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Cuando la ciudad ya se ha adentrado en la oscuridad de la noche y solo las farolas iluminan las calles, los agentes de la Policía Local de Logroño proceden a organizarse en grupos para salir repartidos en distintos vehículos. Son las 00.40 horas de la lluviosa madrugada del domingo y, aunque todavía no se ha producido incidencia alguna reseñable, el furgón, junto con el coche de atestados y el que va sin rotular, cruzan la puerta que delimita el parking de la comisaría para dirigirse a sus primeros destinos.
Ya en la calle Bretón, dos patrullas del turno de noche –una de ellas vestida de paisano– tratan de evitar al máximo las conductas incívicas que tanto inciden en el descanso de los vecinos. Para ello, los agentes, durante su trayecto a pie, inspeccionan las terrazas de los distintos locales de hostelería –para cerciorarse de que se ajustan a la ordenanza y no se exceden del espacio autorizado– y prestan especial atención a que no se faciliten vasos de plástico –está prohibido sacar la bebida al exterior– ni se ocasionen molestias por música en los que tienen habilitada una terraza. Al poco, sin embargo, un compañero alerta a través del walkie-talkie de que un joven se encuentra «un poco mareado» en La Laurel. Sus amigos, en ese preciso instante, reconocen a los policías que acuden al aviso que había consumido ketamina, por lo que proceden a llamar a una ambulancia y a sentarlo cerca de un bar de la calle Bretón para que esté tranquilo mientras llegan los sanitarios. Casi al minuto, un varón decide aprovechar la presencia de los agentes para resolver su gran preocupación de la noche: ¿dónde hay un hostal para poder dormir en la capital riojana?
Pasadas las 01.15 horas, reciben una llamada de un vecino de la calle Bretón que alerta de que «hay mucho jaleo», pero apenas hay tres grupos sentados en la terraza. Llueve, y el tiempo no anima a permanecer en ella. Ya sobre las 01.30 horas, la patrulla con la que acude esta cronista se desplaza hasta el control de alcohol, drogas y de seguridad ciudadana (en el que, según el perfil, también se registran vehículos y a sus ocupantes) habilitado en la calle María Zambrano. No pasa desapercibido: por él desfilan 16 vehículos, de los que un conductor da positivo, y se incautan dos bolsas con sustancias estupefacientes.
La noche sigue su curso y, sobre las 01.40 horas, más de veinte agentes de la Policía Local y Nacional se preparan para abandonar sus vehículos y participar en una redada. El objetivo de esta actuación conjunta es un bar de la calle Vitoria en cuyo interior sospechan que se consume droga. La intervención pronto da sus frutos, ya que se hallan sustancias estupefacientes. En total, veinticuatro personas resultan identificadas y se levantan cuatro actas por tenencia ilícita de estas sustancias. Al registro, sin embargo, tiene que acudir una compañera de la Policía Local para cachear a dos mujeres que ocultan las sustancias en el sujetador.
Sobre las 03.00, de camino a la plaza del Mercado, varias patrullas tratan de disuadir a quienes están de fiesta de orinar en la vía pública. «Al bar, tira para el bar que al final te voy a denunciar», le dice un agente vestido de paisano a un varón que, aunque en un principio parece que va a mear en Marqués de San Nicolás, decide no hacerlo tras ser sorprendido con la linterna del policía –que le alumbra al percatarse de su conducta–.
Cerca de ellos, sin embargo, empiezan a imponerse las primeras sanciones. De hecho, en apenas un cuarto de hora, siete personas son sorprendidas por los tres agentes que van con la cronista. A todos ellos les importa poco el lugar: en medio de la plaza del Mercado, entre los contenedores, en una verja de la calle Caballería, en la fachada de La Redonda, en el Centro de la Cultura del Rioja (en Mercaderes) o en Herrerías, donde hay estacionado un coche de la Policía Local. «Hemos avisado a una barbaridad de gente», reconoce uno de ellos.
Hay quienes, no obstante, se libran de una multa –que asciende a 300 euros– porque recelan de la intervención policial. De hecho, un joven, sobre las tres y media, prefiere dar una vuelta alrededor de los agentes porque sospecha de que puede ser sancionado. «¿Sois secretas o no?», les pregunta antes de ser aconsejado de que orine dentro de un bar porque «hay una patrulla que está multando». «Por eso tengo cuidado, sí», responde antes de marcharse. Casi a las 04.00 horas, en la calle Villamediana, un conductor da positivo en varias sustancias, por lo que los agentes proceden a avisar a la grúa para que traslade su vehículo al depósito.
Más tarde, en la calle Marqués de San Nicolás, un joven es sorprendido orinando en plena vía. «No volverá a pasar, lo siento», le promete al agente antes de intentar convencerle de que no le denuncie. «Me voy a casa. Lo siento, de verdad», reitera antes de que el policía le reproche que no puede orinar en la calle. «Ya lo sé, lo siento», afirma ya con la multa en la mano. Según transcurre la noche, crecen las denuncias por conductas incívicas y, ya pasadas las 05.00 horas, en un control de alcoholemia de la calle Chile retienen a un conductor que ha dado positivo.
La jornada –que según el subinspector del turno de noche de la Policía Local de Logroño, José Luis Molina, ha sido «más o menos tranquila por la noche»– termina con 110 llamadas, 10 asistencias sanitarias (por cortes, por ejemplo), alguna intoxicación etílica, 6 denuncias de molestias entre vecinos, 25 por orinar en la vía pública y otras 10 por pintadas o vociferar. No hay detenidos, pero se registran también tres accidentes de tráfico.
Durante los fines de semana, el servicio nocturno de la Policía Local de Logroño trata de dar siempre respuesta a tres grandes áreas de intervención. En ellas, explica el comisario jefe, Héctor Ruiz, se incluye el cumplimiento de las ordenanzas municipales «para tratar de evitar al máximo las conductas incívicas que más inciden en el descanso»; el tráfico y la seguridad, a través de «controles en diferentes puntos y horarios de la ciudad, que son elegidos de manera estratégica». Y un grupo destinado al control de la seguridad ciudadana, en el que realizan «especial incidencia cuando cierran los bares y discotecas, porque es cuando se producen las intervenciones más sensibles para la seguridad, con peleas con posibles instrumentos peligrosos». De ahí que la presencia policial en la calle trate de «garantizar una mayor seguridad objetiva y subjetiva a través de las patrullas uniformadas y las que trabajan de paisano, que velan por esa seguridad y tranquilidad».
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Alfonso Torices (texto) | Madrid y Clara Privé (gráficos) | Santander
Sergio Martínez | Logroño
Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
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