Un puente que no siempre se llamó Mantible

Mantible, definitivamente, está de actualidad. Tal vez sea mucho decir que está de moda, pero lo cierto es que el puente que en un tiempo aún por determinar unió La Rioja y Álava, lo que queda de él concretamente, no deja de ser noticia en este 2024. Ya lo fue por estas mismas fechas hace tres años cuando colapsó el arco logroñés tras muchos más olvidado, aunque esa, y más ahora tras su reconstrucción, es otra historia.

La de ahora, una vez consolidados los restos de la orilla de El Cortijo, es la que nos cuentan Carlos Muntión, fundador de la publicación, y José María Lander, profesor de la UPL –a los que se une, como casi siempre, José María Lema como ilustrador–. «Tras una larga investigación, creemos haber descubierto cómo, cuándo y por qué empezó a llamarse Mantible a unas venerables ruinas en El Cortijo», explican.

'Mantible. Historia y Leyenda', es el título de la revista recientemente presentada y en la que descubren que alguien, conocedor de un mito carolingio de resonancia universal, decidió llamar al puente de Assa como puente Mantible «para infundirle las propiedades heroicas de las que presumía el puente de ficción».

Ese alguien no es otro que Antero Gómez, un erudito y periodista local que en 1851 editó el periódico 'El Zurrón del Pobre', donde el 6 de abril apareció un reportaje titulado 'El puente Mantible', ilustrado con un grabado que es la imagen más antigua y real que existe del hoy BIC.

«El puente Mantible ocupa un lugar destacado en la historia de la literatura (...) desde que un juglar lo incluyó en un cantar de gesta como el escenario de una batalla decisiva para el futuro de la cristiandad» –y con la 'Chanson de Fierabrás' como cantar inicial de la leyenda de Carlomagno–. Las plumas más geniales, pero también las más anónimas, quedaron rendidas por su estampa majestuosa y lo eligieron como fuente de inspiración para situar la acción de algunas de sus obras»... de ahí que Gómez, atrevido y hasta osado, tomase el nombre para el monumento logroñés en el que pocos habían reparado.

«Y como suele acontecer con las ideas afortunadas, que enseguida pasan a ser patrimonio común, el apelativo arraigó en la comarca hasta el punto de que logró difuminar su denominación original», sostienen los autores –porque la realidad es que en la otra orilla tenía nombre y era el puente de Assa–.

«Hemos calificado al puente Mantible como el puente de los misterios. Para nosotros, sabedores de que existen otros Mantibles por el mundo –solo en España se conocen cuatro... y otro más en Francia–, uno de los enigmas por resolver era descubrir desde cuándo el nuestro recibe ese evocador nombre», justifican. Y así, tras un rastreo histórico de «horas y más horas entre documentos de archivo, libros y decenas de mapas», hallaron lo buscado.

Mantible aparece por primera vez en los mapas en 1851 en uno de la provincia de Logroño del cartógrafo Francisco Coello para ilustrar el 'Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar' de Pascual Madoz: 'Puente arruinado llamado de Mantible' cuando hasta la fecha en la cartografía figuraba como «puente a medio demoler» o «acueducto arruinado», una denominación que desde 'Piedra de Rayo' se considera que salió de Gómez y su 'zurrón', quien conocedor del mito, unos meses antes, decidió darle ese nombre «elucubrando con el paso de Carlomagno por El Cortijo».