Hermoso de Mendoza, durante su discurso. JUAN MARÍN

Y usted qué pone de su parte

Debate del estado de la ciudad ·

Hermoso exageró su calma innata en un discurso plomizo, que solo levantó el vuelo al tratar con pasión la polémica de las 'Calles Abiertas'

Pablo Álvarez

Logroño

Jueves, 21 de octubre 2021

Empecemos por la forma. Sí, ya sé, en una cosa de estas hay que ir al fondo, y a eso voy en un minuto. Pero permítanme una mención de inicio a la cosa dialéctica. Y no hay muchas maneras de decirlo: el alcalde ha aburrido ... a las ovejas. Es comprensible y aplaudible su afán didáctico, llano y tranquilo. Y también esa intención de salirse del discurso escrito para glosar y comentar. Pero a veces a uno le daban ganas de llamar a una enfermera. Vigilen a este hombre, que está sufriendo una caída de tensión. Desde los discursos de Ceniceros no se veía nada igual.

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Hacer anuncios llamativos con ese tono es complicado, y uno diría que tampoco es la intención. Alguno hubo, el más importante una cosa que debería avergonzar a Logroño. En el polígono de Las Cañas, como ya publicamos por aquí hace meses, no hay luz y las empresas que quisieran no podrían colocarse allí. Pero bueno, dice Hermoso que ahora se arreglará, santo y bueno. De lo demás, mi cabeza tras el discurso se queda con que va a venir James Rhodes. Que llenará. Pero que como anuncio de discurso es un poco raruno.

Por lo demás, Hermoso se dedicó a rasear la bola. Pero tanto, tanto, que por momentos parecía subterránea. ¿Es necesario en un discurso del estado de la ciudad ponerse a enumerar pasos de cebra cambiados? Seguramente no, a no ser que los pasos de cebra sean importantes por otra cuestión.

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Y claro, lo eran. El único momento en el que Hermoso subió el listón de su salmodia fue cuando ha tocado el asunto de 'Calles Abiertas', porque ahí confluyen dos fenómenos contrapuestos: que es un asunto en el que uno detecta pasión política auténtica en este Ayuntamiento, y que es un asunto por el que se le puede ir la alcaldía en mayo del año 23. Que si uno lo piensa, ya es desgracia política: que lo que creas sin duda que hay que hacer mosquee a tanta gente.

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Pero ese fue un buen momento, el mejor de la mañana. Quizá porque el alcalde se dedicó a exigir a sus vecinos, algo que se ve menos de lo que debería en nuestros políticos. Porque, si todos estamos de acuerdo (y deberíamos) en que hay que bajar las emisiones y hacer ciudades menos contaminantes, decía, «¿cómo nos comprometemos? ¿Qué ponemos de nuestra parte?». Y ahí vino mi frase favorita del día, al preguntarse Hermoso (mirando directamente a Conrado Escobar) cómo hay que acometer estos cambios. «Otros pensarán que con calma, tranquilidad, de forma muy pausada, sin demasiados cambios de fondo, algo cosmético para decir que hago sin hacer, para mantenernos igual, para intentar contentar a todo el mundo, para sorber y soplar, para no hacer lo que, a mi juicio, debemos hacer. Es legítimo, es una opción, pero no es nuestra opción».

Ese gesto (el de mirar a Escobar) lo repitió el alcalde a menudo. Hoy le podrán responder, y calibrar por tanto el alcance de su pasión, pero también, inevitablemente, qué propone su contraparte.

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