Todavía con luz natural, como sucede cada año en el que la Semana Santa se celebra en abril, con el cambio de hora de el último domingo de marzo ya efectivo. Todavía con la luz natural de un día despejado, absolutamente primaveral en Logroño, arrancó ... la procesión del Santo Entierro de la capital. Esa en la que toman parte todas las cofradías después de que la mayoría de ellas hayan celebrado en los días previos sus actos más reducidos e incluso más íntimos a pesar del multitudinario seguimiento que han tenido. Porque siempre lo tienen, pero este año más, quizá por los dos años de recogimiento obligado que provocó la pandemia del coronavirus.
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La Magna Procesión del Santo Entierro, organizada por la Hermandad de Cofradías, completó la vuelta a la normalidad de la Semana Santa de Logroño. Apenas únicamente las mascarillas que todavía muchas personas llevan por la calle aunque ya no sea obligatorio dejaron ver que algo era diferente.
Once pasos, portados por los hermanos de once cofradías, desde la plaza del Mercado hasta la Redonda salieron a partir de las 19.30 horas. Como ya ha ocurrido en otras ocasiones, 'La borriquita' no desfiló y el primer puesto lo ocupó la Oración en huerto de los olivos. Ambos pertenecen a la cofradía de la Entrada de Jesús en Jerusalén, que suele tener problemas de portadores para sacar ambos tronos a la vez.
La procesión de Santo Entierro inició su trayecto con un recorrido por Portales y Rodríguez Paterna hasta desembocar en el acceso del hospital de La Rioja, donde se produce una parada 'obligada'. Sabedores de que en ese punto todas las imágenes hacen un alto y que sus portadores suelen 'bailar' el paso, desde bastante tiempo antes de que comenzara el desfile, los que no querían perderse ese momento se congregaron allí y esperaron pacientemente, algunos de ellos, sentados en las escaleras, mirando hacia Rodríguez Paterna, para ver cuándo asomaban los primeros estandartes. Los hay fijos cada año en ese punto.
Desde allí, encabezados por la Oración en el huerto, los pasos enfilaron hacia la calle Mayor, a donde algunos ya llegaron de noche. La calle más estrecha y la iluminación artificial dotaron al desfile en esos momentos de una mayor solemnidad. Las paradas fueron varias a lo largo de ese recorrido. Las saetas se escucharon en algunos puntos y una mirada hacia arriba permitía observar numerosos balcones engalanados. Hay momentos incluso de aplausos.
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Es una procesión larga, que se dilata en el tiempo. Cada uno quiere dar lo mejor de sí. Mostrar las imágenes rodeadas de flores, perfeccionar el toque de las cornetas o sorprender con algún sonido diferente con las cajas y los bombos. Hay tiempo para todo en un recorrido que tras llegar a La Merced vuelve a enfilar Portales de bajada, de nuevo hacia la Redonda, desde donde parten los últimos cuando ya llegan los primeros.
Porque para cuando Nuestra Señora de la Soledad arranca de 'su casa', los primeros están a punto de finalizar. Ella, como cada año, bajo palio, con sus velas y sus flores blancas, cierra el desfile, por detrás de un Santo Sepulcro que este año estaba de estreno. Los logroñeses y visitantes pudieron ver, por primera vez en la calle, las nuevas andas que estrenó la urna acristalada sobre la que yace el Cristo que, recuperando también la tradición, el pasado miércoles se reencontró con los fieles en el acto de limpieza y veneración.
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