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Noventa vecinos del centro histórico, los que cupieron por aforo en el Espacio Lagares, se reunieron en torno a la convocatoria de Mesa del Diálogo que organizó el Ayuntamiento. De forma ágil y ordenada, un buen grupo de participantes, vecinos de distintas calles, desde Bretón ... a la plaza del Mercado, Ruavieja, Mercaderes, Marqués de San Nicolás, Los Baños... fueron narrando cómo viven en sus casas. O cómo no pueden vivir, como decían.
Al iniciar sus intervenciones, lo primero que mencionaban era el tiempo de residencia en el casco histórico. Veintitantos, treinta y algunos, cincuenta y algo, hasta setenta años de domicilio en el Casco Antiguo. Y ello porque les suelen decir que ya sabían dónde se iban a vivir y ellos querían dejar claro que, en buena parte de los casos, ellos estaban antes. De todas formas, todos, también los de reciente residencia, tienen una norma que debería ampararles. Y fue su cumplimiento lo que demandaron los asistentes. «Tengo derecho a vivir en mi casa», alegaba una vecina con cerca de treinta años de residencia.
El gobierno local desplazó a dos de sus concejales, a Francisco Iglesias y a Íñigo López Araquistáin, pero también hubo presencia de los demás grupos municipales dado que todos, finalmente, apoyaron la moción de pleno que dio lugar a la organización de la llamada Mesa del Diálogo.
Como director de la sesión, Iglesias señaló que iban a escuchar cuanto les contaran, que luego iban a llamar a hosteleros, que por fin se informaría a la Junta de Distrito Norte y, después, a la Junta de Gobierno local para al fin, proponer soluciones.
El sistema, acordado por los grupos, resultó insuficiente para los vecinos, quienes, tras contar sus casos, pidieron explicaciones y soluciones a los ediles. «¿Qué habéis escuchado que no supiérais?», señaló algún interviniente a los concejales, para urgir a «que se cumpla la norma que ya tenéis». Los vecinos recordaron que ya han participado en otras ocasiones, con distintas corporaciones, en sesiones de este tipo y «no habéis hecho nada ninguno, no habéis arreglado nada». Es más, alguno detectó en estos tiempos una degradación que no observaba en otros.
«La avaricia rompe el barrio», afirmaba otra vecina que se decía cansada de no dormir y de encontrar gente borracha en el portal de su casa. Y, en ese convencimiento de que, con tanto vaivén de diagnósticos, juntas y sesiones, acabará el mandato sin soluciones, los hubo que empezaron a hablar de presentar una demanda colectiva.
Tras la sesión, una vez que Iglesias aseguró que habrá otra sesión con los vecinos en las que se hablará de soluciones, algunos de los vecinos participantes se quedaron organizándose para tratar de articular su acceso a los tribunales. «En todas las ciudades que se ha hecho, se ha ganado. Y con el ruido se solucionan otros problemas», terminaba un participante. Los contactos han continuado a los largo de la jornada de hoy.
Los asuntos que se propusieron para el debate fueron, de entrada, la vivienda, el ruido, el patrimonio, la limpieza y el ocio. Y, el primer asunto, el relacionado con la vivienda, se derivó a la proliferación de las viviendas turísticas en este entorno. No faltó quien mostrara su desesperación porque el pleno que acordó regularlas aprobara también comenzar por un diagnóstico de situación que retrase la toma de medidas.
Había además en la sala propietarios de viviendas que convivían en su bloque con viviendas turísticas y contaron sus dificultades. «Ha hecho que los alquileres suban», decía una veterana del centro histórico. «Va a ser un parque temático», alegaba un vecino, mientras otro, después, citaba los seis o siete hoteles que posee el entorno.
Los solares vacíos son también motivo de preocupación, así como el uso y el foco de suciedad y malos olores en el que se constituyen. No faltó quien planteó la necesidad de buscar salidas creativas para ellos.
La ocupación del espacio público, con varios asistentes con problemas para entrar y salir de sus portales e incluso con experiencias de dificultades para evacuar a familiares enfermos con camilla y ambulancia, fue otro de los aspectos tratados. Los vecinos pusieron de manifiesto que, en estos momentos, los bares, algunos de ellos muy pequeños, reunen a su público en la calle más que en su interior, con lo que las medidas que se hayan podido adoptar en el establecimiento no sirven de nada.
Respecto al ruido y a los problemas que tienen para que se realicen mediciones, «que al final no se hacen», alguna vecina terminó diciendo que no deberían ser ellos quienes llamaran a la Policía, que existe una norma y que es el Ayuntamiento el responsable de vigilar su cumplimiento, algo que se ha delegado en los residentes.
«La Policía Local es un mal común», resumió otro interviniente las opiniones de varios. «Veo pasar coches de Policía, pero no se baja ninguno», reprochaba otro asistente.
El almacenamiento de mesas y sillas en la calle; lo curioso de que los vecinos no puedan tener determinados toldos por las peculiaridades del centro histórico, pero la hostelería pueda usar modelos variados; el vandalismo en distintas formas; los problemas de acceso con vehículo de vecinos en según qué calles; los contenedores soterrados siempre rotos junto a La Redonda o el montón de ellos colocados junto al antiguo Palacio de Justicia... también se pusieron sobre la mesa.
Y entre las peticiones vecinales, la suspensión de más licencias de bares y la revisión de las antiguas que han pasado de mano en mano sin que se hayan incorporado mejoras por el camino.
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