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Desligar San Mateo de su programa gastronómico es imposible. Resultaría todo un reto pasar las fiestas sin cruzarse con una degustación, sin respirar el aroma de unas calderetas o sin detenerse, aunque sea a tomar un pincho, en los bares del centro. Son estos unos ... días de salir a lo que surja, sin la comida preparada en casa con la esperanza de que las fiestas nutran nuestro estómago de una u otra manera. La oferta no falta. Y entre toda ella, reinan esas degustaciones que ya no solo tienen como 'chefs' a los expertos de las peñas sino que casas regionales y asociaciones de vecinos se suman desde hace tiempo a un programa que incluye más de setenta referencias en todos los sanmateos. A once degustaciones por día.
La jornada de ayer subió algo la media, sumando alguna chocolatada, concurso de paellas y cata de vinos semidulces. Casi nada. Algunos valientes se lo toman como un menú degustación, de esos compuestos por una decena de pequeños pases del entrante al postre. Podría ser, ya que a las nueve de la mañana la Peña La Unión ya ofrecía chocolate y bizcochos para aquellos que se dirigían a las vaquillas. Y por la noche, crepes y mojitos de la Peña La Uva –uno de los nuevos éxitos mateos– y chupitos para bajar en el chamizo de la Peña Logroño. Y entre medias, numerosos platos fuertes. Lo dicho, hay poca excusa para no encontrar un bocado diario.
El epicentro de la gula es cada año la plaza del Mercado, donde la Semana Gastronómica sirve de atracción para todos esos logroñeses a los que no les importa esperar un rato de cola al olor de las parrillas para echarse a la boca los pinchos con más tradición de las fiestas. «Llevamos desde siempre haciendo esta degustación, tiene mucho tirón», explicaba Valentín Tobalina mientras volteaba filetes de lomo, protagonistas del plato de la Peña la Unión, entre pan y pan junto a unos pimientos con ajos, preparados el día anterior en el chamizo. Más de 250 kilos de materia prima para ofrecer cerca de dos mil raciones.
A unos metros, la cocina de la Peña Los Brincos daba cuenta de otro clásico que lleva treinta años acompañando a las fiestas:el picadillo. «Amí no me pica nada, pero la gente dice que sí», apuntaba Álvaro Aldea, presidente de la agrupación, y es que encontrar ese punto justo es uno de los trucos de su éxito. «Se lleva mucho y mantenemos esta propuesta», subrayaba Aldea junto a sus tres acompañantes en la plancha.
Cientos de personas esperaban pacientemente a que llegase su turno. Mientras, los más afortunados ya disfrutaban del manjar mateo, como Sergio y sus amigos, picadillo en mano. «No teníamos nada para comer y nos hemos venido. Llevamos ya tres degustaciones y todas muy ricas», comentaba. También otros fieles del programa culinario, Gaspar y Mamen, seguían la ruta. «Las filas parecen mucho pero van rápido», señalaban después de dar cuenta de la sardina de la Peña Rondalosa, bien valorada por estos expertos mateos, de esos que recorren la ciudad programa en mano.
Al olor de la sardina
Precisamente, esa degustación es una de las pocas que se sale de la norma carnívora que rige el menú festivo. Se agradece y muchos se acercaban, como don Gato, al olor de la sardina. Producto fresco. A primera hora de la mañana, la Rondalosa se acercaba a Mercarioja y de ahí, a la plaza Martínez Zaporta. «Es una desgustación diferente, hay gente que la espera y muchos repiten», comentaba José Manuel Sáez García. Además, la peña ofrecía su rico zurracapote, un buen acompañamiento, una tradición identitaria de San Mateo.
Portales arriba, la senda continuaba hacia algo más que un pincho, a todo un almuerzo valenciano. Cambiando de menú sobre lo anunciado en el programa para no tener que desperdiciar la comida que no pudieron repartir el viernes por la lluvia, la Casa de la Comunidad Valenciana ofreció lomo con cebolla caramelizada. «Para nosotros el almuerzo es sagrado», comentaba su presidenta, Mar Luna. Se mostraba más que satisfecha con la respuesta de los logroñeses, que comentaban en corrillos lo rico que estaba ese generoso bocado valenciano. «Con esto y otro pincho ya casi hemos comido», señalaba Lucía, acompañada de su familia. Mientras, desde la Casa anunciaban para final de octubre una fiesta fallera en la que no faltará el bocata de atún y aceitunas, «típico para llevar a la playa», que no pudieron ofrecer ayer y por el que muchos preguntaron.
Champiñones, huevos fritos con pimientos, preñaos, pastas... A quien se atrevió a tomar el programa como menú no le faltaron viandas. Quien se decidió por saborear alguna de ellas, disfrutó igualmente de una de las actividades más populares. Somos de comer. Porque aunque algún 'grinch' logroñés, de esos que reniegan de San Mateo, vuelva año tras año con el manido discurso de «para qué hacer fila para comer», «te comes un pincho y te quedas igual» o «es que son muy caras», las degustaciones son el auténtico sabor de la fiesta.
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