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Es un viernes casi veraniego. La gente ocupa las terrazas junto al frontón del barrio logroñés de El Cortijo aprovechando el sol, pero también el aire reconfortante y el magnético entorno desde donde se puede disfrutar de las excepcionales vistas de viñedos y huertos que proliferan en esta margen del Ebro. Sus vecinos lo llaman pueblo. «Este pueblo es un sanatorio, fíjese que brisa corre», nos saluda, henchido, el portavoz de la asociación vecinal, Pedro Castellanos, antes de entrar a enumerar la retahíla de méritos que les acompañan («la traída de aguas fue gracias a una donación de los agricultores...») antes de recorrer la larga lista con las necesidades que vienen arrastrando históricamente. «No pedimos maravillas, pedimos lo básico».
El anunciado cierre de las piscinas municipales este verano ha abierto la caja de pandora de un barrio resentido. «Si las tienen que cerrar por el COVID-19, que las cierren, pero que no abran tampoco las de Logroño». Castellanos se hace eco del malestar generado por el cierre de las instalaciones deportivas, pero va más allá. «Todo el mundo dice 'qué sitio más saludable'. Es verdad, pero llevamos tiempo pidiendo una residencia de ancianos y nadie nos hace caso..., no creceremos como Lardero y Villamediana mientras no tengamos nuestras propias normas urbanísticas».
Desde el céntrico frontón, donde una pancarta reza 'Iguales servicios a iguales impuestos', el portavoz señala con el índice la parroquia y las escuelas: «Las financió una benefactora que descendía del barrio y las construyó el pueblo con piedras que traían con carros desde unas canteras de aquí, las mismas con las que se construyó La Redonda. Este es un barrio hecho a sí mismo y con una historia ligada siempre a Logroño, por eso nos ha dolido que estos días nos hayan llamado insolidarios».
Sobre las piscinas, lo tiene claro: además del único aliciente, son el «orgullo» del 'pueblo'. Y no llegaron gratuitamente: «Se hicieron a cambio de acoger el vertedero de Logroño durante 40 años y de contaminar nuestros acuíferos», recuerda. En cierta manera, dice, les igualó al resto de barrios, aunque a diferencia de ellos aquí sigue sin llegar la canalización de gas. «En la anterior legislatura casi lo conseguimos, pero como siempre que pedimos algo la respuesta fue que no es rentable. La rentabilidad es una palabra que nos persigue. Pero cuando se trata de gente, ¿tiene sentido hablar de rentabilidad?», cuestiona. Si se trata de optimizar recursos, tienen claro cómo: un microbús en lugar del autobús urbano. «Con un vehículo de 20 plazas o una furgoneta le sobra a El Cortijo...».
La asociación de vecinos reivindica, también, un modelo de gestión adaptada a una población pequeña y, sobre todo, agrícola. «El castillo tiene el techo hundido; el centro social, el suelo; nos han tirado casas y bodegas y no nos facilitan que un inmueble tenga un bajo para meter el tractor... Como casi todo lo que pedimos no es dinero, es voluntad. Existen bodegas dentro del casco urbano sin agua potable cuando solo es un simple enganche a la red...». incide recordando también que «sufren» el «mal estado» de conservación de la vía verde, con el barandado «a punto de caerse» y la falta de un espacio para jugar al fútbol o al baloncesto. «Sólo pedimos un par de canchas y porterías en un terreno con el que ya contamos junto a las piscinas». Pero es que tampoco llega la peatonalización del entorno de la iglesia, presupuestada y aprobada, para garantizar la seguridad. «A la camarera del bar '7 Valles' no le han atropellado dos veces 'de churro' al ir a servir a la terraza».
En las manifestaciones vertidas estos días se reconocen como «gueto minoritario» y, como prueba, denuncian puntos muy próximos al área protegida del Puente Mantible convertidos en «pequeñas escombreras». «Vienen de hacer obras en domicilios de Logroño y para no pagar el reciclaje vacían aquí las furgonetas». También hay robos y hasta han aparecido tres coches en la ribera. «Los tiran por el barranco y ahí se quedan». ¿La solución? Un guarda rural. «Con ellos el Ebro estaba cuidado. Era una maravilla. Ahora está contaminado del todo».
En materia agrícola, los vecinos piden, además, la mejora y mantenimiento de los caminos rurales y señalizar los mismos, aunque sobre este punto reconocen el trabajo realizado en la legislatura pasada por el concejal Francisco Iglesias, así como la peatonalización llevada a cabo en las calles adyacentes a la iglesia. Otras reivindicaciones tienen que ver con cuestiones pendientes sobre el regadío o el traslado de la báscula a otro lugar. «Pedimos instalar un muelle en un terreno que nos ceden, las grietas que quedan entre la báscula y el ángulo son muy peligrosas.
Además, denuncian la presencia de «actividades contrarias a la naturaleza» de este núcleo, tales como la instalación de parques de maquinaria industrial y chatarra o la explotación de graveras en un entorno que el propio plan general, dicen, «contempla como de interés natural (corredor verde del Ebro) y cultural (Puente Mantible).
La reparación y restauración del castillo es otra de sus demandas: «Es otro abandono histórico, el suelo está cayéndose y peligra la estructutra. Su papel fue interesantísimo durante las guerras carlistas,jugó un papel muy curioso gracias al telégrafo óptico, el teléfono móvil de la antigüedad», nos ilustra Pedro Castellano:«Mucha gente desconocen este patrimonio logroñés, pero en la época de Espartero para avisar de la llegada de las tropas se comunicaban a través de códigos, que visualizaban a través de prismáticos de la époa. Desde aquí se emitían señales a Laguardia y, desde ahí, a Vitoria...».
El Cortijo también quiere más financiación para sus fiestas tradicionales. «Por el sistema de reparto entre barrios al Cortijo no llega nada, 3.000 euros para Santa Margarita, tres días en julio, y las de Acción de Gracias de septiembre. Al final tenemos que organizar sorteo, bingos, degustaciones..., al final hemos pedido al Ayuntamiento que se hagan cargo directamente de la organización.
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