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Pocos lugares en el mundo son más emocionantes para los niños que las ferias. Atracciones, algodones de azúcar, juegos y peluches. Infinitud de ellos. Algunos tan grandes que no entrarían –ni con todo el esfuerzo de sus padres– por la puerta trasera de un coche familiar. Y esta misma imagen es la que se puede ver este fin de semana en el recinto ferial de Las Norias de Logroño. Decenas de personas de todas las edades (adultos, niños, parejas y adolescentes en grupos) decidieron ayer acudir al lugar para pasar la tarde y, ya de paso, montarse en alguna barraca y comer unos churros.
«Primero nos damos una vuelta por el lugar y luego los niños deciden dónde se quieren montar», explica Laura García, que ha venido con su marido y sus dos hijos a disfrutar de la feria y del buen tiempo, que «después de unas semanas de frío se agradece». Los peques vienen corriendo exaltados. Han visto que el recinto cuenta con un «pulpo» y quieren probarlo. Pero no son los únicos. Varios niños hacen cola en la atracción, de la mano de sus padres, para comprar el ansiado ticket que les permitirá disfrutar unos minutos de un subidón de adrenalina acompañado de muchas risas.
Por suerte para todos, la feria cuenta con actividades de todo tipo. Algunas aptas para niños muy pequeños, otras para más mayores y tres o cuatro, vistas desde abajo, únicamente factibles para los más valientes. A los lados hay decenas de puestos de comida rápida. Aún es pronto, pero más de uno tiene en sus manos una patata asada. Dos chicas adolescentes esperan su turno en un puesto de churros. Sus padres les acaban de traer en coche y están deseosas por recorrerse la feria entera. «Nos montaremos en todo lo que podamos hasta que se nos acabe el dinero», añaden sonriendo.
Se trata de un año raro, el tercero después de la pandemia, «pero todo ha vuelto a la normalidad». Así lo consideran Julen García y Carmen Ladera, que han venido con un grupo grande de amigos para ver el ambiente y tomar algo. «La verdad que está todo muy animado. Hay buen rollo. Se agradece poder disfrutar de las fiestas con buena actitud y en compañía», explican. Como ellos se encuentran Álex Zorzano y José Marín, de unos 30 años. Sentados en la barra de uno de los puestecillos, cuentan que han venido para ver el ambiente y «para pasar la resaca sin morirnos en casa». Eso sí, lo hacen con una cerveza en la mano porque son unos valientes y no hay que desperdiciar momento ,«que son fiestas».
A medida que el cielo se va oscureciendo, las luces de los puestos, la música, los gritos y las risas de los niños, así como el incesante sonido de las atracciones confieren al lugar una atmósfera mágica. Las personas van de un lado a otro. Muchas comen, hablan, esperan cola o levantan las manos subidas ya en las atracciones. Hay coches de choque, montañas rusas, carruseles, camas elásticas, etc. Difícil hacer recuento de todas. Una niña persigue una pompa de jabón. Difícil explicar la emoción que se vive en una feria.
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Javier Campos y Justo Rodríguez | Logroño
Juan Cano, Sara I. Belled y Clara Privé
Alfonso Torices (texto) | Madrid y Clara Privé (gráficos) | Santander
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