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El mundo moderno se está convirtiendo en una cosa de colas. Son problemas del primer mundo, claro, en el que mucha gente decide siempre hacer lo mismo a la vez. En San Mateo, en fin, la paciencia es virtud y la espera penitencia, y es ... bien sabido que ambas cosas son buenas para el alma inmortal.
Ayer era martes mateo, lo que viene a significar un día de fiesta como a medio acelerador. Y sin embargo, donde había degustación había cola. Dice nuestro Tragoncete mateo que hay especialistas en saltárselas a base de rostro e influencias, pero el común de los logroñeses es gente de buen estar. Si hay que esperar, se espera. Si hay que esperar mucho, será que merece la pena.
Al final las degustaciones pasan las pruebas más exigentes (la de los más pequeños, que no entienden de bienquedar), y la calle se llena, se colapsa y luego se vacía.
De un lado para otro de esa calle corretean los vendimiadores: dicen que son dos cada año, pero es para dudarlo, porque por todas partes aparecen sus calzas de lana. Pobres, a 30 grados.
Y también corretean (éstos, sin calzas) los periodistas de San Mateo, probablemente el colectivo con más ganas de que las fiestas terminen antes de empezar.
En fin, de vez en cuando hasta los agasajan, como ayer en el chamizo del PP, que volvió a convocar a la prensa para, por una vez, dar zurracapote en lugar de ruedas de prensa. Que se agradece, oiga: al menos, una vez al año.
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