Tiene cuerpo de araña y cabeza de mujer
José Antonio Del Río
Lunes, 22 de septiembre 2014, 10:34
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José Antonio Del Río
Lunes, 22 de septiembre 2014, 10:34
La estrella de aquellos sanmateos fue, sin duda, la mujer araña. Quienes anden cerca del medio siglo, por arriba o por abajo, darán fe. Tiene 20 años, cuerpo de araña y cabeza de mujer, repetía la cantinela horrísona que sacudía el oído según la cuadrilla ... se acercaba a las barracas, República Argentina arriba. Las barracas Justo pasado el puente del ferrocarril, a la derecha, en el solar que ahora ocupa el colegio de Las Gaunas, solía encontrar cobijo el Gran Circo Atlas, una carpa gigantesca que llegaba a albergar hasta tres pistas el número de pistas de estos coliseos ambulantes venía a ser lo que las estrellas a los hoteles-. Cerca, tanto que aún se dejaba notar el recio perfume del animalario circense, próximo a la trinchera del tren, sentaba sus reales el Teatro Argentino, una suerte de cabaré ambulante con vedetes añosas y chistes verdes al peso para refocile del personal que llenaba la última sesión con la risa ligera y el ánimo lúbrico. O al menos eso suponíamos quienes formábamos parte de la infantería infantil/juvenil mientras contemplábamos la larga fila que se perdía tras una cortina en un templete bajo un toldo de terciopelo raído y borlas doradas al más puro estilo de lo que por aquí entendíamos por parisién y pecaminoso, sobre todo pecaminoso en el más estricto sentido sexual del término. Algunas casetas de tiro al blanco con aquellas bolas deformes que tratábamos de derribar con un perdigón para colarlas en una portería defendida por jugadores del Athletic robados a algún futbolín-, un par de churrerías despistadas y un puesto de algodón de azúcar venían a completar la oferta de esa zona del recinto ferial a la que se accedía, inevitablemente, junto al teatrillo de la mujer que tiene 20años, cuerpo de araña y cabeza de mujer.
La mujer araña fue el penúltimo de los extravagantes espectáculos pseudocircenses que hasta los 80 no faltaban incluso en las ferias más consideradas. Nada que ver con filigranas como la del Pedómano, un individuo con un control tal de su ano que era capaz de interpretar La Marsellesa a base de flatulencias para solaz del asombrado personal. Y a falta de Le Pétomane, que no llegó a anunciarse en esta plaza, la mujer con cuerpo de araña y cabeza de mujer cumplía el propósito de atraer a la parroquia cotilla y, sobre todo, sacarle los cuartos por mostrarle lo que se escondía adentro del tenderete aquel.
Andábamos a la altura del Cinco Pesos y el olor del aceite refrito de las churrerías que ocupaban buena parte del ferial (que sólo se conocía así en la cartelería del circo donde se anunciaban los hermanos Tonetti) aromatizaba la banda sonora -Tiene 20 años, cuerpo de araña y cabeza de mujer- y encendía nuestra voluntad de soltar el duro, o las diez pesetas, que nos habría de costar la entrada para conocer semejante engendro. Un potosí, por otra parte, un duro o dos cuando el presupuesto festivo dudo mucho que superase el billete de cien pesetas, menos de un euro de los de hoy al cambio, que uno se derrumba de pensar en lo viejunos que se están haciendo los demás a base de quemar sanmateos y que nuestras vidas son los ríos que va a dar a la mar
Habiendo ya atravesado el puente que salva las vías del ferrocarril por donde aún no ha llegado, ni llegará, la cosa del soterramiento, no saludaba a la derecha nuestro objetivo de aquella tarde/noche matea de cuando los 70 agonizaban y servidor aún no había alcanzado la mayoría de edad que por entonces recién acababa de acomodarse en los 18. Su cansina megafonía atacaba impía y una larga cola de logroñeses y logroñesas sin distingo de edad ni condición aguardaba ordenada su turno. La última por favor. Había que echarle, además del par de duros, paciencia. Mucha. Y ni los amigos de servidor ni servidor fueron nunca muy partidarios de la espera. Tiene 20 años, cuerpo de araña y cabeza de mujer. Come carne cruda, bramó la megafonía ¡Carne cruda! ¡Una mujer con cuerpo de araña que se alimentaba de carnes sin cocinar!
En la margen izquierda del ferial, frente al chiringuito de la mujer con cuerpo araña se anunciaba en una pizarra un botellín de cerveza El León y una salchicha por ¡10 pesetas!, dos duretes. Como quiera que se iba echando la hora de cenar, el efecto imán nos atrajo irremisiblemente hacia el lugar.
No conocimos, finalmente, el antro de la mujer araña. Nos faltó paciencia y dinero. Si el chiringuito que ofertaba el botellín de El León y la salchicha a 10 pesetas no se hubiera cruzado también en nuestro camino, habríamos advertido que la mujer araña en cuestión era una chama, una bola en toda regla, un regate a la inteligencia del común; algo que nos habría consolado si hubiera hecho falta, porque aún creo recordar cómo nos supo aquel botellín de cerveza El León. Y es que como la primera vez no hay dos.
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