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Quien se pase por Club Deportivo, 82 cualquier día del año se verá sorprendido por el sonido de las campanas de un simpático reloj autómata, que ocupa la parte alta de la fachada de Sonería Monumental San Román, cuyo propietario, José Luis Tomás, es quien ... está detrás de este complicado mecanismo que hace las delicias de los paseantes. Distribuido en dos alturas, cuenta con figuras articuladas, que se pueden ver y oír cuando dan las 12 del mediodía y también a las 18 horas, y con la particularidad de que sus muñecos son personajes alusivos a La Rioja. Hay tres motivos principales: un pajarito (sotos del Ebro), un monje calvorota (Valvanera) y un grupo de danzadores, obra del titiritero y artesano de cartón piedra, el calagurritano Carlos Pérez-Aradros.
Dos veces al día tiene lugar la breve representación en la que cada una de las figuras se mueve al son de diferentes melodías personalizadas. Con la puntualidad que se espera de un reloj sofisticado como este y con niños y abuelos esperando impacientes (ocurre cada día), tiene lugar la apertura de la puerta superior izquierda. En ese momento sale un pajarito con su cría a la que da de comer mientras la madre mueve las alas. «Representa las aves del Ebro, muy nuestro...», explica José Luis Tomás (Campanas Quintana). Suenan los cuatro cuartos, «es como el cucú de los relojes de cuco, cuatro veces», nos aclara este relojero-campanero logroñés.
A continuación, asoma un monje, y al fondo se ve de fondo el claustro del monasterio riojano. Suena música gregoriana y el hombrecito, con un leve movimiento de cintura da las doce campanadas, contadas una a una con regocijo por el público congregado. Luego llega la escena central, es cuando salen dos parejas de danzadores (dos chicas y dos chicos), vestidos con el traje típico de Logroño y posicionados de distinta manera. El momento cumbre de riojanismo llega cuando empieza a sonar 'Yo le canto a Logroño' («se grabó en directo con un piano digital»): los muñecos bailan siguiendo un movimiento de rotación y otro de traslación. «Ellos giran entre sí y, a la vez, se van desplazando circularmente».
El mecanismo interno de estos muñecos animados esconde una sorpresa. Su complicado mecanismo interno está hecho en su totalidad de forma manual y con piezas de desecho, incluidas unas barras procedentes de camas retiradas del Hospital San Pedro. José Luis Tomás se hizo con unas cuantas manivelas antiguas de las usadas para la elevación manual del respaldo (ahora es automático). «Dentro llevan un sistema de varillas con casquillos que van hacia delante o atrás según el giro. El mismo principio que para los muñecos autómatas. Si giras a la derecha, la figura sale, si giras a la izquierda, se esconde, sintetiza.
Una vez terminada la representación, y siempre mirando al público, el pajarito y el monje se van retirando discretamente... y, tras el cierre de puertas, los danzadores vuelven a salir a escena, esta vez con la voz original de Pepe Blanco, que resuena por toda la calle. «Es un reloj típicamente logroñés y riojano, cuidado hasta el más mínimo detalle. No hay otro en Logroño», defiende su artífice. El propio marco de la esfera del reloj luce unas hojas de vid talladas por Talleres Olse, de Nájera, todo el soporte de madera está trabajado a mano. «Yo hice toda la parte mecánica de los muñecos, el engranaje de todas los rodamientos, varillas... necesarios para el movimiento, un trabajo muy minucioso, y Carlos, que es un artista, los vistió».
Su curiosidad y las ganas de hacer algo diferente llevó a este relojero, encargado entre otros del mantenimiento del reloj de carillón de Ibercaja y de la restauración de los tres de La Redonda..., a hacer algo «más allá de un simple reloj que da las horas». Este era el objetivo (logrado), pero ha terminado siendo también un foco de atracción. «Raro es el día que no hay nadie. También las profesoras sacan a los niños del recreo y los traen...», concluye.
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