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El reparto se produjo, desde las diez de la mañana, con la tranquilidad que da la experiencia y el hecho de tener «todo el pescado vendido», como bromeaba el cofrade mayor, Fernando Azofra, a cuenta de la respuesta vecinal al evento, multitudinaria, como siempre. No en vano, la preparación y la distribución estuvo en manos, también como es tradición, de la Cofradía del Pez y de sus invitados.
Desde primera hora, los logroñeses hicieron sus colas –porque se forman varias– para acceder al preciado manjar, el pan, el pez y el vino, los productos que mejor remiten a la resistencia de los defensores de la ciudad frente a sus invasores en 1521 y con los que se festeja el día del patrón de la ciudad, San Bernabé.
Y Jesús Trapero y Miguel Ángel Olaverría, que esperaban el inicio del acto desde las ocho menos cuarto de la mañana, consiguieron, un año más, ser los primeros en recibir su pez junto a la puerta del Revellín. Van quince ya, decía Jesús Trapero, quien recordaba cómo empezó a ir al evento, junto a la muralla, con su padre.
Las cosas han cambiado y ya no se reparten peces sacados del río desde el invierno, como pasó durante mucho tiempo, sino alevines de trucha de la piscifactoría de Viguera que están tan ricos o más. Llegan a primera hora del día, en cajas de poliespán y sin hielo para que no salten al sumergirlos en aceite a muy alta temperatura.
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Fernando Azofra recordaba este martes, 'a pie de obra', el miedo que daba el cambio dada la falta de escamas de los alevines y la posibilidad de que los peces acabaran pegados unos a otros en las freidoras, pero las pruebas acabaron con todas las prevenciones y ahora no pueden estar más contentos.
Los encargados de que todo funcione se hicieron con más de 900 kilos de pececillos, de manera que pudieran prepararse muchos miles de raciones. Estamos hablando de entre 25.000 y 30.000. Ellos, los cofrades, redondeaban en 27.000.
Para la fritura se utilizó aceite de oliva virgen extra de un trujal de Aldeanueva (Almazara riojana) y, una vez cocinado el alevín por las manos expertas de los cofrades, que jugaron con la temperatura para lograr el acabado perfecto, contaba desde la freidora uno de ellos, Nacho Sáenz, se dispensó sobre una rebanada de pan sobado. 1.500 barras se trocearon. Sí, también se contempló el pan sin gluten. «Todo de La Rioja. Productos gourmet», presumió Azofra.
El vino lo suministra desde hace años la familia Vivanco. Fueron en torno a mil litros. El jarrito especial para la ocasión costó, este año, un euro y medio, pero el vino también se repartía en vasos de plástico.
El grupo Contradanza estuvo presente desde primera hora y mostró sus evoluciones a cofrades y asistentes en el hueco que quedaba entre los aparejos de freír y las mesas de repartir. También bien pronto David Heras, con su traje de peñista, se fue con su pez en la mano. «Para un logroñés, es un orgullo participar en estas tradiciones», resumía el hombre, rodeado ya tanto de quienes se iban con su ración como de quienes esperaban su turno.
Dentro del recinto quedaban los cocineros, espumadera en mano, añadiendo más quemadores a medida que iba pasando la mañana y aumentando la afluencia. Y los repartidores como Elvira Marín, quien lleva sumándose al reparto desde que se jubiló y participa con mucho gusto desde primera hora de la mañana, es decir, desde la misa y las migas que se toman antes, para coger fuerza, en el Moderno, que es donde comienza el rito de la Cofradía. O Carla Santos De la Riva, de 11 años, quien acompaña a su abuelo y a su madre desde hace tres o cuatro años. Esta vez, le tocó poner la servilleta al pan y al pez para entregarlo a quienes esperaban.
En torno a la una llegaba la procesión y quienes la protagonizaban, con el alcalde, Conrado Escobar, a la cabeza, y quienes la seguían recibieron sus peces y se tomaron un respiro para seguir después su recorrido de vuelta hasta por Once de Junio y Bretón hasta la plaza del Mercado. Para los niños de San Bernabé, los representantes de la ciudad, no hubo vino, claro. Sus peces fueron acompañados por agua.
Por haber, en lo que ayer por la mañana fue el epicentro de la ciudad, hubo hasta protesta 'Stop Genocidio', acompañada de banderas palestinas.
No, no hubo incidentes que reseñar, contaban desde el Ayuntamiento. Cuando hace un sol de justicia, a veces quienes esperan sufren los efectos y los que velan por la salud de todos tienen más labor. Esta vez el tiempo acompañó y todo el mundo disfruto de su pez y de la compañía.
«Es un día de ilusión», decía Fernando Azofra. Porque mantener la tradición es muy importante y, además, porque la gente responde, añadía. De ahí que concluyera que «hoy sabemos que tenemos todo el pescado vendido». El año que viene habrá otro igual de ilusionante.
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