperando el reparto del condumio. El sol aprieta e invita a volver a lo del lanzamiento de gavilla, que era lo que le había traído a uno hasta aquí.
Aunque la calle es breve como un haiku, ni en un lado ni en otro se adivina vestigio alguno de la pista de lanzamiento. Tampoco se ven personajes musculados y no hay rastro de gavilla alguna. Así que se impone paciencia, una visita al bar de la calle (con precios de sanmateos que explican que apenas haya parroquianos dentro).
Enseguida, que es tarde, un par de peñistas marcan con tiza el asfalto. Y otros envuelven un par de haces de sarmientos con papel film, del que se emplea en las cocinas. Unos espontáneos rompen el fuego y los lanzan con mejor voluntad que estilo. Me recuerdan las competiciones que de chavales hacíamos en el campo a ver quién meaba más lejos. Y me retiro que va siendo hora de la pastilla del colesterol. Luego me cuentan que el concurso lo ganó Kontxa Andreu (como la presidenta del Gobierno riojano, pero del Goierri).
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