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Es el primero. O al menos lo viene siendo desde que el camino de la Magdalena forma parte de la rutina de quien relata. Pelado, leñoso, de ramas que de enjutas aparentaban muertas; se antojaba difunto de agostado y puro mustio y reseco. Parece mentira que la savia aún corra por su xilemas y sus floemas, que son los vasos sanguíneos del sistema circulatorio arbóreo. Y un imposible que semejante leño haya podido parir una flor, la primera flor de almendro que este año me sale al encuentro.
El caso es que llevaba alguna semana avisando. Esas yemas apretadas habían empezado a blanquear. Reventonas, anunciaban que querían romper a flor, asomarse al mundo sin saber el frío que hace aquí fuera. Una insensatez vegetal como otra cualquiera. A quién se le ocurre.
Pero bienvenida sea, en cualquier caso, la primera flor, mi primera flor de almendro de la temporada. Aquí al lado, donde el camino de la Magdalena se cruza con el de la Ribaza, justo donde se funden Logroño y Villamediana.
Nota: La agronomía, que es el conjunto de conocimientos aplicables al cultivo de la tierra, contempla que sólo tres especies de almendro de las muchas y muy diferentes que se cultivan en España, tienen su momento de floración en la segunda quincena de enero. A saber: Desmayo largueta, Rammillete y Carreró. Claro que esa previsión la pinta para el sureste español. Y, que se sepa, La Rioja no encaja aún en ese cuadante. Será el cambio climático, que desajusta todos los relojes.
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Cristina Cándido y Álex Sánchez
Rocío Mendoza | Madrid y Lidia Carvajal
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