Dice Bernardo Sánchez, benemérito articulista de esta casa, que cuando escribió el domingo su pieza semanal a cuenta de la extraña aparición de unos carteles en una bajera en obras de El Espolón no podía calibrar el impacto popular que su descubrimiento ... iba a provocar. Desde ese día, la intriga no ha dejado de crecer. Lo confirman unos cuantos logroñeses del ala senior y castiza (de Federico Soldevilla a Taquio Uzqueda, pasando por el historiador Francisco Bermejo), que se han pasado también ante el número 11 del Muro de la Mata para comprobar con sus propios ojos el hallazgo desvelado por Sánchez, con el arquitecto López Araquistain como médium. Un misterio menor. Muy logroñés, por lo tanto.
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«El asunto tiene gracia, sí», añade Sánchez. Que pone al periodista tras la pista de qué enigma se oculta tras la cartelería cinematográfica y muy camp (del celtibérico Cassen a Richard Harris, con su caballuna melena de nibelungo). «Pregunta en San Carlos», sugiere. Alude al negocio de ropa anidado durante largo tiempo en ese mismo punto del corazón logroñés, trasladado hace nada hasta Jorge Vigón, donde todo lo ignoran. «Lo leeremos mañana», prometen sus responsables.
Hecho. Mientras, en el local que dejó vacante con su fuga se ultiman ahora los preparativos para otro traslado, más cercano: Bankoa se muda desde su sede vecina a esta bajera, donde se afanan los trabajadores de la empresa encargada de la reforma en las tareas de revocado. Y ahí surge el misterio: esos pósters que tanto dan que pensar, así en la vida analógica como en la digital. «Lo hemos publicado en nuestra cuenta de Instagram», explican desde San Sebastián los responsables de la empresa de reformas, «porque nos llamó mucho la atención». Y no, tampoco ellos saben más del asunto. Animan al periodista a proseguir sus pesquisas y le ruegan que si las culmina con éxito les tenga informados.
Así que veamos. Uzqueda apunta hacia la existencia de un chamizo de procedencia ignota, que justificaría esa decoración tan bizarra, y descarta que ese local conectara por la parte de atrás con la calle de Ollerías. En defensa de su tesis, allega un par de planos de Logroño donde, en efecto, se comprueba que esa conexión, aventurada por algunos curiosos en las redes sociales, es inexistente. Es decir, que los carteles pertenecerían al negocio anterior a que se ubicara allí San Carlos. ¿Cuál?
Esa es la pregunta. En auxilio del periodista acuden de nuevo sus corresponsales más veteranos, que lanzan algún indicio al azar. El Danubio, tal vez, aquel café que también se alojaba en los soportales del Muro de la Mata. O un incierto antro de artisteo de la época, de cuyo nombre nadie sabe acordarse. O la pista buena. Peluquería Miranda. Barbería de caballeros cuyo titular decidió embellecer sus paredes con esos posters. Quien si lee estas líneas desde el más allá podría animarse a despejar el enigma.
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