Martín, Victoria y sus nietos en El Espolón. T.R.
San Mateo a los 60

De colas, abuelos, nietos y colesterol

Toño Del Río

Logroño

Lunes, 19 de septiembre 2022, 02:00

Martín Ochoa es de Enciso y fue taxista. Victoria Martínez, de Arnedillo y es melómana. Se antoja un matrimonio tan bien avenido desde hace tantos años que parece una falta de respeto interesarse por esa minucia temporal que al lector le aportaría lo que la ... consejera Romero al Gobierno regional. (Disimulen la digresión). Victoria y Martín disfrutaron ayer del concierto vermú que la Banda Municipal ofició en la Concha del Espolón para una sentida y atenta concurrencia. Con ellos siguieron el oficio musical, en sendas sillas de tijera y formales como el heredero de un notario, dos de sus tres nietos. Criaturas de esas que toda buena abuela quisiera para darles la paga y unos achuchones todas las fiestas de guardar. (Hace algunos años, aquí hubiera escrito sus nombres. Los de los niños. Hoy, por lo de la protección de menores, la de datos, la lucha contra escarlatina y el escudo antipederastas, entre otras censuras previas, no es posible). Los chiquillos y los abuelos se hicieron una envidiable mañana entre los pasodobles y las jotas que les regalaron los profesores de la Municipal, orquestados por José Ángel Cabezón. Una decena de partituras bien escogidas entre 'Paquito el Chocolatero' de Pascual Falcó, unas brillantes 'Estampas Riojanas' de Fernández Caballero y el oficioso pero popularísimo 'Himno a Logroño' del maestro Ibarrula (y letra del periodista José Manuel Calzada que en el cohete de la víspera hicieron atronar miles de voces en la plaza del Ayuntamiento). Que parecía un cuadro costumbrista de Sorolla: abuelos y nietos con corcheas de fondo.

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Victoria, Martín y los niños ideales de la muerte no participaron, sin embargo, en la labor a la que se ufanaron en la matinal dominical de ayer miles de logroñeses y visitantes: hacer cola. Habrá notado el lector que los logroñeses hacemos cola como pocos. Colas en fila india, colas de a uno o de a dos en fondo. Colas serenas y educadas, aunque siempre atentas al que se quiere saltar el orden establecido y robar el turno. Colas ejemplares y de impresión, como la que llegaba de La Redonda a la Glorieta para aliviarse el bocatita de chistorra que presentaba el Hogar Navarro. Colas de a tres y con cochecito de bebé, como las que hacían intransitable el ala norte del Espolón por el tinglado de las peñas, ¡ay las peñas!, que tanto y tan bien están haciendo por elevar el nivel del colesterol regional. Total, para cuatro días que uno vive por qué no gastar dos haciendo cola para morir de indigestión.

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